martes, 30 de junio de 2009

Después de seis años, la necesidad de empezar de nuevo. Por Mario Wainfeld

(Nota publicada en Página 12 - Lunes 29 de junio de 2009)
Como es regla en las votaciones decisorias, el pronunciamiento popular fue inequívoco. El kirchnerismo, seguramente más “el Gobierno” (que es una referencia cotidiana y precisa) que el “modelo”, sufrió ayer una grave derrota. Cayó de una manera impensada aún para sus adversarios más encarnizados y optimistas. Néstor Kirchner y Daniel Scioli quedaron detrás de un novato, Francisco de Narváez. Casi todos los presidenciables opositores se alzaron con victorias: Julio Cobos, Mauricio Macri, Carlos Reutemann. El kirchnerismo disminuyó su número de diputados y senadores nacionales. Sus performances en Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Capital (distritos grandes y muy relevantes) fueron pobres. En un mismo día quedaron golpeadas las tres figuras electorales del oficialismo (la presidenta. Kirchner y Scioli).
El presidente del PJ tuvo su peor día en seis años. Varios gobernadores aliados a él prevalecieron, algunos con carradas de votos. Pedirán cambios en las reglas de juego, en el reparto del poder.
La oposición no peronista tuvo una jornada festiva, aunque con réditos distribuidos de modo dispar. Los ganadores, que no son un colectivo coherente, deberán procesar sus internas, organizarse, formalizar liderazgos. La competencia electoral desnudó sus flaquezas, su relativa insolvencia, ausencia de afectio societatis. El mapa electoral muestra dominadores diseminados: Luis Juez en Córdoba, el PRO en Capital y provincia, el radicalismo en varias. No hay unidad allí, salvo en el cuestionamiento al oficialismo. Y, acaso, en la avanzada contra las retenciones a la soja, una bomba de tiempo que seguramente se activará vida en cuestión de días.
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El mayor golpe: Kirchner quemó las naves cuando se albergó en Buenos Aires. Su táctica siempre fue defensiva, abroquelarse en la provincia primero, en el conurbano luego, más adelante en el primer segundo cordón... todos esos movimientos no alcanzaron. Esta nota se cierra desconociendo las cifras oficiales definitivas, lo que impide hacer precisiones. En un primer vistazo, la estrategia evidentemente falló. El rechazo recorrió toda la geografía bonaerense, los intendentes testimoniales o no cooperaron o no sumaron.
Exponer a Scioli fue un riesgo adicional, cuyas secuelas padecerá el gobernador en el empinado tramo restante de su mandato.
Francisco de Narváez es su contracara, pasó de canillita a campeón sin escalas. Se quedó con el primer puesto, con un porcentual altísimo, bastante más de lo que consiguió Gabriela Michetti, de local y en la amigable Capital. La referencia no es azarosa, De Narváez derrotó a Kirchner-Scioli, hace rato que relegó a Solá y ayer opacó a “Mauricio”. Es un referente ineludible en la Provincia, puede valerse de ese capital como mejor le plazca. Esto es, acercarlo a Macri o a Reutemann. Con el panorama de hoy, esta última jugada parece la más ganadora, aunque toda predicción es prematura.
Con la chapa puesta, De Narváez, un millonario sin pedigree político y una instrucción escolar primitiva, desembarcó en ligas mayores. Toda una proeza a la luz de sus antecedentes y de la vacuidad de su discurso, del parco elenco que le hizo de coro. Cabe suponer que sus dos puntos fuertes fueron su campaña y la cantidad de errores no forzados de sus adversarios. El empresario diputado dominó la escena de campaña, el Gobierno orbitó en su torno, dotándolo de una centralidad que lo favorecía. El kirchnerismo, incentivó la polarización que engordaba al Colorado.
Martín Sabbatella, valorizado por años de gestión municipal en Morón, pudo hacerse un lugar en medio de una polarización enorme. Su banca lo posiciona en el escenario nacional. Lo logró con armas nobles: se mantuvo fiel a sus principios, apelando a un discurso en apariencia desaconsejable entre tanta crispación. Aquel de reconocer el “alto piso” que promovió el kirchnerismo, pero diciendo que ya tocó techo, por falta de innovación y por ser el PJ un contrapeso para un cambio progresista. En teoría, demasiado oficialista para los contreras, demasiado contrera para el oficialismo, demasiado tibio para el clima caldeado. Eso sí, fue sincero y coherente con sus ideas y con las actitudes de sus últimos años. Produjo dos pequeños milagros. El primero, aglutinar a toda la CTA en un espacio político. El otro es la parva de votos. Parece haber superado el cinco por ciento, una cifra sideral en valores absolutos, lo que le valdrá más de una banca.
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Santa Fe, Batman: Reutemann hizo una apuesta inmensa, podía perder muchas fichas pero también cobrar un pleno. Así fue, frisando la mitad del padrón, con un pelito de diferencia. Su contrario fue un socialismo gobernante que contó con su principal figura, el gobernador Binner, tratando de dar volumen al candidato Rubén Giustiniani.
Reutemann sobresale entre varios líderes justicialistas provinciales que piensan tener el bastón de mariscal. Dos veces gobernador de una provincia grande, dos veces senador, respetado por sus pares, valorado por el establishment empresario y mediático, es el mejor prospecto de presidenciable. Sus aliados más afines, Juan Schiaretti y Jorge Busti hicieron sapo en sus distritos, pero el parco Lole tiene ahora en ciernes un millón de amigos.
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Es muy lindo el invierno en Mendoza: El vicepresidente Cobos arrasó en Mendoza, un resultado cantado que sólo la ceguera de un par de operadores de Olivos podía ignorar. Eso lo coloca en la pole position entre los presidenciables del radicalismo. La UCR hizo una elección aceptable, especialmente en los distritos en los que no fue conducida por Elisa Carrió. La líder de la Coalición Cívica, la contracara de Kirchner, su más antagónica rival fue (dato digno de mención) otra perdedora de la jornada.
Para Cobos son una buena nueva los terceros puestos en Capital y Buenos Aires, que liman bastante a Lilita Carrió. Queda hegemonizando el horizonte radical, capitalizando asimismo que la dirigencia boina blanca lo prefiere antes que a Carrió. Para mejor, el radicalismo hizo una aceptable elección en varias provincias. Al cierre de esta edición, primaba sorpresivamente en Entre Ríos, asombrosamente en Santa Cruz (un golpe adicional para los Kirchner) y más previsiblemente en Catamarca y Corrientes. Como se encargó de resaltar el presidente de la UCR, Gerardo Morales, sumó bancas en el Senado y en Diputados, constituyéndose en el segundo bloque, detrás del FPV.
Cobos, amén de ser la fantasía destituyente de una derecha rural que hoy se debe estar afilando las uñas, sigue en ascenso desde esa jornada asombrosa del voto no negativo.
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Va a estar bueno Pino: En Capital, Michetti tuvo su victoria anunciada, a una distancia muy corta de la estrella de la noche porteña, Fernando Solanas. El macrismo conserva una hegemonía pertinaz, pero “Gabriela” consiguió bastante menos de lo esperado y acostumbrado. Se prejuzgaba que iba en limousine a la Jefatura de gobierno en 2011. Ahora deberá repasar ese panorama, con su patrimonio en disminución.
Pino Solanas fue un cabal ganador, irá a Diputados con otros dos compañeros. Una es la socióloga Alcira Argumedo, militante, académica y luchadora de primera, siempre desde el llano. El presupuesto de campaña de Proyecto Sur fue irrisorio. Se suplió, con recursos genuinos, a pulmón: un discurso político pleno de contenido. Pino propuso una agenda ambiciosa, de raigambre nacional-popular y estatista. Su bagaje incluye también una trayectoria coherente de más de medio siglo, como cineasta, como ciudadano y como dirigente. Sus propuestas pueden ser controvertidas, sus metas tildadas de utópicas. Pero los temas que lleva al ágora son sustanciales y a veces solapados: el patrimonio público, las empresas estatales, la energía, el sistema de transporte. Su fuerza tiene escasa expansión nacional, hasta hoy sólo propaga algo a la provincia de Buenos Aires. Pero se le abre una brecha de oportunidad de competir por la Jefatura de Gobierno, sin mengua de su programa nacional.
El Acuerdo Cívico y Social fue un fiasco. Carrió cometió varios errores, quizá por omnipotencia. El mayor fue no hacer lo obvio, encabezar la lista: la distancia entre su carisma y el de sus allegados es sideral. El segundo fue lanzar a Alfonso Prat Gay, un novato sin cintura ni recursos políticos primarios, de casi nulo conocimiento público. El tercer puesto, en la ciudad que siempre la mimó es un revés fuerte para Carrió, máxime porque subraya sus malas decisiones. Y porque sus competidores aliados se lo harán pagar.
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Vox populi: Hubo un plebiscito, nomás. Se acostumbra, por acá, dos años antes de las presidenciales. Nadie debe sustraerse a leer lo que dijo la ciudadanía. El oficialismo, ya se observó, es el primer interpelado. Su propia trayectoria electoral puede servirle de guía. Ganó con lo justo en el 2003, cuando Kirchner accedió, sorpresivamente, a la Presidencia. Enlazó decisiones acertadas, reforzó el poder presidencial, tomó decisiones soberanas, negoció con fiereza la deuda externa, renovó la Corte Suprema, adecentó la política de derechos humanos. En ese devenir, lo acompañó la ciudadanía: fue revalidado con porcentajes ascendentes en las elecciones de 2005 y 2007. La administración de Kirchner fue plebiscitada en las urnas, alumbrando la holgada llegada de Cristina Fernández a la Casa Rosada. El oficialismo erra en su imaginario, su discurso electoral lo reveló, cuando pone en escena esos años dorados, pasados, bajo el mandato de otro presidente, poco alude a la actual y propone poco para más adelante. El pueblo ya “le pagó” ese buen cuatrienio.
Lo que se ponía ayer en cuestión eran la presidencia de Fernández de Kirchner y los años próximos. El mandato de la Presidenta estuvo signado por el conflicto de las retenciones móviles, cuyas proyecciones electorales cristalizaron ayer. Pero el oficialismo tuvo otras flaquezas en este bienio. Su gabinete tiene mucho menos peso específico. Muchos aliados los abandonaron, no sólo “por derecha” con el campo, también buscaron otros destinos los Libres del Sur, el ibarrismo. Se obstinó en mantener sus figuras más irritativas (Ricardo Jaime, Guillermo Moreno) para la opinión pública. Se negó a corregir la situación del Indec.
El oficialismo puede, con razón, enaltecer su respuesta a la crisis económica mundial, la defensa de los puestos de trabajo. Y enorgullecerse del mayor blasón de Cristina Kirchner, la estatización de las AFJP. Es seguro que mucha de la bronca que acumuló “castiga” esos aciertos, pero sería una simplificación conformista leer un pronunciamiento nacional, interprovincial y trasclasista sólo como un viraje masivo a la derecha. También hay en la balanza limitaciones y obcecaciones del Gobierno.
Con la foto de hoy, tenemos un gobierno debilitado; conserva buen control de las variables económicas y una supuesta primacía en el Congreso, aunque sería ingenuo presuponer la lealtad de la mayoría de sus legisladores, peronistas al fin, verticales sólo al éxito.
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Destino peronista: El regreso de Kirchner al PJ le bastó para conseguir gobernabilidad casi cuatro años. El desgajamiento de la dirigencia justicialista catalizó su caída de ayer. Ahora, da la impresión que la mejor baraja del Gobierno es asumir su destino peronista. Convocar sus compañeros ganadores y acordar un esquema de gobernabilidad. Es de cajón que las contrapartidas serán duras para el kirchnerismo. Tendrán que compartir poder, espacios en el gabinete, aceptar una agenda parlamentaria que rehusó durante más de un quinquenio: coparticipación federal, mejora en la distribución de los fondos de la ley de cheque, sólo para empezar. Y en términos económicos, simbólicos y culturales, algunos retrocesos a negociar. Es un trago amargo, pero suena como el camino disponible. La expectativa del kirchnerismo sería mejorar la reputación de la Presidenta y recuperar terreno merced a la gestión. Y honrar su deber constitucional, tal como manifestó Kirchner al aceptar la derrota, que no es poca cosa.
A su vez, el confederal de gobernadores (encabezado paradójicamente por un dirigente que no lo es: Reutemann) tiene un incentivo para darle oxígeno al Gobierno, que es transitar ordenadamente y con chances al 2011. No les conviene una ruptura institucional (derivada de un asedio destituyente o de una renuncia por asfixia de la Presidenta) que dejaría al Ejecutivo en manos del radical Cobos, para concluir el mandato. Además, tienen memoria del desquicio que fueron los dos últimos años de Menem, batido por la Alianza en 1997. La batalla con Eduardo Duhalde desangró al peronismo y acicateó la ventaja aliancista. A la dirigencia justicialista le vale un gobierno que sostenga en cauce la economía, que facilite la sustentabilidad de las provincias (y de sus mandatarios) y que no divida sus huestes.
Un acuerdo de esa naturaleza sería racional y necesario. Consagraría avances y retrocesos, predispuestos ayer por los ciudadanos. Cuesta imaginar que los protagonistas en acción se avengan a ello, exige dosis poco usuales de templanza, responsabilidad y sangre fría. Pero es necesario, para mantener la estabilidad institucional, para honrar los plazos de los mandatos. Y también para no acentuar la debilidad del poder político, justo cuando las corporaciones económicas se disponen a hacer pagar los costos de la crisis a los trabajadores.
Los agoreros del fraude fracasaron, varios encuestadores hicieron sapos formidables, la gente de a pie votó en un contexto de tolerancia. Los ganadores festejaron, pero deberían registrar que aún no dan aún la talla, que tienen enormes tareas pendientes. Entre ellas sosegar a sus aliados destituyentes, del campo y de la industria. Su deber es no desestabilizar con malas artes a un gobierno groggy, su idiosincrasia los inclina a lo contrario.
Al Gobierno le queda hacer un acto de introspección, mirarse al espejo, reconocer errores, ser dúctil para negociar y hábil para conceder tratando de sostener lo sustancial de su “modelo”.
El plebiscito es un parate y un giro a derecha cuyo alcance dependerá de la muñeca de una clase política poco dada a la sutileza. Quizá haya sido castigo excesivo para un gobierno que acumuló méritos interesantes y mantuvo firme el timón de la economía en estos años pero que perdió sintonía con la sociedad en los últimos tiempos. Como fuera, el veredicto popular forzó un escenario, a los protagonistas les cabe hacerlo más funcional a los intereses de las mayorías. No será sencillo, cuando acecha la vendetta ruralista y el afán de las corporaciones empresarias para imponer un reparto (en su propio beneficio) de los costos sociales de la crisis mundial.
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Es el campo, estúpido. Por Horacio Verbitsky


