jueves, 3 de noviembre de 2011

Tornillos sueltos. Por Gonzalo Neidal

Ahora ya no parecen tan desencaminadas las críticas realizadas al programa económico durante los últimos meses.
La gente, el pueblo, percibe que el dólar está barato. Y vota por él, lo elije y lo entroniza como moneda ideal para ser guardada debajo del colchón.
Aunque el imperio del norte pase por graves problemas, aunque Europa toda esté tambaleando, aunque Argentina esté blindada a punto tal que nos damos el lujo de tener un ministro de economía rockero, el público, tontamente, prefiere la moneda extranjera a la nacional.

¿Por qué será? Simple desinformación, seguro.

Y el gobierno, para no perjudicarlo en tan insensata decisión, le bloquea el acceso a la compra de divisas.

El dólar atrasado ha sido uno de los puntos críticos del programa económico de este gobierno, jamás reconocido desde las esferas oficiales. Hasta ahora, que lo hace de la peor manera: impidiendo su compra por parte del público.

Con los subsidios pasa algo parecido. Se ha criticado largamente la extensión del régimen y su costo, unos 75.000 millones de pesos para este año. Suprimir 600 millones significa menos del uno por ciento. Nada. Pero tiene un valor simbólico: el reconocimiento de un desfase despilfarrador de recursos. Como se solía decir antiguamente: una pica en Flandes.

Y así con varias cositas más. Tornillos sueltos, quizá los primeros, de una crisis que no nos ha pegado plenamente aún. Suspensiones de personal y adelanto de vacaciones en las plantas automotrices.

Y la inflación que no se detiene.

Y los reclamos salariales que no cesan.

Europa es un tembladeral ante lo que pudiera pasar en Grecia y su referéndum. Afortunadamente hacia allá ha partido una delegación encabezada por la presidenta e integrada por algunos industriales acaudillados por De Mendiguren.

En consecuencia, se vislumbra una luz de esperanza. Es seguro que la presidenta estará exenta de egoísmo y explicará al mundo los secretos de la economía Argentina, las claves de su solidez.

Seguro que mirará socarronamente al auditorio, como ya lo hizo en Estados Unidos, e irónicamente les sugerirá un nombre para el cimbronazo que están sufriendo en estos momentos.

¿Efecto Troya?

¿Efecto Zorba?

Algo ingenioso les dirá, seguro.

Pero será una de cal y una de arena.

Después del tirón de orejas, les daremos la fórmula para salvar a Europa.

Y regresaremos a casa con la satisfacción del deber cumplido.

Y acá nos espera otro desafío: parar el golpe de mercado contra el dólar.

No tenemos paz.

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