lunes, 21 de noviembre de 2011

Boudou y Keynes. Por Gonzalo Neidal

El gran aporte que reconoce la historia económica a John Maynard Keynes consiste en haber dado una formulación teórica a la implementación de políticas de expansión monetaria y fiscal en tiempos de crisis.
Ante la parálisis del aparato productivo no pocos políticos, meros “hombres prácticos” e incluso algunos economistas menos conocidos que el británico, habían propuesto y practicado políticas de expansión del gasto público y de estímulo al gasto privado pero fue Keynes el que quedó para siempre en la historia como el creador de una respuesta expansiva para enfrentar las crisis.


A partir de ahí, todos aquellos que se muestran partidarios de una extensión de la participación del estado en la economía, de la índole que fuere, se denominan keynesianos. El otro extremo conceptual está habitado por los liberales (o neoliberales) que, al menos en teoría, abominan de la intervención estatal en la economía.

Fracasada y hundida la perspectiva socialista, es Keynes y no Marx o Lenin el referente teórico de quienes procuran administrar la economía desde el estado a favor de los más postergados, recortando los abusos que pudieran perpetrar los poderosos. Y quienes implementan la política económica de este gobierno, con mucho acento en los subsidios al consumo, reconocen al economista británico como inspirador.

Ahora bien, nadie ha dudado nunca que las recomendaciones del autor de la Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero eran sugeridas para contextos de crisis en los cuales, una fuerte caída de la demanda agregada generaba una brusca disminución en las ventas, acumulación de stocks, desempleo y parálisis económica.

Y no ha sido esa la situación de la economía argentina en los últimos años: a partir de 2002, en razón del fuerte aumento de los precios de nuestros commodities, la economía argentina creció a tasas impresionantes. Con tan nivel de actividad económica, la expansión generalizada de los subsidios no era una exigencia de la coyuntura sino más bien una demanda de la política. Los votos del gobierno aumentaron a la par de la extensión de los subsidios.

Y en este momento, en el que existen claros signos de una desaceleración del crecimiento de la economía mundial y sólidas presunciones de crisis en los países más desarrollados, el gobierno se ve en la necesidad de suprimir crecientemente los subsidios pues su nivel los ha tornado insostenibles.

En otras palabras, el gobierno apeló a una expansión del gasto público cuando no la necesitaba y, por eso, ahora que –conforme a la prédica de Keynes- convendría impulsarlo para contrarrestar la baja de la demanda que se avecina, la conducción económica se ve en la necesidad de hacer lo contrario a lo que los textos del adorado economista aconsejan.

Probablemente tanta energía puesta en el rock haya quitado tiempo a Amado Boudou, impidiéndole una lectura más atenta de los consejos de Keynes para los tiempos de crisis.

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