El bloque agrario parecía haber conseguido en las elecciones de ayer una victoria de alcance nacional, que implicaría una regresión profunda en el panorama político del país. El condicional depende de la estrechez de los márgenes en algunas provincias clave, como Buenos Aires y Santa Fe, cuya heterogeneidad social y política impide sacar conclusiones definitivas si la carga de datos no es representativa de sus distintas regiones. En casos similares varias veces los números de la noche cambiaron al alba. En esas dos provincias se define el liderazgo futuro del justicialismo gobernante. Es obvio que de los datos finales que obtengan Reutemann y Kirchner dependerán los alineamientos futuros de ese partido.


Pero con independencia de ese balance, que el lector ya conoce pero que era incógnita al escribirse esta columna, los datos parciales del escrutinio provisorio a la hora de cierre muestran el fracaso oficial y sobre todo el éxito del bloque agrario para convertir sus intereses en el sentido común de la sociedad. El rasgo más notable es el rechazo al gobierno nacional, continuación de la escalada que comenzó con el conflicto planteado por las cámaras patronales del campo en marzo del año pasado. Con algo más de la mitad de los votos escrutados, el ex presidente Néstor Kirchner estaba 2,4 puntos detrás en la provincia de Buenos Aires, aunque faltaban datos de municipios del conurbano que tal vez podían revertir ese desequilibrio, aunque también los de La Plata, que se presumían adversos. Pero ya no había dudas de que habían perdido los candidatos oficiales en un distrito tan significativo como Santa Cruz, la provincia de Kirchner. A esto se suma la paridad en Entre Ríos, la reducción de los márgenes de ventaja en varias provincias y los buenos desempeños de los líderes que desde distintas fuerzas políticas, de derecha a izquierda, enfrentaron con mayor decisión al gobierno de la presidente CFK en la batalla de las retenciones: Francisco De Narváez y Felipe Solá (apoyados por el sindicalista de los peones rurales Gerónimo Venegas) en la provincia de Buenos Aires, Julio Cobos en Mendoza, Luis Juez en Córdoba, Fernando Solanas en la Capital. Al cierre de esta edición no era claro el de-senlace de Santa Fe entre Carlos Reutemann y Rubén Giustiniani, ya que las cifras de la capital y del interior provincial daban ventaja a Reutemann, pero a medida que se iban contando los votos de Rosario esa diferencia se reducía a un punto y el Frente Progresista, que se iba imponiendo en diputados, tenía datos propios que lo daban ganador también para el Senado. En todo caso, tanto uno como otro militaron a favor de las cámaras agropecuarias y en contra del gobierno nacional.
Los hechos objetivos de la economía dicen que con los costos y los precios actuales de los principales cultivos del país, los pequeños productores de hasta 300 toneladas anuales tendrían una situación mucho más conveniente si la resolución 125 y sus modificatorias hubieran sido aprobadas por el Senado. Los márgenes brutos promedio son superiores este año a los del último quinquenio. Pero esta es la mejor medida del fiasco oficial en esta lucha, que para la Sociedad Rural y sus aliados no es por un punto más o menos de rentabilidad sino por la imposición de una hegemonía, que implica un proyecto que va mucho más allá de una u otra medida económica. Esa ofensiva se reforzará a partir de hoy. La debilidad del Gobierno se acentuará después del escrutinio, por los previsibles corrimientos de propios y ajenos, tanto en la dirigencia política como en las cámaras patronales y las grandes corporaciones. Las bancadas oficiales en ambas Cámaras del Congreso se han encogido en forma significativa, así como han crecido las del Acuerdo Cívico y Social, que abrió sus filas a los candidatos de las cámaras patronales agropecuarias. Nadie percibió antes que Elisa Carrió la importancia de ese bloque, al que se plegó aun antes del último conflicto. Ayer obtuvieron una docena de bancas agropecuarias.
El justicialismo comienza la búsqueda de un nuevo liderazgo, para el que ayer se ofreció también Maurizio Macri y del que tampoco se debería descartar a Daniel Scioli. El Grupo Clarín se propone sepultar el anteproyecto de ley de servicios audiovisuales. La Unión Industrial, que habla por Techint, entiende que una megadevaluación es la mejor prenda de unidad con la oligarquía agropecuaria, a expensas del salario de los trabajadores, que son los grandes derrotados de ayer. Tantos intereses y tan poderosos fueron demasiado para un gobierno que no supo organizar una fuerza política que respaldara las audaces medidas que adoptó para invertir una tendencia de tres décadas, que degradó a la sociedad. Tal vez eso ayude a entender cómo el voto popular pudo favorecer en porcentajes significativos a un candidato como De Narváez, de quien lo poco que se conoce es inquietante. Sólo la aversión irracional al Gobierno explica que los votantes hayan decidido ignorar la misteriosa trama de intereses que sostienen al hombre que ni siquiera se preocupó por negar las cuatro llamadas desde uno de sus celulares a un detenido al que la prensa bautizó como El Rey de la Efedrina.

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La sociedad votó a la derecha. Por Eduardo Aliverti

Nunca costó tanto escribir en la noche de las elecciones. Las grandes tendencias siempre permitieron preparar el diseño de la nota del lunes con relativa anticipación. Y a último momento se ajustaban o, más bien, agregaban detalles ratificatorios de lo bosquejado. Esta vez, y en este mismo momento en que el cierre de la edición corre una carrera difícil contra varios datos, hay que tener nervios de acero para acertarle al diagnóstico si es que quiere analizarse el resultado con miras de largo plazo.

