miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Se "kirchneriza" De la Sota? Por Gonzalo Neidal

Todos sabemos que ser gobernador en estos momentos no resulta tarea fácil. Sobre todo si la provincia es vulnerable, si las cuentas públicas de su estado resultan ajustadas, si depende excesivamente del gobierno nacional para cerrar sus números mes a mes.
En estos días, el ex gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, aconsejó a su sucesor Antonio Bonfatti, que acompañe a la presidenta, que se haga amigo de ella. Y es razonable: el modo en que ejerce los Kirchner ejercen el poder, supone subordinación o padecimientos. Si en la Casa Rosada no perciben gestos claros de genuflexión, cierran los grifos y las provincias comienzan a sufrir la falta de recursos.
Excepto, claro, que los gobiernos provinciales hayan tomado las precauciones para administrar con cierta solvencia sus recursos y no dependan de los fondos nacionales para desempeñarse. Como San Luis, por ejemplo. (Algún día habrá que estudiar a fondo por qué San Luis logró independencia y Córdoba no, siendo la nuestra una provincia más grande, más rica, con más tierras y más industrias que nuestros vecinos).
Pero cuando hablamos de la “kirchnerización” de De la Sota, no nos referimos a los gestos de buena vecindad que pueda tener nuestro gobernador para con la presidenta. Son razonables e imprescindibles. Forman parte, incluso de un protocolo tácito de la autodefensa. Nos referimos más bien al abandono de un estilo propio. Asoma en el gobernador una renuncia a diferenciarse del estilo presidencial, que fuera objeto de sus críticas en un pasado no muy remoto.
Y esta abdicación pareciera incluir al propio “cordobesismo”, el planificado proyecto que nació la noche de la victoria delasotista y que desapareció casi sin dejar rastros.
De las actitudes diferenciadoras que con orgullo ostentaba el gobernador de Córdoba, ya poco queda. Ha resignado, por ejemplo, su posición sobre los derechos humanos, manifiestamente distinta de la que provenía desde Buenos Aires. De la Sota no se había sumado nunca a la posición que irradia la Casa Rosada pero ahora ya no puede distinguirse ningún matiz que otorgue singularidad al punto de vista del gobernador en este tema.
El eje de la campaña electoral en Córdoba fue “Peleamos por Córdoba, no por pelear”. Era una crítica velada a la permanente actitud belicosa de los Kirchner, ese humor atrabiliario que tiñe cada una de las acciones del gobierno central. De la Sota se proponía como un dirigente que privilegiaría la vía institucional, un gobernador maduro que, en lo que podía, actuaba como un estadista.
Pues bien, si miramos un poco lo que está haciendo en Río Cuarto, podemos concluir que tampoco ha perseverado en esa trinchera. Se ha metido hasta las narices en una campaña electoral municipal y, como era previsible, ha debido apelar a estocadas y al lenguaje ríspido y poco amigable para con el intendente de su ciudad de residencia. El ciudadano común puede llegar a pensar que, en Río Cuarto, el gobernador está peleando por pelear, no por la provincia.
El De la Sota que se vislumbraba no hace mucho era un dirigente que se mantenía por encima de una disputa de estas características, dando sí un módico apoyo al candidato de su partido pero de ninguna manera involucrándose de este modo destemplado en la campaña. Un estilo que también infringe su prometida vocación “cordobesista” y que se emparenta más con el que muestra la Casa Rosada que con su propia imagen de hace algunos meses.
Con el énfasis puesto en esta campaña electoral, De la Sota cede terreno también respecto de su cuidada imagen de gobernador que se preocupa por los asuntos importantes de su provincia. Al meterse de cabeza en la disputa electoral de Río Cuarto nos hace pensar que la provincia se encuentra en una situación de tanta comodidad, que su jefe máximo puede distraerse en una elección municipal. O bien, que el gobierno padece de fallas en la percepción de las prioridades su gestión: pone en un plano destacado las disputas por el poder, antes que una preocupación más intensa sobre algunos problemas que le presenta su gestión y que, a simple vista, no parecen de fácil solución.
El gobernador parece dispuesto a quemar sus aspiraciones futuras en la hoguera perentoria del presente.
A esto se lo suele llamar “realismo político”.
El tiempo dirá si no se trata de una renuncia al propio espacio político.


No hay comentarios:

Publicar un comentario