martes, 13 de diciembre de 2011

¿Combatiendo al capital? Por Gonzalo Neidal

El gobierno ha anunciado que la empresa japonesa Sony invertirá 30 millones de dólares en Tierra del Fuego y comenzará a fabricar allí mini componentes, televisores LCD y notebooks.
Sin dudas, una buena noticia.
La empresa agrega ahora a la Argentina entre los países donde fabricará estos productos que antes ya elaboraba en Brasil, Malasia y China, entre otros.
Un beneficio adicional muy importante sería que el gobierno argentino y los intelectuales que lo asesoran y arman los discursos, actualizaran el tramo correspondiente al capital extranjero, hasta ahora abominado y señalado como uno de los principales causantes de los males para los países como la Argentina.
En efecto, las inversiones extranjeras no cuentan con buen concepto dentro del esquema ideológico setentista del que está impregnado este gobierno. Más bien al revés: son empresas provenientes de países de los denominados imperialistas, que vienen a explotar la mano de obra local, a ganar dinero que luego en gran parte remiten a sus países de origen.
Es el concepto de “vivir con lo nuestro” según el cual nuestro país cuenta con los fondos suficientes para estas inversiones y no necesita que venga el capital foráneo a traernos sus dineros, que luego nos resulta caro pues al cabo de algunos años generan utilidades equivalentes a la inversión y la envían a sus respectivos países.
¡Menos mal que la presidenta no aplica estas trasnochadas teorías!
Aunque, de tanto en tanto, meche en sus discursos algunos párrafos combativos para los muchachos de La Cámpora que se entusiasman con eso de “combatiendo al capital”.
Lo cierto es que estas inversiones extranjeras, son altamente codiciadas por todos los países. Incluso, aunque sin hacer demasiado ruido, por la Argentina. Y esto no es nuevo: ya Perón, cuando agotó los recursos que Argentina había acumulado durante la guerra, intentó seducir al capital extranjero para obtener inversiones en petróleo y automotores, áreas que en ese momento consideraba estratégicas y para las cuales, nuestro país tenía nula o insuficiente capacidad.
Porque, además, aunque podamos tener los capitales monetarios, ellos –los detestables imperialistas- poseen el know how tecnológico. Saben cómo fabricar y cómo vender lo que fabrican. Nosotros, por ahora, invertimos con abundancia en construir edificios que, como se sabe, no se exportan.
Y si ellos vienen a invertir no lo hacen para apoyar a nuestro país sino para ganar dinero. Todo el dinero que puedan. Aspiran a vender en el país y en el exterior. Y seguramente deberán realizar importaciones de componentes que el país aún no fabrica. Y también querrán enviar parte de sus utilidades a donde la empresa lo desee, si es que no le conviene ampliar las plantas y reinvertir en el país. Así funciona el mundo.
Sería muy complicado para Sony, por ejemplo, que luego de producir y exportar no puedan realizar las remesas que deseen o que Guillermo Moreno le detenga en la aduana un container con insumos o que el mismo Moreno los obligue a exportar churros o pururú en forma compensatoria.
En ese caso, se quejarán, dejarán de invertir, relatarán sus padecimientos a otros industriales y se volverá complicado seguir consiguiendo inversores.
Está bueno que la presidenta convoque al capital extranjero, que se ponga feliz cuando inviertan aquí y que haga todo eso sin culpa. Aunque los inversores extranjeros no se lo digan, es probable que piensen: “Bienvenida al capitalismo y al mundo global, señora presidenta”.


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