martes, 22 de noviembre de 2011

Educar a Recalde está saliendo caro. Por Adrián Simioni

Pobre Mariano Recalde. El presidente de Aerolíneas Argentinas no da pie con bola. La semana pasada se quiso quitar de encima la responsabilidad por el desmadre financiero de la firma con una máxima del “Manual del Estatizador Argentino”.
Para justificar las pérdidas –que nadie sabe bien a cuánto ascienden– infló el pecho y dijo que, más allá de los números, la empresa es rentable porque gracias a ella llegan más turistas al país.

Una tontería. Con el mismo argumento deberían estatizarse los hoteles y subsidiarlos para que los turistas tengan cama gratis. Se llenarían. ¿De qué serviría? La cuestión es al revés: las aerolíneas existen para ganar plata con los turistas, no para perderla. Ni el Gobierno que nombró a Recalde comparte esa idea en los hechos. Por eso anunció que revisará los vuelos internacionales que, para el ministro Julio De Vido, son los deficitarios. A su lado, Recalde asintió.

El otro remanido argumento al que apeló –y que el Gobierno avala para justificar su flamante idea de transformar a Aerolíneas en una aérea regional– es que el déficit se justifica porque se cubren rutas de cabotaje no rentables. Sería el precio a pagar por la “integración soberana del territorio nacional” o algo así. Es la histórica justificación del histórico déficit de la empresa.

Ahora que el Gobierno descubre la pólvora en temas como el de los subsidios del gas, podría aprovechar para cambiar la manera de sostener esos vuelos de cabotaje no rentables. Por ejemplo, podría licitar las rutas perdidosas y darle el subsidio al mejor postor. O subsidiar cada pasaje que se venda (subsidiar la demanda, no la oferta): empresa que traslada pasajeros, empresa que embolsa el subsidio. Lo que va a ser bueno para aplicar al transporte de colectivos en el marco de la reducción de subsidios, según lo anunció el mismo Gobierno, no puede ser malo para el transporte aéreo. Y de paso le quitaría una excusa a Aerolíneas.

Lo único que parece cierto es que el Estado argentino tropezó otra vez con la misma piedra que melló a la empresa estatal en la década de 1980, limó las gestiones privadas entre 1990 y 2008 y gestó el descontrol operativo y financiero en la reestatización: el hormiguero de gremios, la superpoblación de empleados y la dificultad de ejercer un control político y administrativo efectivo sobre la empresa.

Lo demás es relativo. La regionalización podrá no concretarse. El reemplazo de los Boeing por los Airbus anunciado ayer no es un grito de autonomía sino cumplir con un contrato que ya había firmado Marsans con Airbus y que, si no se cumple, daría lugar a un oneroso litigio.

Cuando el Estado español se retiró de Aerolíneas había 6.766 empleados y sostenía que sobraban 1.300. Hoy hay unos 11 mil. Ayer Recalde dijo, entre otras cosas: “Queremos terminar de una vez con situaciones absurdas, como ser que un piloto le impida a otro subir a un avión porque es de otro gremio”.

¿Qué habrá estado haciendo hasta ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario