miércoles, 28 de diciembre de 2011

La salud presidencial. Por Gonzalo Neidal

Tema muy difícil de abordar el de la salud presidencial.
Sobre todo para quienes no compartimos las ideas, las acciones de gobierno ni el estilo de la Cristina Kirchner.
Es como transitar una angosta cornisa con caídas hacia ambos lados.

Estamos muy lejos de alegrarnos con el infortunio ajeno. Como a toda persona sensible, el padecimiento, aún de extraños, nos conmueve el alma y nos genera un sentimiento de piedad y congoja. Nuestra alegría no se alimenta de la desgracia de los otros, sean rivales, enemigos o simplemente gente con la cual no compartimos puntos de vista sobre el país, su historia y su devenir.
Los que no formamos parte de la cofradía kirchnerista, tenemos además  una razón egoísta para desear el pronto restablecimiento de la presidenta. Como sostenemos la inviabilidad en el largo plazo de sus políticas, deseamos que ella goce de la plenitud de sus facultades físicas y espirituales para desarrollar sin obstáculos de salud su política, hasta sus últimas consecuencias.
Este razonamiento mezquino nos lleva a desearle la salud más plena pues, de otro modo, los fracasos que consideramos inevitables no serán atribuidos, como debería por justicia ocurrir, a la política instrumentada sino a un factor extraño y desafortunado.
Y ello oscurecería el debate ideológico, político y económico futuro. Lo contaminaría con un factor aleatorio y circunstancial, cuya verdadera influencia siempre sería muy difícil de valorar. En otras palabras: deseamos con fervor la plena salud de la presidenta para que ella se encuentre en óptimas condiciones de llevar a cabo su programa y para que éste pueda ser juzgado por sus propios valores, exento de otras influencias que puedan afectarlo.
Otro aspecto de este tema reside en si debemos bajar el nivel de nuestras críticas por respeto a la debilidad que supone el quebrantamiento en la salud presidencial.  Pensamos exactamente al revés: el respeto, en este caso, consiste en continuar juzgando los hechos con la severidad y también con el respeto que habitualmente lo hacemos. Cualquier otra actitud omitiría tener en cuenta el diagnóstico de levedad de la enfermedad, informado desde el entorno presidencial.
Dos acotaciones finales. Una, hacer votos para que todos los políticos y periodistas den un tratamiento decoroso a este tema, evitando simetrías con el modo en que algunos sectores kirchneristas se refirieron a la enfermedad de Magnetto, a la de Jorge Lanata e incluso a la muerte del periodista Bernardo Neustatd.
También, del mismo modo en que celebraremos la prudencia en el tratamiento de tema tan delicado por parte de la oposición polìtica,  aplaudiremos que desde el gobierno no se intente, en ninguno de sus niveles, un aprovechamiento de esta situación desventurada, buscando sacar ventaja de la natural congoja que en cada uno de nosotros provoca el dolor y la incertidumbre de quien padece una enfermedad potencialmente peligrosa.


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