martes, 13 de diciembre de 2011

Tres momentos económicos extraordinarios: 1890, 1946, 2007. Por Orlando Ferreres

El aumento de la productividad por hectárea de la tierra argentina a través de la incorporación de adelantos técnicos como el método de "labranza cero" - hoy llamada "siembra directa"-;de nuevos desarrollos de semillas; de mayor inversión en fertilizantes por hectárea para reponer los nutrientes que van absorbiendo los cultivos; de protección de los mismos de las plagas o de las malezas; de moderna maquinaria y tecnología; han generado una manufactura del agro mucho más compleja que la de muchas industrias. Esto trajo como resultado un gran incremento del volumen cosechado cada año.

En 1989 la producción agrícola total fue de 29 millones de toneladas y este año se estima en 104 millones de toneladas, con un aumento del volumen físico de 3,6 veces entre esos años. Es realmente un gran logro, producto de la dedicación y organización del campo argentino en su tarea específica; trabajar bien, para alimentar a la Argentina y al mundo.
El incremento de los volúmenes producidos fue logrado a pesar de todas las trabas que últimamente se impusieron sobre el sector, impuestos que no pesan sobre otros sectores como los derechos de exportación en niveles de hasta el 35%, subsidios agrícolas, regulaciones burocráticas que finalmente no dieron resultado, prohibición de exportaciones de algunos granos en el momento de buenos precios, para autorizarlas recién cuando las cotizaciones habían bajado mas de 100 dólares por tonelada, y muchas otras trabas.
Pero lo más extraordinario es que también se dio para Argentina un incremento muy grande de precios: en la época de De la Rúa, la soja valía 160 dólares/ton y en 2011 se vendió a 530 dólares/ton, o sea, con un aumento de 3,3 veces.
Esta combinación de mayor eficiencia productiva del agro, unida a mayores precios de estas materias primas, permitió al Gobierno tener más dólares por el lado del sector externo y más recursos fiscales por el lado del estatismo.
Vamos a considerar sólo los 4 principales cultivos, soja, maíz, trigo y girasol, para ver las tendencias. El tremendo despegue del valor de estas producciones se observa claramente a partir del 2007, es decir, después de que los presidentes George Bush e Inácio Lula Da Silva se reunieran en Camp David en agosto del 2006 y decidieran subsidiar el uso de los alimentos como combustible. Fue una demanda adicional para la ya fuerte demanda de alimentos producto de la menor pobreza en China, India, Vietnam, es decir, de los países más poblados. Además, viendo estas tendencias, los sectores financieros globales, en crisis y con muy baja tasa de interés o rendimientos escasos de los activos de renta variable o fija, invirtieron fuertemente en commodities agrícolas, empujando adicionalmente la demanda hacia mayores precios.
Menor pobreza mundial hace que se requiera más y más comida. La nueva demanda de alimentos como combustible y la especulación financiera al alza con materias primas agrícolas, se combinan para provocar una aceleración espectacular de precios, unida a una mayor debilidad del dólar en el mundo en relación a otras monedas. Nosotros aumentamos la oferta, pero la demanda fue aún mayor, por lo cual los precios también crecieron. Se trató de una combinación de precios y volúmenes pocas veces vista.
El valor de la producción de estos cuatro productos (soja, trigo, maíz y girasol) se ubicaba normalmente en los 10.000 millones de dólares por año. Creció un poco más, hasta alrededor de 15.000 millones de dólares por año en 2003-2005. Excepto la sequía de 2009, la diferencia se ve desde 2007. Ese año llegó a 25.000 millones de dólares y ahora en 2011, a 41.000 millones de dólares, es decir a 31.000 millones más por año que en la década de 1990 o del gobierno de De la Rúa. Lo mismo ocurre en el resto de los cultivos.
Este efecto que genera tantos recursos, aún teniendo a las políticas oficiales en contra, es lo que muchos han llamado "viento de cola": más dólares para las reservas y más recaudación de impuestos para el Tesoro, que vienen casi caídos del cielo. No entramos a juzgar cómo se usaron esos recursos, pero el gasto público consolidado creció del 28 % del PIB en 2003, a 46% del PIB en 2011. Sin embargo podemos decir, pues es fácilmente observable, que la infraestructura del país -autopistas, acceso a las ciudades, trenes, subtes, aerolíneas-, no creció significativamente. En los últimos años han colapsado las rutas tradicionales de acceso a las ciudades, construidas 15 o 20 años atrás. La vivienda no es accesible para los que más la necesitan porque no hay crédito hipotecario.

APROVECHAMIENTO DE MOMENTOS ECONÓMICOS EXCEPCIONALES

Cuando tenemos estos extraordinarios momentos que nos brindan tantos recursos en cierto modo inesperados, es bueno invertirlos en el crecimiento futuro del país, en capital físico, infraestructura, inversión, hasta alcanzar la frontera tecnológica. Hemos tenido tres momentos de extraordinarios ingresos en nuestra historia.
El primer momento excepcional de Argentina se dio en el lapso de 1890 a 1914, cuando incorporamos 15 millones de hectáreas a la producción agrícola. Junto a la revolución de los transportes que transcurría en aquel momento, que aprovechamos plenamente, modernizamos toda la economía y pasamos de ser un remoto país a ocupar el octavo país en el concierto de las naciones.
El segundo momento ocurrió al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El producto estrella en aquella época fue el trigo, cuyo precio internacional se triplicó, y los demás precios agrícolas siguieron la misma tendencia. Los grandes recursos se usaron para construir un movimiento político que perdura hasta hoy, pero el país declinó relativamente, pues se le restó inversión eficiente, para destinar los recursos mayormente al consumo.
El tercer momento extraordinario de nuestro país es el que transcurre desde 2007. También estamos gastando en consumo la mayor parte de los recursos y lo sentiremos cuando este ciclo finalice, pues no tendremos la infraestructura ni las inversiones eficientes para competir, ni la oferta de energía para crecer con autonomía. Lo que sí es cierto, es que tenemos un movimiento político que puede sacar 54% de los votos en la tercera elección presidencial, cosa que antes nadie había logrado. Con este caudal político el Gobierno está en un momento óptimo para rectificar y volcarse al desarrollo del país. Las condiciones de buenos recursos externos, a pesar de la crisis internacional, van a durar varios años más. Sería muy bueno aprovecharlos plenamente..

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