martes, 1 de noviembre de 2011

Remake voluntarista. Por Gonzalo Neidal

Los que tenemos algunos años, a esta película ya la hemos visto varias veces. La última fue en los días previos a que se quebrara la convertibilidad. El uno a uno ideado por Cavallo no tuvo un mérito pequeño: sirvió para liquidar la inflación, restablecer el crédito, recuperar el presupuesto como instrumento de gobierno, otorgar previsibilidad a la economía, y muchas cosas más. Pero no podía durar para siempre. Y no duró para siempre.
Con el dólar de estos años ha pasado algo parecido. Durante los meses de Duhalde se hizo una fuerte devaluación. El dólar se fue de uno a tres pesos. Durante varios años el valor de la moneda se quedó clavado en ese precio, luego se fue un poco hacia arriba pero en franco retraso respecto de la inflación. Nuevamente estamos en una situación de atraso cambiario. De sobrevaluación del peso.


Cuando el dólar estaba caro o “competitivo” (como prefieren decir empresarios y economistas que gustan protegerse con un tipo de cambio alto), se decía que se trataba de una estrategia brillante, que el dólar alto era uno de los pilares insustituibles de la estrategia económica.

Pero la inflación fue carcomiendo la ventaja del tipo de cambio elevado. A punto tal que ahora ya necesita un retoque pues comienzan a tener dificultades los exportadores. El atraso cambiario es percibido por el mercado. Está en el aire. Se respira. Por lo tanto, son muchos los que suponen con algún fundamento que conviene hacerse de la divisa porque seguramente, en algún momento próximo, habrá de actualizar su precio y marchará más rápido que la inflación.

¿Y qué hace el gobierno ante los que prefieren tener sus ahorros en dólares y no en pesos? Les prohíbe la compra. O, lo que es lo mismo, les fija condiciones tan ridículas y abrumadoras que los hace desistir de la compra. En los hechos, equivale a una prohibición. Un control de cambios.

Este gobierno se jacta de haber subordinado la economía a la política. Eso supone la manipulación de las leyes de mercado en forma indefinida y permanente. Y ya sabemos dónde termina esto.

Los economistas del gobierno son severos críticos de la famosa “mano invisible” de Adam Smith pero creen, sin embargo, en una mano mucho más rudimentaria y con menos sustento teórico: la mano de Guillermo Moreno o de la policía, impidiendo que el mercado cambiario funcione y la gente, grandes y pequeños ahorristas, no pueda comprar los dólares o los euros que desea.

Por si faltaba algo, ya apareció un funcionario pronunciando una de esas frases que quedará para la micro historia económica del país. Esta vez fue el vicepresidente del Banco Central, Miguel Pesce, el que hizo la Gran Lorenzo Sigaut.

Dijo que “el que compra dólares hace un mal negocio”.

En fin… ya lo había anunciado Albert Einstein: “Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario