domingo, 13 de noviembre de 2011

Canon de héroes nacionales. Por Gonzalo Neidal

No hay caso: a Messi no lo queremos.
Aunque sea el mejor del mundo, no lo queremos.
Aunque sea el mejor de la Selección y, en cada partido, sea el mejor de la cancha.
Siempre encontraremos algún motivo para no quererlo. Y, si no lo encontramos, lo inventaremos.

Es probable que no lo queramos por las mismas razones que llamamos “yuyo” a la planta oleaginosa que nos da de comer. Y oligarcas y vendepatrias al sector más dinámico y competitivo de toda la economía argentina.


Quizá no lo queremos por motivos parecidos a los que nos hicieron borrar a Sarmiento de los fastos del bicentenario para poner en su lugar a Facundo Quiroga.

Por razones de la misma índole que nos hicieron despedir a Borges de la Biblioteca Nacional y enviarlo al Mercado Central como inspector de aves.

No lo queremos por razones simétricas a las que hacen que Maradona sea, él sí, un héroe nacional. Diga lo que diga y haga lo que haga.

No lo queremos por las razones que hasta hace poco, hicieron de Tévez, un atolondrado peleador e indisciplinado que juega para la tribuna y desobedece cualquier instrucción táctica, el “jugador del pueblo”.

Somos el Club de Adoradores de los que transpiran la camiseta. Nos encanta que, al momento de cantar el himno, lo griten y lagrimeen. Lo que más valoramos es que se ponga pura garra (que casi siempre es impotencia) y fervor patriótico.

Entendemos que pierna fuerte y sudor es una prueba irrefutable de amor a la celeste y blanca. Puro patriotismo.

Messi no nos gusta, además, porque no proviene de una villa de emergencia sino de un hogar de clase media, sin mayores privaciones.

Messi no se droga ni tiene un tatuaje del Che Guevara en el bíceps.

Ni habla pestes del Papa ni manifiesta ningún resentimiento contra los ricos.

Ni denuesta a las autoridades de la FIFA ni le pone somníferos al bidón de agua que luego le ofrece, amablemente, a los rivales.

En definitiva, Messi es un gil. Un tibio.

Por eso, haga lo que haga, no lo querremos.

No importará la cantidad de goles que haga ni los títulos que gane.

No importará la belleza de su juego ni el reconocimiento mundial a su talento.

Nuestros héroes deben cultivar la bronca y tener un discurso claro contra los poderosos.

Como Evita. Como el Che Guevara. Como Maradona.

Si la selección nacional no gana, la culpa es de Messi, por supuesto.

Toda la culpa. El gol legítimo anulado en el último partido. El error garrafal del defensor que nos costó un gol. Todo.

Para decirlo de una forma sintética: Messi no es nacional y popular.

Y eso, hay que saberlo, hoy por hoy es imperdonable.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

No me canso de leer esta nota... Dice tanto de nosotros el simple tratamiento a un simple (pero magnifico) jugador de futbol.

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