Está claro que la derrota del kirchnerismo en el Gran Buenos Aires (aunque no sólo) es el más relevante de los datos, seguido muy de cerca por el triunfo o excelente desempeño de Reutemann (al cierre de esta nota faltaba confirmación, pero no cambia demasiado). Ese combo determina que el peronismo cambió a aquellos que pueden reclamar su jefatura. Es el aspecto central porque, todavía y vaya a saberse hasta cuándo, suceden dos cosas: los peronistas no funcionan sin jefe y el país no funciona sin el peronismo. En una elección donde pusieron toda la carne a la parrilla del modo en que lo hicieron en ésta, hasta el extremo de haber gastado, uno, candidaturas testimoniales, y el otro una fortuna inenarrable, un voto de diferencia era suficiente. Si en el peronismo los éxitos y los fracasos son eso y listo, en estos comicios lo son más que nunca. No hay la máxima borgeana de que se trata de dos impostores. No hay derecho al pataleo. Son una máquina de ejercer el poder y todo lo que los demás les critican –el aparato, el caudillismo, los barones mafiosos, las prebendas– son constitutivos de su forma de entender la política. El peronista que pierde se tiene que ir a llorar a la iglesia. De Narváez sabe que es un hijo adoptado a la fuerza, al que de la boca para adentro detestan quienes no tuvieron otra que sucumbir frente a la simbiosis de ausencia de opciones y billetera que mata galán. Pero aun así, por esas características brutales en el entendimiento de que quien gana no se discute, se impone ahora como enorme favorito hacia la gobernación bonaerense y, además, como referencia del espacio. El caso de Reutemann es análogo. Cuando tomó la decisión de avisar que, por fin, quería ser presidenciable, se quedó sin retorno. Le fue bien, para papelón inconmensurable de las encuestas (otro), pero encima él sí es visto con sumo cariño por el conservadurismo peronista.
El descenso de Carrió figura en un puesto de importancia, a la par del interrogante que abre la amplitud de la ventaja obtenida por Cobos en cuanto a su ascendiente presidenciable. Que la coalición que armó con los radicales y adyacencias sea presentable como la segunda fuerza se sitúa por debajo de la interpretación del hecho, que reposa en los números magros en Capital y territorio bonaerense. La derrota en Santa Fe es un golpe para Binner, que venía como uno de los presidenciables del sector. El triunfo de Juez no ofrece ninguna garantía de alcance nacional y, de última, lo posiciona a él. Carrió tuvo bien claro, y lo sinceró en los últimos días de campaña al señalar su inminente derrota personal como un hecho insignificante, que su destino se decidía en Capital y provincia. Buena parte de la audiencia porteña que la acompañaba demostró haberse hartado de sus marchas y contramarchas, de su militancia por el Apocalipsis, de su carencia de propuestas; y, tal vez en primer término en tiempos de postulantes mediáticos, de la extravagancia de haber inventado un candidato inconcebible, de ésos que el vulgo ubica como puesto a propósito para perder. En alguna medida presumiblemente importante que sociólogos y encuestólogos ya se encargarán de precisar, los votos que perdió Carrió fueron a parar a Solanas. Un sufragio con una parte sibarita, desideologizada, que, de acuerdo con lo que pase en un debate por la tele o con una mueca pública más simpática que desagradable o viceversa, es capaz de saltar de derecha a izquierda y de izquierda a derecha como quien se decide por una marca de celular. Un espíritu eternamente disconformista que confluyó en la notable elección de Pino junto a los votos politizados, decididos a testimoniar que a la izquierda del kirchnerismo puede existir algo más que la pared. Heller, dentro de todo y visto lo sucedido con el oficialismo a nivel nacional, no hizo una mala elección si se tiene en cuenta el dígito desde el que arrancó, y consiguió un piso desde el que eventualmente crecer. El tema es que mucho auditorio progre, que le es naturalmente afín, privilegió la mitad del vaso vacío por sobre la mitad llena.
Macri y Scioli pueden exhibirse cual anversos exactos. El jefe de Gobierno porteño se beneficia como el articulador de la fenomenal elección de De Narváez, y no lo toca que Michetti haya ganado por un margen estrecho y perdiendo votos. Y Scioli aparece como el sacrificado fiel que tuvo su castigo, en forma inversamente proporcional a la ecuación favorecedora de Macri: su imagen positiva no alcanzó para que Kirchner sacara aunque sea un hocico, y de manera simultánea resultó contaminado por las deficiencias del oficialismo. Kirchner no pudo flotar para llegar más o menos firme a lo que se cree es el cierre de su ciclo personal; pero lo de Scioli es peor, en cierto aspecto, porque sus acciones se desplomaron en cuanto a la perspectiva de suceder a Kirchner como referente pejotista y candidato 2011.
En este punto es donde todo se complica, si es por aquello de apreciar las cosas con mirada largoplacista. La derrota del kirchnerismo –aun conservando un rango de primera minoría, si se cuenta que la oposición permanece dividida– es un hecho demoledor porque, a pesar de todos sus errores/horrores de campaña y construcción política, se pensaba que podía mantener vigencia y cierto vigor el haber encarado un programa parcialmente rupturista respecto del modelo neoliberal que parecía invencible. En otras palabras y como no sea por la brillante elección de Pino, las elecciones testificaron que disminuyeron muy sensiblemente las reservas hacia la izquierda. Una izquierda muy modesta, pero izquierda al fin si es que hablamos de disputa de poder y no de abstracciones retóricas. Desde otro dibujo previo, en el que no se hubiera planteado como de vida o muerte una elección de medio término, las configuraciones podrían ser otras porque, después de todo, cabe insistir en que el oficialismo es primera fuerza. Este columnista se permitió escribir en su momento, en este diario, al lanzarse las “testimoniales”, que Kirchner cometía un error de dimensiones impredecibles al no dejarse lugar para guardarse como reserva. Parece estar claro, aunque en este país nunca se sepa, que esa posibilidad se le esfumó. Que es donde entra a contar, en todo su peso, aquello de no haber construido más allá de las mieles individuales de su éxito en los primeros años.
Macri, De Narváez, Reutemann, ¿Cobos?... Ya habrá más y mejor tiempo para analizar lo sucedido, como para que la noche termine con esos ganadores. Pero no se puede negar que la realidad incontrastable es ésa. La sociedad votó a la derecha. Y hay alguna izquierda, o progresía, o como quiera llamársele, que, además de tomar nota, debe hacerse cargo de su responsabilidad por ese voto.
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Uñas, dientes, votos. Por Martín Caparrós


(Publicado en Crítica Digital - Lunes 29/06/2009)

Ayer a la mañana un comando militar derrocó y desterró al presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Fue un golpe de Estado supuestamente “legalista”: los militares rebeldes dicen que lo dieron para impedir que Zelaya siguiera adelante con sus planes de reforma de la Constitución para poder ser reelegido –que la Suprema Corte de su país había declarado ilegal. Un golpe militar en Honduras no habría sido noticia hace veinte años; ahora lo es, y sólo queda desear que no sea un principio: la vuelta de un recurso político que parecía archivado –por impopular, por condenado, por innecesario para los poderosos de nuestros países, que aprendieron a gobernar sin semejante desprolijidad.

El golpe hondureño se dirigió a la cuestión principal de la política contemporánea: la conservación del poder. No hay tema que preocupe más a los gobernantes que seguir siéndolo; no hay cuestión que provoque tantos esfuerzos, tanto debate desde Honduras a Brasil, desde Colombia a Níger. A ningún sector le gustó nunca abandonar el poder; ahora son los hombres –el hombre fuerte de cada lugar– los que lo defienden con uñas y dientes. Es otro efecto de la falta de programas, de proyectos, de partidos políticos que los sostengan: si los hubiera, no importaría demasiado quién, qué personaje los lleva adelante. Pero no hay, y lo que queda son grupúsculos que se apoderan de los gobiernos con el sano propósito de guardarlos todo lo que puedan –y eso se transforma en el motivo principal de su existencia.El kirchnerismo también perdió porque quiso retener el poder a toda costa. Para eso se le ocurrió aquel plan genial de alternarse en la presidencia con su señora y conseguir así doce años en lugar de ocho, ¿se acuerdan? Fue hace mil años, o quizás dos. Ese plan de amarrocamiento del poder fue el que hoy recibió, formalmente, el rechazo de los votos. Kirchner y Scioli van perdiendo –a esta hora, en que los números todavía pueden cambiar– la provincia de Buenos Aires contra un invento del marketing publicitario. Y sí perdieron el resto del país contra cualquiera que se les presentara –incluso en su propia provincia: la herida insoportable. Es temprano: en unas horas se podrá hacer la cuenta global, nacional, para saber cuántos millones de apoyos perdió el kirchnerismo en estos 24 meses.Y la cifra es más dura cuando se considera la cantidad de argentinos que no votaron: es cierto que unas elecciones legislativas nunca atraen tanto como las presidenciales, pero un 60 por ciento de participación es un signo claro del interés que nuestros políticos consiguieron provocarnos. Es un 16 por ciento menos que en las últimas presidenciales: entre el 2007 y ahora, cuatro millones de personas se bajaron de la participación democrática. Si eso no es un fracaso, que nos cuenten cómo es fracasar.El kirchnerismo va sacando alrededor del 32 por ciento de los votos en la provincia de Buenos Aires y el 11 por ciento en la Ciudad de Buenos Aires: dos mundos uno al lado del otro. Es el reflejo de esta Argentina partida, quebrada, que inventó el proceso militar-menemista: el voto del segundo cordón pauperizado versus el voto de la clase media porteña sobreviviendo todavía.Que decidió olvidar el apocalipsis errático de la doctora Carrió y su banquero amigo, y votó mucho a Solanas. Se habla poco de la elección de Proyecto Sur: hoy todos hablan de Pino. El Proyecto Sur es uno de los grandes ganadores de estas elecciones, pero es cierto que también lo votaron miles de personas que no conocen su programa y se identificaron con su primer candidato. Su desafío es pasar de un brote de aprecio personal a la Zamora a la construcción de un partido o movimiento: convertir su ascendiente en un proyecto común que vaya más allá de personas y personajes, y abra el espacio para la participación y el debate generalizados. Ojalá pueda hacerlo.Hoy empieza una etapa nueva, parecida y distinta. El Congreso no va a ser el mismo y los candidatos empezarán a acomodarse para el 2011 –a pelearse por los despojos del peronismo y el poder–, pero lo decisivo que se viene en estos días no tendrá que ver con las chicanas politiqueras sino con la vida social y económica. Se viene, sobre todo, el alud que el dique electoral estaba conteniendo: aumentos, despidos, conflictos. Unas cifras podrían ser la síntesis: la gripe chancha por ahora es un ruido de fondo, pero quizá mañana empecemos a descubrir que la Argentina es el país con la tasa más alta de mortalidad por H1N1 en el mundo. En una epidemia como ésta, cierto nivel de contagio es muy difícil de evitar; la diferencia está en los tratamientos que reciben los contagiados. Las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud lo dejan claro: en Canadá hubo 19 muertos sobre 6.732 enfermos: un muerto cada 354 enfermos. En Chile, un muerto cada 718 enfermos. En Estados Unidos, un muerto cada 246 enfermos. En Guatemala, un muerto cada 127 enfermos. En Jamaica, Corea, Francia, Paraguay, India, Cuba, Ecuador, Vietnam, Brasil, Uruguay, Tailandia y muchos otros hubo enfermos pero no muertos. En la Argentina llevamos 1.587 enfermos y 28 muertos reconocidos: un muerto cada 57 enfermos. Y, en los últimos días, la OMS registra aquí 178 nuevos enfermos y 14 muertos: un muerto cada 15 enfermos. Al principio, en Argentina sólo se enfermaron los que viajaban a Disneyworld. Ahora, que el contagio se democratizó, las muertes se amontonan y hablan de un Estado que desdeña sus obligaciones más urgentes. Así, no es raro que millones de argentinos decidan no votar. Honduras parece lejos, y espero que lo siga pareciendo.

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Otro país existe. Por Joaquín Morales Solá

(Publicado en La Nación - 30/06/2009)
Cristina y Néstor Kirchner han creado una nueva y sorprendente fórmula electoral: han sido derrotados, pero nadie los ha vencido. ¿Se puede perder sin que alguien o algo sea autor de la derrota? Ciertamente, no. Sin embargo, lo que se desprende de esa reacción es mucho más que una simple capacidad de creación. Hay algo de soberbia y mucho de obcecación cuando el adversario ni siquiera tiene nombre y cuando la indispensable autocrítica no encuentra espacio ni tiempo.

