domingo, 25 de marzo de 2012

Un olvidado ajuste peronista. Por Gonzalo Neidal

Diversos analistas han señalado un hecho que consideran inédito para un gobierno peronista. Esta vez el ajuste económico no podrá ser endosado hacia delante como habría ocurrido en otras ocasiones.
Eso había ocurrido, estiman, en tres momentos de la historia: los años posteriores al derrocamiento de Perón en 1955, el tiempo del Proceso, tras la destitución de María Estela Martínez de Perón y la quiebra de la convertibilidad, durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Los ajustes se habrían realizado luego que el peronismo abandonaba el poder.
Este análisis resulta sólo parcialmente cierto en un punto: Perón, en su segunda presidencia, rectificó claramente algunos rumbos de su política económica de sus primeros años de gobierno. Y estos cambios quedaron claramente expresados en su Segundo Plan Quinquenal. Las rectificaciones provinieron de la convicción de que la situación económica del país y del mundo había cambiado.
Por ejemplo, Perón redefinió su relación con los Estados Unidos y promovió la radicación de capitales extranjeros a través de una ley, pues consideraba que el capital nacional era insuficiente para las grandes inversiones que se requerían en algunas áreas tales como petróleo, química pesada, automotores.
Por una de estas inversiones pagó un elevado costo político y estuvo entre las consignas cantadas por la izquierda al momento de su derrocamiento. En efecto, la concesión petrolera a la Standard Oil de California le significó graves acusaciones de “entreguista” y “vendepatria”, lenguaje que hasta ese momento había sido utilizado por el peronismo contra sus adversarios. En su rectificación, Perón tomó medidas que cualquier integrante actual de La Cámpora calificaría de “neoliberales” o bien insertas en los conceptos del Consenso de Washington.
Perón también convocó al capital extranjero para la producción de autos, de negociaciones iniciadas en esos años. Córdoba fue una de las provincias que más se benefició con esta política. Su proyección en la industria automotriz hubiera sido impensada sin ella.
Entre las medidas de ajuste propuestas figuraban:

a)    Aumento de la producción, austeridad en el consumo y fomento del ahorro. Explicaba la austeridad: eliminar el derroche, reducir los gastos innecesarios, renunciar a lo superfluo y postergar lo que no sea imprescindible.
b)   Crear un estado de conciencia popular de austeridad en los consumos, para aumentar los saldos exportables.
c)    Elevar la tasa de interés y aumentar los límites hasta los cuales los depósitos reditúan interés.
d)   Suprimir o reducir gradualmente los subsidios al consumo y, en general, fijar precios sobre bases económicas.
e)    Restringir los aumentos salariales.
f)      Restringir la inmigración a la que, sin lugar a dudas, se radique en las explotaciones agropecuarias o en los casos de técnicos especializados. Adoptar medidas tendientes a evitar su radicación en los grandes centros urbanos.
g)    Reducir al mínimo indispensable las expropiaciones por causa de utilidad pública. Recomendar suma prudencia en las presentaciones de proyectos que tiendan a cercenar o limitar arbitrariamente la propiedad. Evitar el establecimiento de controles y restricciones que afecten las inversiones de largo aliento.
Algunas de estas propuestas realizadas por Perón en su Segundo Plan Quinquenal hoy causarían horror a la doncellez política de los chicos y chicas de La Cámpora. La restricción de inmigraciones, por ejemplo, condicionada estrictamente a su inserción en el agro, fuera de las grandes ciudades.
Pero eso no fue todo, Perón convocó a un Congreso Nacional de la Productividad, que se realizó en marzo de 1955 y cuyo objetivo fue disciplinar a los trabajadores, a los que se acusaba de faltar al trabajo en forma reiterada, abusar de las carpetas médicas y reclamar aumentos salariales en forma permanente. Estos últimos, propuso Perón, se concederían sobre la base de un aumento de la productividad.
¿Acaso Perón se había transformado en anti-obrero? ¿Acaso había sido seducido por el liberalismo? ¿O simplemente estaba reconociendo que la economía está gobernada por leyes difíciles de manipular sine die?
Como sea, la historia demuestra que la hora del ajuste siempre llega. Y las medidas que se implementan en esa circunstancia son tomadas de un arsenal distinto del que provienen las que se usan en tiempos de bonanza.
Porque en economía, se sabe, nadie hace magia.





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