sábado, 13 de diciembre de 2008

Aniversario en Moscú. Por Jorge Castro



(Publicado en Perfil. Sábado 13/12/2008)

Hay casualidades que están cargadas de sentido. Cristina Fernández de Kirchner pasó el primer aniversario de su asunción a la primera magistratura en Moscú. Néstor Kirchner encabezó el festejo con un ágape en la sede del reestatizado Correo Argentino. El episodio, seguramente fortuito, ilustra empero acerca de una particularidad del sistema de poder K, que lo distingue inequívocamente de experiencias anteriores.


La Argentina, un país de instituciones débiles, suele oscilar entre la concentración de poder político y la crisis de gobernabilidad. Desde la restauración de la democracia, hace veinticinco años, esa concentración de poder estuvo asociada a la noción del hiperpresidencialismo. Raúl Alfonsín exhibió sucesivamente los dos extremos de esa secuencia. Carlos Menem fue duranteP una década el paradigma del hiperpresidencialismo. Fernando de la Rúa quedó asociado casi desde el principio de su gestión a la crisis política. Pero en todos estos casos, en circunstancias de crisis extremas, como sucedió con el estallido hiperinflacionario de julio de 1989 y el colapso financiero de diciembre de 2001, aun ese frágil tejido institucional permitió la gestación de alternativas constitucionalmente no traumáticas, como fueron el adelantamiento de la asunción de Menem o el interinato de Eduardo Duhalde. En el período 2003-2007, Kirchner reestableció el hiperpresidencialismo. Durante un tiempo, la opinión pública le reconoció el mérito de haber reconstruido la autoridad presidencial, diluida tras el colapso del gobierno de la Alianza. Pero la elección de Cristina Fernández de Kirchner constituyó una nueva vuelta de tuerca en este proceso. Como quedó demostrado virtualmente desde el principio de su gestión, la nueva mandataria no asumió efectivamente el control del poder político, que quedó en manos de su marido y antecesor. Ya no hubo entonces hiperpresidencialismo, como con Alfonsín o con Menem, sino poder hegemónico a secas, sin cobertura institucional. En ese tránsito, Kirchner destruyó su propia obra: la autoridad presidencial que durante su gobierno había logrado reconstituir. Ese déficit de legitimidad quedó reflejado en las encuestas. No se conoce en la historia constitucional argentina un gobierno cuya imagen haya descendido tan abruptamente en sus primeros doce meses. Tal vez resida allí, por contraste con la licuación de la autoridad presidencial, el secreto de la popularidad de Julio Cobos, protagonista de otra rareza histórica: no hay antecedentes en la Argentina de un vicepresidente que duplique la imagen positiva del mandatario en ejercicio. Este poder hegemónico construido por Kirchner, sin mediaciones institucionales, no está acompañado por la opinión pública. Las encuestas son reveladoras. La clase media de los grandes centros urbanos, que mayoritariamente acompañó a Kirchner durante sus primeros años de gobierno, pero no votó por Cristina Fernández de Kirchner en octubre de 2007, tiende a radicalizar su confrontación con el Gobierno. Abandonada la ilusión de la “trasversalidad”, Kirchner no tiene otra opción para evitar una crisis de gobernabilidad, semejante a la de Alfonsín o De la Rúa, que replegarse sobre el aparato territorial del peronismo, muy especialmente sobre la estructura partidaria del peronismo del Conurbano bonaerense. Pero aparece aquí la otra singularidad del sistema de poder K. A diferencia de lo que sucedía con Alfonsín o con Menem, que construyeron su concentración de poder a partir de un liderazgo carismático, y tuvieron siempre un andamiaje partidario donde refugiarse en circunstancias adversas, Kirchner nunca fue, ni en sus mejores momentos, un líder carismático. Su relación con las estructuras del peronismo territorial está basada única y exclusivamente en la conveniencia recíproca, a través de un juego de contraprestaciones. Cualquier cambio desfavorable de las circunstancias puede dejarlo a la intemperie, sin base de sustentación política ni una red de contención institucional para situaciones de crisis. A doce meses de la asunción de Cristina Fernández de Kirchner, ése y no otro es el escenario de 2009.


No hay comentarios:

Publicar un comentario