Otro país existe desde la noche del domingo, y si hay algo que los seres humanos no pueden hacer es borrar o cambiar el tiempo de las malas noticias.
Otras cosas deberían preocupar a los Kirchner. ¿Por cuánto tiempo más Guillermo Moreno seguirá siendo el virtual y obsoleto ministro de Economía de la Argentina? ¿Por cuánto tiempo más Luis D´Elía continuará fungiendo como vocero público y consejero íntimo de Kirchner? Ellos son sólo símbolos, pero son los símbolos de las peores formas derrotadas el domingo: vejez ideológica y prepotencia política para gobernar. El problema de Moreno y de D´Elía no son ellos; el principal conflicto que plantean es que expresan, mejor que nadie, la manera de entender el gobierno por parte de Néstor Kirchner, que siempre contó más con sus fuerzas que con sus razones.
Una Argentina arrasada de problemas irresueltos aguarda ahora al matrimonio presidencial. Los Kirchner lideran desde el domingo, además, el gobierno nacional más débil desde que se fue Eduardo Duhalde. Un centenar de muertos por la gripe A se produciría en los próximos días. Ya el domingo existían 8 muertos más que los 26 que se reconocían oficialmente. La información se escondió hasta después de las elecciones. La epidemia afectará, según conclusiones de las autoridades sanitarias, entre 8000 y 15.000 argentinos en el mejor de los casos.
Ningún Kirchner habló nunca de la epidemia que colocó a la Argentina entre los países más castigados del mundo y que provocó una vasta y comprobable psicosis social. Varias provincias (Santa Fe, San Luis, Chaco) comenzaron ayer a aplicar medidas, como la suspensión de clases, que el gobierno nacional se niega a tomar. Graciela Ocaña se fue clamando por cerrar las escuelas, como hizo México en el primer momento de la peste, pero los Kirchner no querían hacer nada que pusiera en riesgo el altar electoral.
Nadie ha hecho tanto como Moreno para destruir al sector agropecuario. Su política ha fracasado, pero está dejando duras secuelas: el país podría importar carne, leche y trigo en los próximos tiempos. Moreno sigue mandando. Destruyó el sistema oficial de estadísticas y ahora cerró las importaciones con ideas que se murieron hace tres décadas. Varias importantes firmas internacionales de ropa se están yendo de la Argentina porque las prendas que producen fuera del país quedan retenidas en la Aduana; cientos de empleados son despedidos. Sucederá lo mismo con muchos otros rubros; el cierre brutal y sin normas de las importaciones es forzosamente recesivo en un mundo globalizado.
Muchos empresarios se habían hecho cargo de la caída económica, conservando el empleo de su personal, hasta las elecciones. Ahora vendrá una etapa de sinceramiento que podría elevar de manera considerable el porcentaje de desempleados. La Argentina no será una excepción en el mundo actual, pero está sola como país que espera que la mera bondad de la naturaleza le resuelva sus problemas. Es el país que los Kirchner ni explican ni entienden.
¿Qué hará Kirchner cuando el Congreso, el actual y no el por venir, le entregue una nueva política agropecuaria para aplicar? ¿Cómo reaccionará cuando el Congreso llame al fantasmal ministro de Economía para que informe qué está haciendo frente a la crisis local e internacional? ¿Cómo absorberá la noticia cuando el Congreso le fije, como podría hacerlo, una nueva política, con otras formas y otros contenidos, de subsidios al desempleo?
Hay vagas pistas de cómo podría reaccionar un hombre obligado a cambiar dramáticamente cuando está más cerca de los 60 años que de los 50. Devastado su espíritu por la derrota, en la madrugada de ayer Kirchner no sólo aceptó que había perdido sin reconocer a ningún ganador; también dijo que la gobernabilidad dependía de sus adversarios, porque él no estaba dispuesto a renunciar a ninguna de sus convicciones. Con más elegancia, debe reconocerse, la Presidenta dijo ayer, más o menos, lo mismo. ¿Qué harán entonces cuando la relación de fuerzas parlamentarias les imponga las condiciones de la nueva realidad?
La nueva realidad indica que ni siquiera obtuvieron el triunfo más fácil que pudieron alcanzar: la victoria en las elecciones de todo el país. Cristina Kirchner aceptó ayer, con desgano, un empate del oficialismo con la coalición de Elisa Carrió, el radicalismo, el cobismo y el socialismo. Según Carrió, su alianza superó al oficialismo por dos puntos en los porcentajes nacionales. Tomando la versión de una o de otra, lo cierto es que ese dato reinstala a Carrió (principal arquitecta del acuerdo no peronista) entre los principales dirigentes argentinos.
El temor de la oposición, peronista o no peronista, es que la obcecación de los Kirchner la lleve a escenarios no queridos. En la coalición no peronista y en el PJ disidente no se descartaban ayer cambios en los tiempos electorales, luego de que escucharon a Kirchner y a su esposa. "Habrá que hacerlo cuanto antes si es que hay que hacerlo", dijo uno de los ganadores del domingo.
No es Mauricio Macri, pero el jefe porteño se apuró ayer mismo a hablar por teléfono con Julio Cobos y con varios gobernadores peronistas (algunos kirchneristas, como Jorge Capitanich) para analizar el curso de la crisis. Algunas de esas conversaciones lo dejaron tenso y expectante. Macri (el primero que convocó al acuerdo entre Francisco de Narváez y Felipe Solá) podría lanzar su candidatura presidencial en los próximos días.
Kirchner tiene un problema y consiste en su apego a los aparatos y a las formas vacías. Renunció ayer a la presidencia del justicialismo como si abdicara de un trono de fantasía. Actuó un pedido a Daniel Scioli (elegido de hecho su candidato a suceder al kirchnerismo) para que no asumiera como diputado.
El gobernador actuó también su aceptación de una noticia que nunca existió; Scioli jamás pensó en volver a ser diputado. El otro país estaba lejos de ellos y el Gobierno parecía abandonado en la calle.

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Bajo los pies de Kirchner crece el tembladeral. Por Carlos Pagni


Cuatro llamadas telefónicas entre Santa Fe, Mendoza, Salta y la ciudad de Buenos Aires. Otra desde Madrid. La discusión por la designación de un ministro. El ascenso de dos papeles en la Bolsa. Un e-mail Buenos Aires-Milán. Quien haya detectado ayer esos movimientos podrá advertir que bajo los pies de los derrotados Kirchner comienza a extenderse un tembladeral.
Carlos Reutemann habló ayer con el vicepresidente Julio Cobos y con el senador Ernesto Sanz. Mauricio Macri, también. Casi al final del día, Reutemann atendió a Juan Carlos Romero. En estos contactos hubo más que felicitaciones. Entre el Acuerdo Cívico y Social, el PJ disidente y Unión Pro comenzó a elaborarse una agenda legislativa común para las próximas semanas. La intención es lanzar una prueba piloto sobre el Congreso sin esperar al 10 de diciembre.
Así lo explicó uno de los que apadrinan la idea: "Si Reutemann, Romero y Adolfo Rodríguez Saá convocaran a los legisladores del oficialismo, operarían como un imán". La llamada de Romero a Reutemann fue para hablar de esta jugada y hacerle notar que la oposición quedó con el control de 38 votos contra 36 en el Senado. Radicales, peronistas y macristas intentarán seducir al oficialismo vacilante con un par de proyectos que el Gobierno ha rechazado: la ampliación de la exención de Ganancias para pymes y la protección de los glaciares.
Esta embestida se extiende al PJ. Kirchner se retiró de la jefatura para no ofrecer ese campo de batalla a sus opositores internos. La excusa es que no merece encabezar el partido quien lo condujo a la derrota (aunque la Presidenta explicó ayer que habían ganado). Pero del sucesor, Daniel Scioli, se puede decir lo mismo. Eduardo Duhalde llamó desde Madrid a Alfredo Atanasof para interiorizarse de estos movimientos. Duhalde pretende negociar un Congreso que reemplace a la conducción actual. Ese PJ transformado, con él al frente, serviría a quien quiera llegar a la presidencia sin la mochila de los Kirchner. De él dependerían los bloques legislativos. Romero se propone explicar a Scioli un plan similar.
Hugo Moyano sigue estos pasos con atención. Anteanoche compartió el llanto y rechinar de dientes del Intercontinental, pero ya se sacó el luto para resistir una avanzada de Luis Barrionuevo, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y Armando Cavalieri. La excusa para distanciarse de la Casa Rosada: Cristina Kirchner reemplazó a Graciela Ocaña por el tucumano Juan Manzur sin consultarlo. Moyano pretendía ocupar el lugar con alguien de su entorno. Ahora acecha sobre la Superintendencia de Salud, donde Juan Rinaldi controla la "caja" de las obras sociales. Manzur no pidió esa área para sí. Si la conquista, habrá dado la excusa a Moyano para abandonar la nave. De ese hilo pende hoy la alianza más importante en la que se sostiene el Gobierno.
El mercado interpretó bien la derrota oficialista. Ayer explotaron dos acciones: Siderar (Techint) y Clarín. AEA 1-Kirchner 0. Esa fue la lectura. Paolo Rocca festejó otro detalle: José María Díaz Bancalari, ariete de Kirchner contra sus empresas, perdió en San Nicolás. Reunidos anoche en la UIA, los industriales especularon, con poca convicción, que tal vez el Gobierno constituya el Consejo Económico y Social del que estuvieron hablando con Julio De Vido. Uno de ellos reflexionó: "Néstor entiende el consenso desde el punto de vista corporativo, no partidario. Por eso tal vez nos llame".
En las grandes compañías no esperan a que Kirchner tienda la mano. No debería sorprender si en unos días aparece una foto de las principales cabezas de AEA con la Comisión de Enlace agropecuaria.
En el caso de Clarín, estos movimientos se vinculan con una operación crucial: la venta de las acciones de Telecom Italia en Telecom.
Kirchner presionó para que la operación se realizara esta semana, a favor de Eduardo Eurnekián y Ernesto Gutiérrez. Pero anteanoche, desde el microcentro porteño, alguien envió un correo electrónico al cuartel de Telecom Italia, en Milán, con el resultado electoral y una advertencia: ya hay por lo menos dos dirigentes opositores, porteños, dispuestos a hacer estallar un escándalo si esa venta se consuma. Tal vez Héctor Magnetto no se quedará con Telecom, para agregar a su red de TV cable e Internet otra de telefonía fija. Pero es posible que, gracias al tropiezo de Kirchner, nadie pueda, en lo inmediato, armar una en su contra.

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Los mensajes de la elección de ayer. Por Aldo Ferrer

(Publicado en Infobae - Lunes 29/06/2009)

Donde prevaleció el discurso mediático, el individualismo de algunos y la falta de una estructura política popular que permitiera la consolidación de un discurso hegemónico, nacional y popular.

