miércoles, 28 de marzo de 2012

Guillermo Moreno ¿el funcionario que nos merecemos? Por Gonzalo Neidal

El 16 de diciembre de 1773, un grupo de colonos nativos, enfurecidos por una ley británica que gravaba sus productos, se disfrazó de indios mohawks,  asaltó a tres barcos ingleses anclados en el puerto de Boston y arrojó al mar más de trescientas cajas de té.
El episodio es conocido como el Motín del Té (Tea Party) y forma parte de la Historia de los Estados Unidos como uno de los antecedentes de su independencia, acaecida pocos años más tarde. Al momento de defender el precio de sus frutos, los productores del norte no se andaban con chiquitas. El motín de Boston es una buena carta de presentación de su temperamento y ambiciones.
Casi dos siglos y medios más tarde, al discutir el precio de la yerba mate, los productores de misiones son llamados “polacos pata sucia” y “polacos pelotudos” por un funcionario público cuyo estilo destemplado y patoteril goza del apoyo explícito y aún la promoción de la presidencia de la Nación. Sin embargo, un hecho tan bárbaro y descomunal, no ha arrancado aquí protesta alguna por parte del nucleamiento gremial que los agrupa, la Federación Agraria Argentina (FAA), cuya principal ocupación, al parecer, consiste en realizar actos públicos para conmemorar el bravío comportamiento de los chacareros de hace cien años, sin prestar demasiada atención a los acontecimientos del presente.
El estilo violento del secretario de comercio Guillermo Moreno es bien conocido. Le gusta gritar en reuniones con industriales, comerciantes y productores agrarios. Las anécdotas sobre él incluyen guantes de box, revólveres sobre el escritorio, gritos, conminaciones a que lo reciban de pie en los auditorios y otras delicias provenientes, probablemente, de sus años de simpatías montoneras.
Que semejante personaje maneje el comercio exterior argentino (además de varias áreas decisivas de la economía) nos señala el tipo de vínculo que el gobierno busca establecer con los empresarios del país. El insulto y el grito amenazador es el estilo de diálogo que prevalece. No estamos lejos de llegar al pie sobre la cabeza y otras formas de agresión física.
¿Es este el modo en que el peronismo se ha relacionado habitualmente con los empresarios? No. Perón, impregnado de cierto realismo militar, gustaba de poner industriales al frente de la gestión económica. Más allá de que fuera un criterio acertado en todos los casos, significaba un guiño hacia los fabricantes: concedía un status a los industriales, pues el gobierno se jactaba de impulsar la industrialización del país.
No hace muchos años que Néstor Kirchner, siendo presidente, habló de la necesidad de una “burguesía nacional”, un empresariado moderno que lidere la transformación del país. Al parecer, restringió su idea a un puñado de amigos, a los que benefició en los negocios pero luego olvidó extender al resto su incontenible vocación empresarial.
Cristina, a diferencia de Perón, canaliza una parte importante de su robusto odio hacia todos los empresarios que no formen parte del estrecho círculo de amigos. Un gobierno cuyo poder político deriva de la audacia empresaria, de la actitud innovadora y de la eficiencia de los productores agrarios, se da el lujo de maltratarlos hasta el desprecio y el insulto.
Hace pocos días Oded Grajew, impulsor del nucleamiento internacional Responsabilidad Social Empresaria, observó en un reportaje que “los empresarios argentinos tienen un miedo desmedido a los gobiernos” y que esa situación no existía en otros países, especialmente Brasil, donde el empresariado ocupa un lugar más digno, que se ha sabido ganar a lo largo de largas décadas.
En la Argentina, al amparo de los éxitos de la empresa privada, se desarrolla en el gobierno una curiosa ideología de desprecio y ataque a los empresarios, que éstos acatan medrosamente, sin mayores quejas, acomodándose disciplinadamente a esa situación incómoda y desfavorable a fines de obtener o conservar las módicas ventajas que pueden obtener al abrigo de un poder que los humilla cada vez que puede.
Aquí preferimos a la empresa pública administrada con ineficiencia por algún muchacho de La Cámpora, pues ello nos concede patente de patriotismo. Pero a los productores de yerba mate los tratamos con estilo de patrones de estancia, con amenazas e insultos cercanos al látigo.
Hasta el momento, el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi no ha formulado ninguna declaración en defensa de sus asociados misioneros. Esa actitud nos lleva a pensar que Guillermo Moreno es el tipo de funcionario que merecen y con el cual se sienten cómodos.
El secretario de comercio, además, careció de la valentía de asumir sus dichos una vez que éstos se hicieron públicos a través de reportajes y declaraciones de los productores misioneros. Su destemplanza y rusticidad comunicacional incluyó también al propio gobernador de Misiones, a quien destinó un calificativo que aludió a su obesidad y a la naturaleza de sus preferencias sexuales. Este gobernador fue elegido con más del 70% de los votos en los últimos comicios. Pero tampoco reaccionó.
Uno se pregunta si no hay nadie que ponga en caja a Moreno, si este país tiene que aceptar ser gobernado a los empellones. Llega un momento en que la discusión ideológica debe postergarse para repasar algunas normas elementales de urbanidad.
Porque Moreno, a los extremos que ha llegado, difícilmente pueda ser corregido con argumentos.
Hay veces que una simple patada en el trasero es lo único que restablece el respeto y la amabilidad imprescindibles para una convivencia civilizada.

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