domingo, 14 de diciembre de 2008

¿Termina la hegemonía de EE.UU.? Por Jorge Castro

Publicado en Clarín. Domingo 14-12-2008.
La salida de George W. Bush de la Casa Blanca el 20 de enero de 2009, y la asunción de la administración estadounidense por Barack Obama, ¿significan el fin de la hegemonía norteamericana?; ¿el cambio de gobierno en EE.UU. implica una modificación de fondo de la estructura del poder mundial vigente desde 1991? La presidente Cristina Fernández, y sus anfitriones rusos, el titular de la Federación, Dimitri Medvedev, y el premier, Vladimir Putin, parecen haber coincidido en una respuesta afirmativa a ambos interrogantes en la reciente visita a Moscú. "El regreso de Rusia al escenario internacional es para nosotros, y para el mundo, una buena noticia, (porque se) necesita un mundo que no sea unipolar", afirmó la mandataria argentina en el Kremlin.
"Tenemos que coordinar nuestras posiciones, porque vemos los problemas en forma similar, y creemos absolutamente que el mundo debe ser multipolar. El dominio de un sólo Estado "el mayor, el más poderoso, o el más exitoso" es inaceptable, sostuvo Medvedev. La hegemonía norteamericana después de 1991, cuando se produce el colapso de la URSS, y concluyen cuatro décadas de la peculiar estructura bipolar de la Guerra Fría, no fue obra de la intencionalidad política, sino un hecho físico: eran dos superpoderes que pujaban por la hegemonía planetaria por todos los medios, salvo el choque bélico directo por el riesgo de escalada nuclear; y de los dos quedó uno.En ese momento, la segunda potencia del mundo capitalista Japón se sumergió en trece años de depresión estructural y en seis de deflación. La República Federal Alemana la tercera se unió con Alemania Oriental y aceptó la moneda única europea. El resultado fueron 12 años de estancamiento y dos dígitos de desocupación. EE. UU, en cambio, comenzó el período más largo de crecimiento económico, a la tasa más elevada, de toda su historia desde que se llevan registros (1854); y a partir de 1993/95 (1er. mandato de Bill Clinton) experimentó un boom de productividad (2.7% de incremento anual promedio entre 1995 y 2007), que alcanzó los niveles más altos en 100 años. A la unipolaridad física de 1991 se sumó así un acontecimiento estructural, que colocó a EE. UU en un escalón superior en el proceso de acumulación de los países capitalistas avanzados. Esta doble situación otorgó a la unipolaridad norteamericana su peculiaridad histórica: por primera vez un país fue hegemónico en la totalidad de los tableros del poder al mismo tiempo. Esto tornó duradera la hegemonía norteamericana post-1991. El hecho geopolítico del colapso soviético abrió una nueva etapa en la acumulación capitalista. Los capitales salieron del marco nacional y se dirigieron a los mercados internacionales ("eurodólar" y debilitamiento del "home bias"); y la inversión transnacional abandonó la tríada del capitalismo avanzado (EE.UU/U.E/Japón) y se orientó a los países emergentes, China en primer lugar. Así transcurrieron 17 años; y en ellos el mundo experimentó el mayor crecimiento económico (ingreso real per cápita) desde la Revolución Industrial (1780), arrastrado por los países emergentes (más de un 80% del auge mundial en los últimos 5 años), mientras el poder mundial experimentaba un giro de 180 grados, y pasaba del Oeste al Este, del Atlántico al Pacífico. Los tres movimientos en uno sólo. El capitalismo es un mecanismo de acumulación y un sistema hegemónico: economía y política son dos dimensiones mutuas, de carácter recíproco. El sistema hegemónico que posibilitó la acumulación mundial de los últimos diecisiete años fue la unipolaridad norteamericana; la hegemonía estadounidense abrió las condiciones status quo para el surgimiento de China como poder mundial. China se transformó en la segunda potencia comercial del mundo, después de EE. UU (2007), y en la principal exportadora de capitales (U$S 390.000 millones en 2007). EE. UU atrajo en los últimos quince años el 75% del flujo de capitales provenientes del mundo entero, ante todo de China. En septiembre de este año, China se transformó en la principal acreedora de EE. UU, al comprar U$S 800.000 millones de títulos del Tesoro norteamericano, lo que significa financiar 60% de su déficit fiscal. No hay rivalidad hegemónica entre China y EE. UU, sino alianza estructural.Esta alianza revela las características del poder mundial con eje en EE. UU; e indica que la fase unipolar de la hegemonía estadounidense parece alcanzar su fin. No porque sea reemplazada por un rival hegemónico, a la cabeza de un bloque antagónico, sino porque la estructura de la acumulación capitalista en los últimos 3 lustros colocó en primer plano a los países emergentes: China, India, Rusia y Brasil. La hegemonía estadounidense ha creado las condiciones de su propia superación. No hay "decadencia norteamericana", sino surgimiento de otros poderes, cada vez más integrados con ella. El "soft power" de Barack Obama modifica la imagen internacional de EE. UU a partir del 20 de enero. Pero no cambia la estructura del poder mundial; al contrario, fortalece su eje por el extraordinario atractivo mensaje que transmite el nuevo ocupante de la Casa Blanca, a partir de la tercera semana de enero.

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