Durante más de la mitad del siglo XX (1930-1983), la Argentina no pudo procesar sus conflictos en el marco de reglas establecidas por su orden jurídico. Las tensiones severas culminaron, en ese entonces, en golpes de Estado. Además, en ese período y aun después del retorno a la democracia, como sucedió en 1989 y en el 2001/2002, las turbulencias políticas también desembocaron en desórdenes económicos extraordinarios y cambios drásticos en la política económica. Existe, pues, una tradición de transformar los conflictos en severas crisis institucionales y económicas.La situación actual revela dos avances importantes respecto del pasado. Por una parte, a partir de fines de 1983, los conflictos se procesan dentro de las reglas de la Constitución y la democracia resiste las tensiones, preservando los relevos de los mandatos políticos y la división de poderes. Por la otra, por graves que sean las perturbaciones económicas, de origen externo e interno, la economía todavía ahora se mantiene bajo control en sus tres ejes fundamentales: la moneda, las finanzas públicas y los pagos internacionales. Avances de extraordinaria significación que contribuyen a procesar los conflictos sin reincidir en la inestabilidad institucional y el caos económico. En conclusión, la elección del día de ayer es un éxito en el sentido de que tuvo lugar en el pleno ejercicio de las reglas democráticas y en el marco de una economía ordenada.Subsiste, sin embargo, otro dilema histórico, a saber: la ausencia de un consenso hegemónico acerca de la estructura económica necesaria para el desarrollo del país y su inserción dinámica en el orden mundial. La incapacidad de los argentinos de ponernos de acuerdo, provocó cambios drásticos de estrategia económica y su carácter pendular entre visiones antagónicas sobre las cuestiones fundamentales. Consecuentemente, el país no logró desplegar su potencial de recursos y participar de las relaciones económicas internacionales en una inserción simétrica, no subordinada.El problema se expresa, principalmente, en tres cuestiones fundamentales: la relación campo-industria, el papel del Estado y las relaciones con el resto del mundo. El debate electoral volvió a demostrar que el diferendo fundamental, entre los modelos neoliberal y nacional, refiere a la posibilidad del país de elegir su propio camino antes que a la distribución del ingreso. En esta última, todos proponen, ahora, erradicar la pobreza y el reparto más equitativo del bienestar. La cuestión de fondo es, sin embargo, que sin soberanía es imposible aumentar las inversiones, el empleo y los salarios reales, condición necesaria de la equidad distributiva. En conclusión, la cuestión nacional es el núcleo de la cuestión social.El contexto en el cual tiene lugar actualmente la confrontación de los “modelos” neoliberal y nacional, registra, también, cambios extraordinarios. La crisis mundial y el derrumbe del mundo del dinero han demolido los fundamentos del paradigma ortodoxo en el mismo centro del sistema. El descrédito se extiende a la periferia, como se advierte en la crítica generalizada al Consenso de Washington, que inspiró las políticas de la mayor parte de América latina. El Estado reaparece, en todas partes, como la tabla de salvación de las economías de mercado.En el plano interno, la salida de la crisis del 2001/2002 reveló el potencial del país y su capacidad de ponerse de pie con sus propios medios, sin pedirle nada a nadie. Reveló, también, nuestra capacidad de poner la casa en orden. Logramos, en efecto, transformar el default en deuda pagable, pesificar el sistema monetario, recuperar solvencia fiscal y administrar el tipo de cambio y los pagos internacionales. La Argentina dejó de ser un suplicante de la ayuda externa y ha ganado la posición de los países que deciden su propio destino dentro del orden mundial. Esto permitió que del 2002 al 2008 la economía argentina creciera a “tasas chinas” y a más del doble que Chile o Brasil. La capacidad de resistencia de la economía argentina en la actualidad es verdaderamente notable si se toman en cuenta los acontecimientos negativos que se acumularon en los últimos tiempos (fuga de capitales, crisis mundial, conflicto del campo, sequía, crispación del debate político).La propuesta “nacional” del desarrollo cuenta así, en la actualidad, con condiciones propicias, mucho mejores que en nuestra historia contemporánea. Aprendimos a procesar los conflictos conforme a las reglas de la Constitución, podemos enfrentar problemas económicos sin caer en el caos, el paradigma neoliberal ha revelado, aquí y en el resto del mundo, su inviabilidad y, por último, la recuperación de los últimos años ilustra que es necesario y posible vivir con lo nuestro, abiertos al mundo, en el comando de nuestro propio destino.Sin embargo, los obstáculos para poner definitivamente en marcha un proceso nacional de desarrollo siguen siendo inmensos. Aun en el marco del descrédito, interno e internacional, el modelo neoliberal conserva considerable influencia, arraigado en intereses concretos y en lo que Galbraith llamaba la “sabiduría convencional”. Es indispensable, entonces, encontrar respuestas lúcidas a las tres cuestiones fundamentales, vale decir, la relación campo-industria, el papel del Estado y el estilo de relacionamiento internacional. El mayor obstáculo no radica en la gravitación de los intereses neoliberales ni en las restricciones externas. El problema de fondo es la división de los sectores y actores sociales creadores de riqueza, es decir, la falsa división de las aguas dentro del mismo campo de los intereses nacionales. Así se frustraron procesos de transformación en el pasado y corre el riesgo, actualmente, de volver a repetir la experiencia.¿Qué nos dice, entonces, la elección de ayer? Lo principal es que está pendiente la construcción del consenso hegemónico sobre el modelo de país. En diversas expresiones políticas, están dispersos actores económicos y sociales, partícipes necesarios y beneficiarios del desarrollo nacional, los cuales aparecen divididos por cuestiones periféricas a los problemas centrales que tenemos por delante. Esos problemas consisten en: 1) Impulsar la formación de una economía integrada y abierta fundada en el desarrollo de todo el campo, toda la industria y todas las regiones. 2) Construir un Estado protagonista impulsor de la iniciativa privada, defensor de la soberanía y promotor de la equidad. 3) Vincularnos con el resto del mundo de manera simétrica no subordinada, consolidando la capacidad de decidir nuestro propio destino.El primer desafío después de los comicios es fortalecer lo logrado. Es decir, consolidar el funcionamiento de las instituciones de la democracia y preservar la gobernabilidad de la economía argentina en sus tres ejes fundamentales, es decir, la moneda, las finanzas públicas y los pagos internacionales. En segundo lugar, es imprescindible clarificar las cuestiones en juego, para evitar enfrentamientos injustificables y la falsa división de las aguas. Un ejemplo emblemático de esta situación es el de las retenciones. La cuestión debe abordarse en términos de la estructura productiva y la necesidad de tipos de cambio diferenciales para que, desde la soja hasta los electrónicos, textiles y bienes de capital, sea rentable la producción de bienes transables sujetos a la competencia internacional, en el mercado interno y el mundial. Asimismo, es preciso clarificar el papel del Estado, la aplicación de los recursos del sistema de previsión social, la confiabilidad de las estadísticas oficiales y el tipo de cambio que asegure la competitividad de la producción nacional y evite la fuga de capitales. La insuficiente claridad en el tratamiento de los problemas genera antagonismos entre protagonistas que tienen coincidencias en sus intereses fundamentales.¿Qué puede hacerse para clarificar el debate y generar consensos? Mucho. Entre otras iniciativas, la constitución del Consejo Económico y Social para abrir un intercambio permanente y sistémico entre el Gobierno y los actores económicos y sociales. Se trata de debatir los grandes problemas del desarrollo del país y su inserción internacional, promover y viabilizar las iniciativas desde el sector privado. Es necesario que las representaciones del ruralismo, la industria y el trabajo, planteen sus legítimos reclamos sectoriales en el marco de una visión solidaria, de un país integrado que despliega el potencial de sus recursos y de su gente.Simultáneamente, el Gobierno podría proponer un amplio debate en el Congreso Nacional, sobre los grandes temas del desarrollo del país y su inserción en el mundo. Al estilo de la experiencia de las democracias de larga tradición, como la norteamericana, cabe instalar en las Cámaras del Congreso y sus comisiones, un espacio permanente de debate de los grandes temas nacionales y generación de consensos.La elección de ayer renueva la esperanza y la posibilidad de cerrar la brecha entre el país real, que ahora tenemos, y el posible, en virtud de su extraordinaria dotación de recursos humanos y materiales. Es imprescindible generar el convencimiento de que el lugar más rentable y seguro para invertir el ahorro y el talento argentinos es nuestro propio país. Los recursos están. Es preciso consolidar la confianza en nuestras propias fuerzas. En la capacidad de los argentinos de vivir en democracia y de enfrentar los problemas con lucidez y el convencimiento de un destino compartido. No hay más lugar para el “que se vayan todos” o los destinos sectoriales, distintos del desarrollo nacional en toda la amplitud de nuestro gigantesco territorio.

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Nunca es demasiado tarde para la sensatez. Por Eduardo Fidanza


(Publicado en La Nación - Martes 30/06/2009)

El primer indicio de que los Kirchner entraban en el ocaso surgió durante febrero de 2008. La Presidenta había iniciado su gestión con alta popularidad y expectativas favorables. Pero al regreso de un verano sin esplendor los argentinos empezaron a retirarle el afecto. No había ocurrido todavía la crisis del campo y la explicación más consistente fue que la creciente inflación estaba astillando las esperanzas de la población. A los pocos días Cristina Kirchner denostó (y catapultó) la protesta rural, al denominarla, con fatales palabras, "piquetes de la abundancia". Esa misma noche la clase media -que suele decidir la suerte de los gobiernos- se precipitó a la calle a hacer sonar las cacerolas.
A partir de allí el matrimonio gobernante y sus cortesanos entraron en una fantástica trama de mentiras, negaciones, confusiones y soberbias. Detrás de la angustia y el mal humor que provocaba la inflación se escondía un hecho clave: aumentaban los precios y el Gobierno los negaba, falsificando con torpeza las estadísticas. La gente se sintió burlada. Pero la peor parte la llevaron los sectores populares, tradicional base electoral del peronismo: ellos fueron, a la vez, engañados en su buena fe y despojados de la capacidad adquisitiva de sus ingresos.
El sociólogo norteamericano Charles Wright Mills enseñó algo elemental que los Kirchner no tuvieron en cuenta: las personas comunes estructuran su conocimiento a través de dos canales: uno es la experiencia directa, que se verifica en la vida familiar, el vecindario, los medios de transporte, el trabajo y el consumo; el otro son los informes que reciben sobre los ámbitos en los que no están directamente involucrados. Por eso a la hora de engañar pueden pergeñarse fábulas acerca de lo que ocurre en los palacios, pero no de lo que sucede en la calle.
La buena sociología, aquella que perdura y conserva capacidad interpretativa, ofrece otra lección que los Kirchner despreciaron: el dogmatismo ideológico es una falsificación de cómo funcionan las cosas en este mundo. Los dogmáticos viven refugiados en una nube donde todo encaja y ajusta. No hay lugar para la incertidumbre, las paradojas o las mediaciones. El arte de entender empieza por no adjudicar estrictas causalidades a la compleja realidad, aunque eso signifique hacer aproximaciones y pocas veces tener certezas.
Los Kirchner, que se dicen progresistas, cayeron, en realidad, en una trampa destinada a los dogmáticos. Si los pequeños productores están alineados con la Sociedad Rural, debe haber un error. Si Carrió va con Prat-Gay, es de derecha. Si LA NACION publica encuestas desfavorables, se trata de una conspiración. Si los inversores extranjeros remesan ganancias, entonces expolian al pueblo. Si hay una interpretación historiográfica, política o económica distinta de la nuestra, los que la sustentan son enemigos del interés general.
Una larga lista de este tipo de razonamientos enredó a los Kirchner en una ficción nefasta de la que nunca quisieron salir. Presuntos intelectuales alimentaron con falacias esta ceguera y traicionaron la visión crítica que debemos esperar de la inteligencia. Si a eso se le suma la adicción por los sondeos apócrifos, se entenderá por qué la maldad popular hizo circular por Internet versiones caricaturescas de la película La Caída , en alusión al matrimonio gobernante.
A los Kirchner se les escurre el poder. Fue rápida la transición de la gloria al ocaso. Quizá lo explique otra enseñanza de la sociología, esta vez política, que desechó el matrimonio. Se vincula con la naturaleza de la legitimidad. Es un atributo que los gobernados otorgan a los gobernantes para reconocerles autoridad. No concluye sino que empieza con el voto. En la democracia moderna se legitima una gestión de gobierno por dos razones básicas: la mejora económica y la identificación con valores. Los Kirchner apostaron todo a la economía y se olvidaron de que la gente además de bolsillos tiene conciencia.
Recuperar la veracidad, empezando por sincerar las estadísticas, sería un paso en el sentido de los valores que la sociedad apreciaría. Nunca es demasiado tarde para la sensatez.
El autor es director de Poliarquía Consultores

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El fin de una etapa. Por Daniel V. González


El mensaje de los votantes ha sido bastante claro.
Esta vez no hay margen para la duda ni para las lecturas analíticas en un sentido o en otro.
El oficialismo ha perdido votos en todo el país, como le ocurrió a Raúl Alfonsín en 1985 y a Carlos Menem en 1997. Y, como le ocurrió a ellos, esta elección de medio término marca el final de una etapa política.

