lunes, 28 de noviembre de 2011

Revisionismo K. Por Gonzalo Neidal

Unos años atrás se conocía como historia oficial a la que, presuntamente, había diseñado Bartolomé Mitre, el fundador del diario La Nación. Se le adjudica haber construido una visión de nuestro pasado histórico centrada en personajes tales como Rivadavia, Urquiza, Sarmiento y de rechazo a Juan Manuel de Rosas y los caudillos del interior provinciano.
En contraposición a ella, en el primer cuarto del siglo pasado aparecieron historiadores que explicaban nuestra historia haciendo eje en Rosas y rechazando de plano lo que denominaban la línea Mayo-Caseros. Años después se construyó una columna vertebral identificada con San Martín, Rosas y Perón. Los pioneros revisionistas fueron nacionalistas católicos, partidarios de los gobiernos “fuertes”, que miraban con buenos ojos una participación activa de las Fuerzas Armadas en la política nacional. Luego de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta y Carlos Ibarguren, quizá los más notables, por su copiosa producción, fueron José María Rosa y Manuel Gálvez, eximio novelista y biógrafo de Rosas, Sarmiento e Yrigoyen. A la lista luego se agregaron otros como Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos, Fermín Chávez y varios más.


Con el paso de los años esta visión de la historia nacional abandonó su carácter marginal y casi clandestino y se fue imponiendo como la versión más difundida de nuestro pasado. Con la reciente fundación, al calor oficial, del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, de algún modo culmina un largo proceso de entronizamiento de una nueva visión del presente político. En efecto, las versiones del pasado a menudo sólo buscan construir un carril en el tiempo, que desemboque en nuestros días y justifique las acciones del presente.

Pero ya no quedan talentos de la talla de los nombrados. Hoy por hoy deberemos conformarnos con Felipe Pigna y Pacho O’Donnell, por nombrar algunos de los más conocidos.

De todos modos, estaremos atentos a leer qué es lo que agregan a todo lo ya escrito por el revisionismo. Ya algo vimos en los fastos del Bicentenario: la proscripción de Sarmiento, Alberdi y, por supuesto, Roca, liberales enemigos del pueblo comparables a Macri.

Debemos confesar que tenemos gran curiosidad por conocer la mirada que los revisionistas dorreguianos tienen sobre algunos hechos recientes del pasado político. Los setenta, por ejemplo. ¿Cómo se las arreglarán para explicar por qué Perón echó a los Montoneros de la Plaza de Mayo, la rebelión del campo o la corrupción de estos días?

Es fácil adivinar que quien no mire la Historia Argentina con los ojos de la versión oficial, será poco menos que un traidor a la Patria.

No vaya a ser cosa que en los textos escolares de los próximos años se nos aparezcan Luis D’Elía y Guillermo Moreno repartiendo cintas celestes y blancas el día que cesó Cisneros como Virrey del Río de la Plata. O algún chico de La Cámpora entregando su vida para salvar a San Martín de una bayoneta española.

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