miércoles, 10 de diciembre de 2008

Un rudo debate de ideas en el peronismo. Por Gonzalo Neidal


Lo hemos dicho ya varias veces: la política es un arte sutil. Se construye con gestos, medias palabras, actitudes, guiños. Y, por supuesto, también con palabras, con discursos.
Y es también un arte de seducción. Se trata de convencer, de conquistar voluntades, de persuadir. Eso explica, en muchos casos, la ambigüedad de los políticos: intentan definiciones abarcadoras, con las que se sientan identificados, en uno u otro aspecto, miles de ciudadanos.
También es cierto que la política tiene cultores más o menos rústicos. Algunos ejecutan sus delicadas sinfonías con violín y otros con bombo. Algunos sienten que es un mérito poseer un lenguaje indirecto, elusivo, de aproximaciones suaves. Otros, en cambio, se jactan de su franqueza, modo con el que denominan su primitivismo comunicacional.
Los tramos más resbaladizos y delicados suelen ser los que establecen un vínculo con los aliados. Cuando uno habla a la tropa propia suele permitirse un lenguaje directo que no siempre resulta conveniente en el diálogo con los amigos políticos, con aquellos que se intenta un acercamiento.
Probablemente esto haya sido tenido en cuenta por Luis D’Elía al momento de dar su opinión respecto del apoyo que Néstor Kirchner ha otorgado al ex militar Aldo Rico en las elecciones internas del Partido Justicialista.
Dijo D’Elía: "el peronismo ha sido siempre dueño de una gran heterodoxia (quizá quiso decir heterogeneidad. N. de R.) hacia adentro" y señaló que "no significa ninguna novedad que convivan derecha e izquierda en el frente nacional y popular".
Y enseguida agregó como para no dejar dudas: “Perón decía que «los ladrillos también se construyen con bosta». Yo estoy en las antípodas ideológicas de Rico, pero también entiendo que, como decía el general Perón, «los ladrillos se hacen con bosta»".
El aludido estará releyendo el párrafo una y mil veces para descifrar si realmente D’Elía lo ha calificado como parece resultar obvio para todo el mundo. Pero Aldo Rico es un hombre duro. Ha curtido su temple en varias batallas por Malvinas y también en no pocas sublevaciones militares contra gobiernos democráticos. Algunos le adjudican incluso algunos combates contra los guerrilleros en los setenta. Por eso, seguro que no se ha de asustar porque Luis D’Elía lo califuque con un adjetivo escatológico y poco amable. El es un “duro” que lucha contra los grandes poderes mundiales. Sería indecoroso que retrocediera ante un piquetero de lengua larga.
Es probable que, cuando el matrimonio presidencial es requerido acerca de la vecindad que mantienen ambos cónyuges con D’Elía, ellos también pidan comprensión apelando a la parábola de Perón. De todos modos, nosotros no nos atreveríamos de ningún modo a emitir un juicio de valor acerca de la calidad política del piquetero. Algunos pueden opinar que le cabe idéntico calificativo que a Rico. Otros, en cambio, podrán pensar que la comparación más adecuada no sea esa sino que, tratándose de alguien vinculado a las viviendas, lo de “ladrillo” quizá sea más afinado.
De todos modos, si en el peronismo es alguien con las características de Luis D’Elía quien califica, es como para comenzar a preocuparse. D’Elía tiene en su haber el asalto y destrucción de una comisaría de la Boca, trompadas callejeras a opositores a Kirchner, violencia en Plaza de Mayo a quienes manifestaban pacíficamente su apoyo al campo, además de su famosa confesión de que a nadie odia más que a los rubios.
Rico debería haber supuesto el nivel de debate que le esperaba en el kirchnerismo.
Nuestra duda es la siguiente: si D’Elía le dijo lo que le dijo, ¿qué adjetivo le tendrá reservado Hebe de Bonafini?


Publicado en La Mañana de Córdoba. Miércoles 10-12-2008.

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