El gobierno ha perdido la madre de todas las batallas: la Provincia de Buenos Aires, donde además iba de candidato el gobernador provincial, Daniel Scioli y el presidente del Partido Justicialista, Néstor Kirchner.
Ahí están los obreros y pobres del primer, segundo y tercer cordón que circundan a la Capital Federal, sede de la mayor densidad del voto justicialista. Ahí había cifrado el oficialismo todas sus expectativas de triunfo. Ahí había ganado por paliza en los comicios de 2005 y 2007.
“Tenemos que ganar por 15 puntos en La Matanza para compensar la pérdida de votos en el resto de Buenos Aires”, se oía decir en filas del PJ. Pero no pudo ser. Las diferencias se estrecharon en los cordones otrora llamados industriales. En Avellaneda, hubo un virtual empate y en Lanús, por ejemplo, ganó la alianza entre Macri y De Narváez.
Pero hubo más:
· La victoria de la oposición en Santa Cruz no tiene significación numérica pero desde el punto de vista simbólico, es un mazazo. Santa Cruz es el pago chico de la pareja presidencial. Perder ahí era impensado.
· La holgada victoria de Julio César Cobos en Mendoza ha sido también una dura espina en el corazón del propio Poder Ejecutivo.
· Los datos de La Plata, fueron ingresados muy lentamente. Pero en ese lugar, también emblemático, el oficialismo obtenía un voto de cada cinco.
· En provincias como Córdoba y Santa Fé, el Frente para la Victoria obtuvo apenas alrededor del 10% de los votos.
· Al cierre de esta edición, también perdía en Entre Ríos.

En definitiva, la pérdida de votos ha abarcado todo el país. Pero lo decisivo, por su importancia política, numérica y simbólica, ha sido la derrota en la mayor provincia del país.
Ahí es donde se pusieron todas las fichas. Y ahí es donde la derrota ha sido más dura y difícil de remontar.
Comienza otra etapa en la política argentina.

El síndrome del “pato rengo”
Así llaman en los EEUU (“lame duck”) a la particular circunstancia en la que un presidente, si bien mantiene su investidura y su poder formal, ya carece de interés pues su futuro está bloqueado por el surgimiento y la presencia quien lo sucederá en su cargo. Todos miran al sucesor y prefieren hablar con él.
Después de esta elección, ya no habrá 2011 para los Kirchner.
Ni para Scioli.
A partir de hoy los caciques del conurbano bonaerense estarán atentos para arrimarse a aquél que pinte como el que tiene mayores posibilidades para ser presidente dentro de dos años. Comienza una migración de punteros, de intendentes y, probablemente, de gobernadores. Es uno de los momentos más crueles de la política. Se quiebra la lealtad, se abandona a los perdedores, se rodea a los triunfadores y se reconoce su jefatura.
Pero resta un largo período hasta el fin del mandato presidencial. Dos años y medio largos.
Es una incógnita la actitud que asumirá el gobierno ante esta derrota. Lo obvio sería negociar con las fuerzas políticas de la oposición, dueñas de dos de cada tres votos en la Provincia de Buenos Aires y dueños también de una abrumadora mayoría en grandes provincias como Córdoba, Santa Fé y Mendoza.
Con el escrutinio a la vista, no quedan dudas acerca de dónde está la voluntad popular en este momento y cuál es su mensaje. Sólo falta que se reconozca esta situación de minoría y derrota.

Un nuevo polo aliancista
Tal como fue planteada la elección por el oficialismo, el país entero estaba pendiente del resultado en la Provincia de Buenos Aires. Pero esta circunstancia, claramente decisiva, no puede hacer que obviemos considerar la consolidación, aunque irregular, de un polo opositor integrado por el radicalismo, el socialismo y el ARI.
El triunfo en Mendoza, el de Córdoba (en la lista de diputados nacionales), la excelente elección realizada en Santa Fe, las victorias de Entre Ríos y Santa Cruz, más el 21% obtenido en Buenos Aires, consolidan a esta franja con interesantes perspectivas hacia el futuro.
La incógnita es si en su retroceso, el kirchnerismo conservará o no una parte de la fuerza política que concentraba hace apenas un par de años. Al cierre de esta edición, no está claro quien ganó en Santa Fé. La elección se está definiendo voto a voto. Habrá que ver cómo queda Reutemann si fuera derrotado por escaso margen de votos a manos de Giustiniani. Un triunfo “por un voto” lo posiciona inmejorablemente hacia el 2011.
La política nacional ha vivido un cambio de rumbo. Pero quizá ese momento no se haya dado en estos comicios sino el año pasado, cuando el campo se rebeló en marzo y cuando Julio Cobos, en julio, pronunció su voto “no positivo” a la Resolución 125.
Los resultados de ayer no han sido más que la confirmación electoral, imprescindible por irrefutable, de un cambio en la relación de fuerzas de la política nacional ocurrida durante el conflicto entre el gobierno y el campo.

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sábado, 20 de junio de 2009

Malvinas y los crímenes de lesa humanidad. Por César González Trejo


(Nota publicada en Infobae el viernes 19/06/2009)

La semana pasada se conoció una denuncia efectuada ante el Juzgado Federal de Río Grande, a cargo de la doctora Lilian Herráez, que fue promovida por el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata (CECIM), y el Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas de Corrientes (CESCEM), con la cooperación del ex Subsecretario de Derechos Humanos de esa Provincia, Pablo Vassel.

Entre los múltiples hechos denunciados, se encuentran los delitos de homicidio, reducción a servidumbre, torturas, abandono de persona y lesiones graves.
Es innegable que en la guerra de Malvinas se manifestaron todo tipo de conductas, en ambos bandos y en las distintas jerarquías de las fuerzas armadas. No existe aún una evaluación mesurada y profunda sobre esas conductas, no sólo para fijar castigos, sino tampoco para establecer premios. Sencillamente, no nos hemos dado la oportunidad de revisar en profundidad ese acontecimiento que conmocionó a nuestra sociedad y al mundo.
Es absolutamente cierto que durante la guerra hubo superiores que no tuvieron un comportamiento honorable. De arriba hacia abajo, deberíamos comenzar por evaluar la conducta de aquellos que, sin haber estado en el campo de combate, su responsabilidad en el nivel estratégico incidió decisivamente en el resultado de la contienda.Habría que revisar la conducta del designado gobernador de las Islas, general Mario Benjamín Menéndez y de su estado mayor en Puerto Argentino, más preocupado por su seguridad y confort, que por la conducción de las operaciones o por el estado físico y moral de sus subordinados.
Y luego, sí, cabe evaluar la conducta de quienes en el nivel táctico, no estuvieron a la altura de las circunstancias. Hubo jefes de regimiento que no se les vio la cara durante todo el conflicto armado. Jefes de compañía que prometían ferocidad en el combate, pero cuando llegó la hora fueron los primeros en desaparecer de sus posiciones, abandonando a su tropa. Oficiales y suboficiales que aprovecharon su lugar de mando para cometer abusos de autoridad y desnaturalizar su función militar.También hubo soldados conscriptos que le robaron la bolsa de dormir a su compañero de carpa, o las pocas raciones de comida que se disponían en la escasez. Otros que se dormían durante las guardias, exponiendo a todos sus compañeros a la muerte, otros que las eludían cobijándose bajo la protección de un superior, y hasta quienes se dispararon en el pie para ser evacuados al continente, sin contar con los que sufrieron repentinas colitis justo antes de entrar en combate.
Todas estas situaciones son reprochables, pero también entendibles. La guerra es una desmesura, y nadie puede saber cómo se comportará, hasta que está ahí. Se aprende mucho de sí mismo en tales circunstancias.
Pero también, como sabemos, en la guerra de Malvinas hubo innumerable cantidad de actos heroicos, protagonizados por oficiales, suboficiales y soldados conscriptos.
En la historia de cada caído en y por Malvinas, encontramos una muestra de coraje. Historias que se conocen poco, y de las que sólo han trascendido algunos casos, porque la escasa atención que se ha dedicado a Malvinas desde los espacios de producción de sentido (medios de comunicación, universidades, intelectualidad, etc.), han puesto en un plano de oscuridad a todo el resto.
¿Pueden las cobardías tapar las heroicidades? O por el contrario: ¿pueden los actos heroicos, disculpar las miserias? A nuestro entender, ni una cosa, ni la otra. Lo justo consiste en premiar los méritos, y castigar los deméritos.
El primer juicio, y quizás el más importante para un buen militar, es el de sus subordinados. El que fue buen jefe en la guerra, comparte asados y reuniones de camaradería con sus otrora soldados, en tiempos de paz. Se ha ganado el afecto eterno y la condición de “primus inter pares”. Es querido y admirado, y su palabra respetada. Por el contrario, quien incumplió con su deber en el campo de Marte, no puede ni asomar la nariz por un Centro de Veteranos de Guerra. Este juicio es de única instancia, e inapelable.Quizás haya llegado el tiempo para que el Estado Nacional cree un ámbito desde el cuál se evalúen méritos y deméritos individuales o grupales de lo acontecido en la guerra, para que las presentes y futuras generaciones conozcan más y mejor quién hizo qué cosa en tiempos de guerra.
¿Es el Poder Judicial de la Nación el ámbito donde dirimir estas cuestiones?La resolución adoptada por la Jueza Federal de Río Grande habría definido como de “lesa humanidad e imprescriptibles” a los delitos denunciados, fundando esta posición en que “un acto inhumano cometido contra una sola persona podría constituir un crimen contra la humanidad y de lesa humanidad, si se situara dentro de un sistema o se ejecuta según un plan, o si presenta un carácter repetitivo que no deja ninguna duda sobre las intenciones de su autor”.
Es evidente que el argumento de la magistrada intenta analizar los hechos denunciados a la luz de la doctrina y de la jurisprudencia consagradas internacionalmente en materia de Derechos Humanos. Las mismas por las cuales se está juzgando a los militares argentinos responsables por delitos cometidos en ocasión del llamado “Terrorismo de Estado”.¿Es la guerra de Malvinas un evento homologable al Terrorismo de Estado?La guerra de Malvinas no puede homologarse al Terrorismo de Estado. En cierto sentido, es su contracara, aunque ambos procesos fueron conducidos por el mismo gobierno dictatorial.
En la ejecución del Terrorismo de Estado sí hubo planificación sistemática de secuestros, asesinatos y torturas, de acuerdo a la doctrina impartida por los manuales norteamericanos de contrainsurgencia, contra un “enemigo” interno.
En cambio, en la guerra de Malvinas, las fuerzas argentinas nos enfrentamos a un enemigo externo, precisamente, a aquél que se definía poco tiempo antes como el aliado occidental para enfrentar al “enemigo comunista”. Porque en Malvinas, no enfrentamos a Gran Bretaña, solamente, sino a la OTAN. Es decir, a los EE.UU. y a los países europeos que integraban en ese entonces esa alianza militar. De allí el sabotaje francés para la entrega de los EXOCET ya pagados, o el boicot económico de toda Europa en nuestra contra.
Fue, a diferencia del Terrorismo de Estado, una guerra entre dos ejércitos regulares, con soldados identificados en ambos bandos.
No hubo órdenes de las fuerzas armadas argentinas para inferir torturas a los soldados británicos, ni a los argentinos. Tampoco directivas dirigidas para su eliminación física sistemática. No hubieron secuestros, ni desaparecidos, ni torturas sistematizadas.
Sostener lo contrario, es sencillamente un disparate, sólo explicable por una patología mental inducida por una mirada plagada de odio ideológico, y de estupidez.
Por César González Trejo, Ex soldado conscripto, combatiente en Malvinas.


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viernes, 19 de junio de 2009

Mitologías políticas. Por Beatriz Sarlo


(Nota aparecida en La Nación - Viernes 19/06/2009)

Daniel Scioli y Gabriela Micchetti son parecidos. Tienen un discurso sin ángulos ni relieves y se presentan como dialoguistas. Pero Scioli se identifica con una imagen de gestión dinámica mientras que Michetti ha cedido esos menesteres cansadores a su jefe, Mauricio Macri. Sin duda, en el calentamiento de motores propio de la campaña, Scioli se atrevió a pronunciar frases insólitas del tipo: "Me van a tener que pegar un tiro para que deje de trabajar"; y Michetti se ha vuelto un poco menos reposada. Los fotógrafos captaron momentos de tensión pública entre ella y Macri, que fueron explicados de modo poco creíble. Y hace unos días, en un programa conducido por María Laura Santillán, Pino Solanas tuvo que pedirle a Michetti que dejara de interrumpirlo, y agregó, de un modo poco gentil al que ella no está habituada, que no discutía sobre el tema de los ferrocarriles, sino que simplemente estaba exponiendo. Observación justísima, ya que Michetti, cuando le llegó su turno, no tenía nada que decir al respecto. Más vale que se vaya acostumbrando a estas y otras formas de la disidencia, si es que va a ser diputada y compartir el recinto con gente proclive, como Kunkel, a insultar a quienes votan en contra de los proyectos del Ejecutivo nacional


Sobre el tono monocorde de Scioli, aunque ahora se conmueva por los oleajes de campaña, es difícil decir más de lo que se ha dicho. Evadía las preguntas comprometedoras del mismo modo cuando era menemista y cuando era duhaldista; la conversión al "modelo K" no conmovió los cimientos de su optimismo panglossiano. Bajo los proyectiles orgánicos que le arrojaron algunos grupos de enardecidos, Scioli recibió el mensaje de que ponerle el cuerpo al kirchnerismo no siempre le permitirá mantener el buen humor. Poco habituado a los ataques, se le escapó la frase desmesurada que citamos al comienzo. Si se convierte en diputado, ya no podrá desarrollar sus habituales variaciones sobre "gestión" y "gobernar para la gente"; deberá, también, afinar los recursos polémicos. Comprometido a asumir el mandato por el fallo judicial que dio luz verde a su candidatura, el diputado Scioli no podrá responder a las preguntas enumerando una larga lista de pueblos bonaerenses visitados: Alsina, Alberti, Almirante Brown, Arrecifes, Avellaneda, Ayacucho, Azul?, ni proporcionar el kilometraje semanal recorrido.
De todos modos, ubicados en competencia aunque se presenten en distritos diferentes, Daniel Scioli y Gabriela Michetti comparten una cualidad mítica: ambos volvieron de la muerte venciendo una fatalidad cruel. Hoy, raramente la política entusiasma, salvo cuando aparecen hombres o mujeres que posean rasgos precisamente exteriores a ella. Se trata de un decaimiento de la argumentación en beneficio de cualidades personales que, aunque en sí mismas no garanticen nada, son valiosas en términos de vida cotidiana: ¿quién será tan cínico que no simpatice con alguien que ha superado las adversidades del destino?
El kirchnerista Scioli y la macrista Michetti estuvieron en el límite entre la vida y la muerte. Se acercaron a ese territorio sombrío y pudieron regresar. Sufrieron pérdidas y mostraron voluntad y temple para compensarlas. En un mundo de donde se han ausentado las cualidades heroicas de la entrega y la solidaridad que posterga los intereses propios (virtudes que persisten en muchos militantes sociales o religiosos), Michetti y Scioli ofrecen el testimonio de que es posible, por lo menos, superar la adversidad que puede tocarle a alguien en términos completamente personales. A diferencia de quienes nunca pisaron el umbral, ellos saben lo que es haber estado allí y volver con el cuerpo herido de modo irreversible. Ambos pertenecen al tipo privado de héroe de nuestro tiempo.
Claude Lévi-Strauss sostuvo en Antropología estructural , uno de los más famosos libros del siglo XX, que "cada mito es el conjunto de todas sus versiones". El regreso del más allá es una peripecia que atravesaron muchos de los héroes clásicos. Scioli y Michetti, probablemente sin buscarlo o buscándolo de manera secreta incluso para ellos mismos, se han convertido en héroes de un relato menor en una época de relatos menores. Después del desastre, han vuelto a la vida con una fortaleza desconocida por los mortales que nunca nos vimos exigidos a probar nuestro temple ante esas circunstancias excepcionales. La trama de estos "milagros" contemporáneos toma el lugar de los mitos, porque presenta un valor privado e íntimo, hecho a la medida de la época.
Lo que une a Michetti y Scioli en la imaginación es este rasgo que, por un camino con más vueltas, favorece también a Nacha Guevara. Se ha negado con énfasis que ella sea la tercera en las listas de la provincia de Buenos Aires porque representó a Eva Perón en el teatro. Sin duda, no se la convocó simplemente por eso. Pero sería ingenuo negar que su inclusión esté completamente desvinculada de una dimensión simbólica que al kirchnerismo le anda faltando porque la rechazó durante sus primeros años en el poder. Nacha Guevara no es Eva y no hay votante de ninguno de los tres cinturones del Gran Buenos Aires que se confunda al respecto. Pero fue Eva en una comedia musical (adonde llegó porque Scioli puso fondos para producir la obra) y algo ha quedado de ese aura flotando alrededor de ella. No es lo mismo que se hubiera bajado del escenario después de hacer una obra sin argumento político como Qué me van a hablar de amor , en 2003, El graduado , en 2006, o No te prometo amor eterno , en 2007. Las fotos de esos espectáculos no la colocan en la política; mientras que el último musical sobre Eva Perón ofrece ilustraciones retro de la cultura popular peronista.
No se ganan elecciones con fotos de una obra de teatro, pero, como suele decirse, todo suma. Incluso las expediciones por el espiritualismo de la Nacha new age , aunque no sintonicen para nada con la tradición peronista, están perfectamente a tono con la cultura contemporánea, y mucho más todavía si se las ha difundido por la televisión de la media tarde. Esto no alcanza para convertir a alguien en político, pero la imagen de la política está en baja y lo que venga desde afuera resulta, por lo menos al comienzo, más simpático.
Lo que viene de afuera conserva, en los casos mencionados, el peso de narraciones muy típicas, tradicionales y conocidas por todos: Nacha, la que le puso el cuerpo al mito de Eva y volvió a hacerla presente para las capas medias que, cuando Eva vivía, la odiaban con las misma intensidad con que aplaudieron la obra de teatro; Scioli y Michetti que llegan después de ser víctimas de una desgracia casi fatal. En Perón o muerte , Silvia Sigal y Eliseo Verón analizaron un rasgo de los discursos del líder: se presentaba como un hombre que ha superado grandes pruebas y llega de lejos para ofrecer algo que falta y que sólo él puede dar porque, justamente, viene de afuera.
En los primeros años de gobierno, los pingüinos tenían también esa carga mítica. Los avatares de la política actual y su estrategia publicitaria siguen tejiendo las fibras de la antigua historia del héroe llegado de lejos, calificado para cumplir una tarea difícil o difundir un nuevo estilo. Sin embargo, no sería bueno confundir renovación de la política con renovación de su mitología. Una nueva política seguramente producirá nuevas narraciones y personajes que interesen la imaginación; pero ellos no producen, por sí mismos, nueva política.
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jueves, 18 de junio de 2009

Construcción de un gran espacio suramericano. Por Alberto Buela

En estos días que venimos recibiendo varias solicitudes del extranjero sobre la integración suramericana (investigadores brasileños como Julia Nassif Souza de la revista de Sociología la Univ. de San Pablo, de nuestro traductor al ruso Vladislav Gulevich entre otros) nos parece adecuado realizar algunas precisiones fundamentales sobre el tema. Sobre todo en el desenmascaramiento de los intereses reales que mueven la geopolítica brasilera, desde siempre ambivalente.

En primer lugar nosotros proponemos dejar de hablar de integración, concepto que forma parte de lo políticamente correcto, para hablar de construcción de un gran espacio geopolítico autocentrado económicamente y políticamente soberano. La categoría de integración es un engaña pichanga ad usum becarios. Luego de 18 años desde el Tratado de Asunción de 1991 al presente, el Mercosur resultó ser sólo el instrumento de integración de las burguesías comerciales de Sao Paulo y Buenos Aires, y nada más. La construcción de un gran espacio supone una voluntad de poder que se enfrente y recorte los poderes mundiales actuales en tanto que la idea de integración implica sumarse a las ventajas relativas de la globalización. O hablamos en términos geopolíticos de construcción de un gran espacio o callamos.
En segundo lugar hay que dejar de hablar de América Latina que es un concepto que indica una rémora colonial franco-inglesa – ni los aborígenes son latinos ni los criollos lo somos- para hablar de Iberoamérica o de la América Indoibérica y así incorporar sin tapujos al Brasil. El latino americanismo es un concepto vago y estéril, ha sostenido con razón don Helio Jaguaribe. Geopolíticamente hablando, esto es, desde un realismo político, se debe hablar de Suramérica (Sud- América es un galicismo inadmisible a esta altura de la historia americana), pues México y Centroamérica son dominios consolidados de la potencia imperial talasocrática.
En tercer lugar la construcción es solo posible si podemos asegurar un heartland suramericano protegido por las líneas de tensión geopolíticas cuyos vértices tendrían que ser Buenos Aires, Brasilia, Caracas y Lima o Quito o Bogotá. Este último vértice es indistinto aunque hoy es preferible Bogotá. Esto es lo que hemos denominado “teoría del rombo” que venimos defendiendo desde hace una década.
En cuarto lugar aquellos que tienen y pueden aportar más, aporten más, pues si no se da una relación de reciprocidad no hay construcción de un gran espacio en Suramérica. Este es el principio fundante de todo gran espacio geopolítico, pues si uno de los miembros aporta todo se transforma en un imperio subregional y si todos aportan por igual es una ficción política. No tiene miras de realización.
Si, hipotéticamente, se tuvieran en cuenta estas cuatro instancias que proponemos habría que eliminar, finalmente, los presupuestos histórico-políticos de los miembros que la integran comenzando por el mayor aportante, que en este caso es Brasil con casi 200 millones de habitantes y el 38% del PBI de la región.
Y acá salta la liebre. Y aquí aparece la cuestión fundamental. ¿Quiere Brasil la construcción de un gran espacio autocentrado económicamente y políticamente soberano en Suramérica?
Todo indica que no, pero todo aparece como que sí. En apariencias Itamaraty a todos los proyectos dice que sí, pero en realidad obra en concreto rechazándolos. Su alianza principal es con los Estados Unidos como socio privilegiado, relación que lo ha transformado hoy día en gendarme de la región. Su asociación secundaria es con cualquiera de los países suramericanos. Esta distinción entre aliado y socio es fundamental para poder llegar a comprender en parte, a barruntar, cuales son los intereses profundos que mueven a Itamaraty. Brasil es aliado de USA y socio de Argentina o Venezuela o Uruguay.
Nos explicamos con un ejemplo: El Banco del Sur (también podríamos hablar de la integración militar, del la Comunidad suramericana de naciones, del Unasur, de los corredores bioceánicos, del gasoducto transamazónico, de la navegación de los ríos interiores de la América del Sur, etc.).
El Banco del Sur arrancaría con un capital inicial de 7.000 millones de dólares, la controversia respecto del aporte de los países accionistas impulsores de la idea radica que unos, como Brasil o Paraguay, proponen hacer aportes menores del orden de los 300 millones y otros como Ecuador, Venezuela y Argentina proponen aportes significativos. En una palabra, unos quieren que el Banco del Sur nazca chico y otro piensan en términos de grandeza.
La contradicciones surgen con las declaraciones de Guido Mantega, ministro de hacienda del Brasil, quien sostuvo que:“ la prioridad del Banco del sur será financiar proyectos de infraestructura, logística y energía” y recordó que “sólo el Banco de Desarrollo de Brasil tiene 120.000 millones de dólares para financiar al sector productivo de su país, en tanto que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tiene sólo 100 millones de dólares para toda la región”.
¿Qué pretende entonces la intelligensia brasileña, crear un banco pobre esterilizando otra idea que puede servir para liberarnos, como lo hizo con la Comunidad Suramericana de naciones invitando a Surinam y Guyana, o sea, Holanda e Inglaterra a participar?
Esta idea del Banco del Sur, hay que decirlo con todas las letras la lanzó Chávez y le mostró sus beneficios a Kirchner, quien honesta y cabalmente la aceptó.
Brasil se sumó como se suma a todos los intentos de integración suramericana, no por su vocación integradora, sino porque Itamaraty (la cancillería brasileña: Su verdadero poder nacional) no descansa en su ambición de dominio. Y así, si los proyectos o ideas que se lanzan benefician su política permanente de “extensión al oeste” los apoya, de lo contrario los esteriliza, pero nunca los rechaza, pues su rechazo generaría una resistencia que no tiene por qué crear.
Esto hay que saberlo y nuestros gobiernos hispanoamericanos deberían alguna vez hacerlo notar. Brasil, a través de su cancillería Itamaraty, interpuso, interpone e interpondrá todos los recursos a su alcance para impedir la integración norte-sur o sur-norte de Suramérica, de modo tal que si hay algo que no desea ni quiere es la relación Caracas-Buenos Aires, y el Banco del Sur abona y refuerza esta integración.
Hace ya más de un siglo y a partir de los trabajos de don Tulio Jaguaribe, el padre de Helio Jaguaribe, el sociólogo que más influencia en el poder del Brasil ha tenido en estos últimos veinte años, los gobiernos de Argentina y Venezuela están solicitando al de Brasil avanzar en los trabajos para la integración fluvial del Suramérica sobre todo en la vinculación entre los ríos Paraguay –Guaporé a través del dragado de los ríos Alegre y Aguapey, atravesando la laguna Rebeca y el riacho Barbados y su respuesta siempre ha sido una dilación continuada.
Vemos como el Banco del Sur nos llevó a consideraciones que hacen al riñón de la geopolítica suramericana, a tratar de llamar a las cosas por su nombre y a correr el velo de las intenciones ocultas. El Banco del Sur es estrictamente hablando una idea metapolítica, pues va más allá de la limitación política partidaria y local para instalarse como categoría de condicionamiento de la acción política concreta futura del gran espacio suramericano.
Mientras tanto los seis países que inicialmente constituirían el Banco del Sur tienen presos 164.000 millones de dólares, en Bancos de USA y Europa, esto es, diez veces más de los créditos que recibimos con condicionamientos de todo tipo, durante el 2006.
El Banco del Sur si naciera grande se transformaría automáticamente en la expresión financiera de la Unión Suramericana lo que le permitiría negociar como bloque y no aisladamente con los poderes internacionales. La consecuencia natural del un Banco del Sur pensado en términos de grandeza sería la implantación de una moneda única tal como se propuso en la reunión del Mercosur, aquella a la que asistió Nelson Mandela, realizada en Ushuaia en 1999 y dilatada por Brasil sine die.
Es que Itamaraty no quiere una negociación en bloque, con una moneda única, con los poderes mundiales sino que desea negociar con Brasil como bloque con los poderes internacionales, esta es la madre del borrego. Quien no vea esto, mira sin ver.
Este ejemplo que hemos puesto es emblemático pues muestra como Itamaraty apoya y socaba al mismo tiempo un mismo proyecto. Nuestras cancillerías no se dan cuenta o no lo hacen notar, nuestros políticos menos pues pasan su vida en problemas internos y vuelos de cabotaje, ni qué decir de nuestros dirigentes sociales y culturales embelezados en un “latinoamericanismo” vacuo y falto de contenido.
En la construcción del gran espacio suramericano Brasil es Alemania y Argentina es Austria, pero la sumatoria de Venezuela, Perú y sobre todo Colombia equilibra la balanza. Hoy, a mediados del 2009, esta última opción, la opción Colombia es de singular importancia. Y si algún tonto de estos que nunca faltan pues stultorum infinitus est numerus nos dijera que es imposible, solo nos cabe responderle es conditio sine qua non en la construcción de un gran espacio suramericano reemplazar las criterios ideológicos por las relaciones geopolíticas o mejor aún: Metapolíticas.
La relación geopolítica de Argentina tiene que ser forzosamente con Brasil, pero para ello debe privilegiar las relaciones geopolíticas con Venezuela y Colombia más allá de los criterios ideológicos. Brasil tiene una gran ventaja sobre Argentina, su mayor potencial económico y militar pero al mismo tiempo tiene una desventaja geopolítica en la región, no puede tener ningún otro aliado de peso, sólo puede tener socios circunstanciales, pero Argentina si tuviera política exterior propia, sí que puede tener aliados. Y esta es la gran diferencia que juega a nuestro favor.
Socios históricos del Brasil lo han sido el Paraguay, Chile y Ecuador pero nunca llegaron a la categoría de aliados. Esta categoría es la que se quiso plasmar en el Tratado de Asunción con Argentina, pero no pasó de una asociación comercial. Así están las tensiones geopolíticas hoy en la América del Sur.
(*) arkagueta
alberto.buela@gmail.com
CEES (Centro de estudios estratégicos suramericanos) CGT
Dirección postal: Casilla 3198 (1000) Buenos Aires
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lunes, 15 de junio de 2009

La globalización y los nuevos escenarios del comercio internacional. Por Osvaldo Rosales


(Nota publicada en la Revista de la CEPAL Nº 97 - Abril de 2009)


La economía global se caracteriza por la intensidad del cambio
tecnológico y el surgimiento de competidores poderosos como China y los demás países bric, lo que se ha traducido en drásticos cambios en la competitividad y una tendencia a estructurar la producción en torno a cadenas mundiales de valor. En ese contexto, se han reactivado las amenazas tradicionales de proteccionismo y han aparecido otras vinculadas a las nuevas exigencias en materia de seguridad, las normas privadas de calidad, las buenas prácticas y el cambio climático. Se trata de ámbitos inherentes a la nueva competitividad, pero que sin un enfoque multilateral adecuado pueden transformarse en barreras proteccionistas. Sobre esa base, y dado el actual escenario de crisis global, se proponen algunas políticas orientadas a adoptar una estrategia de internacionalización en los países de la región, haciendo hincapié en la importancia de la innovación y en los temas que pueden abordarse desde una óptica de cooperación regional


La nota completa puede leerse en esta dirección (clicquear)
http://www.eclac.org/publicaciones/xml/9/35849/RVE97Rosales.pdf
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sábado, 13 de junio de 2009

Ideologías eran las de antes. Por Pepe Mujica

(Nota publicada en Perfil - Sábado 13/06/2009)
Cómo se extrañan los viejos tiempos cuando entender a la sociedad y al mundo parecía un boleto! Si tenías carnet de izquierdista, entonces la tenías fácil: ¡muera el imperio, arriba el Estado, abajo la empresa privada, gloria a los sindicatos! Pero ahora la cosa está brava y los papeles se te queman cuando el imperio pone a un negro de presidente, o cuando el Estado es pesado y haragán, o cuando la empresa es Botnia o cuando el sindicato es ADEOM.
Por lo que prefiero pensar el asunto en otros términos: izquierda y derecha, hoy y aquí, se corresponden bastante con generosidad y egoísmo. No estoy diciendo que yo sea generoso sino que busco una sociedad más generosa. ¿Te parece que soy un simplificador? Yo no, porque creo que hay bastante más carne en esta manera de definir las cosas que en ponerse a discutir cuánto estatismo necesitamos o cuánto hay que darles la razón a los sindicatos.
Algunas sociedades han avanzado hacia la generosidad ampliando los espacios del Estado y apoyándose en los sindicatos: los suecos, digamos. Y otras sociedades lo han conseguido agarrando a patadas el Estado que tenían y parándoles el carro a los sindicatos, como Nueva Zelanda. Ni que hablar de la mezquindad y el privilegio, que han florecido tanto bajo banderas pardas como bajo banderas rojas.
El zurdómetro que yo uso es pragmático, no ideológico, porque sólo es sensible al dolor y a la alegría del bicho humano. ¿Es de izquierda darles la bienvenida con los brazos abiertos a las industrias multinacionales que operan con derivados de la madera? Preguntales a los miles de tipos que directa o indirectamente trabajan ahí. O preguntales a los de la impositiva que les cobran los impuestos. Y al revés: ¿es de izquierda bancar por décadas a Pluna con el verso de la soberanía, mientras otras tareas urgentes del Estado se hacían a medias por falta de plata?
Para tomar las decisiones que de verdad tienen consecuencias sobre la vida de la gente, la ideología no te sirve casi para nada. Lo que te sirve es poner a tomar las decisiones a gente inteligente y de buena fe. Y si hay que elegir, yo me quedo con los de buena fe, porque lo que hay que hacer no es demasiado misterioso y hay muchas vidrieras en el mundo en las que fijarse.
En cambio, la buena fe en los elencos de gobierno uruguayos ha sido la gran ausente durante décadas. No es que fueran burros, es que estaban ocupados en cuidar los intereses personales, familiares y de los amigos.
Y más que nada, estaban dispuestos a pasar años tranquilos en sillas calentitas, sin pelearse con ninguno de los intereses creados. Dales el gusto hoy a éstos y aquéllos, reventá los recursos y endeudate mucho; total, que se hagan cargo los que vienen después.
El Frente Amplio fue el gran disidente de este modo de encarar la política. Su gente no se había acercado a los partidos para hacer la plancha sino para cambiar el mundo.
Muchos descubrieron que la realidad era bastante más dura de pelar que lo que habían pensado, pero ahí están, mejorando las cosas cada día un poquito, tozudamente. Por eso el Frente Amplio nunca ha sido más frenteamplista que en esta etapa en que es gobierno. Porque su esencia es la honesta vocación de servicio, y es eso lo que está desplegando a roletes.
*Precandidato del Frente Amplio a la presidencia de la República Oriental del Uruguay.

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