jueves, 15 de diciembre de 2011

Botones de muestra. Por Gonzalo Neidal

Es complicado ser policía en la Argentina.
No sólo por los riesgos naturales de la profesión, en lucha cotidiana contra el delito, la violencia, los asaltos, la droga, los enfrentamientos con delincuentes armados y toda la gama de violaciones de la ley.
No sólo, tampoco, por las exiguas retribuciones que en casi todo el país reciben por parte de los gobiernos.
Lo más complicado, en este tiempo específico, es que la policía no cuenta con el respaldo de los gobiernos. Especialmente, del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales que intentan imitar los gestos y tics de la Casa Rosada.
Está claro que los uniformados de ninguna clase no cuentan con prestigio en estos días. No son considerados, principalmente, servidores públicos que protegen la vida y los bienes de los ciudadanos. No: son partes de “las fuerzas de represión”.
Y salvos en contados casos, no reciben instrucciones demasiado precisas de cómo deben actuar ante manifestaciones públicas, fricciones con huelguistas, cortes de ruta, manifestantes que rompen vidrieras o quieren acceder a espacios vedados, etcétera.
Se les pide que cumplan su función sin daño físico para nadie. Pero esto no siempre es posible en la práctica. Ellos deben cumplir con la orden de custodia y, para ello, deben defenderse si son atacados o agredidos. Pero si se defienden, no pocas veces son sancionados pues se entienden que han cometido excesos.
Los hechos ocurridos durante la asunción de Daniel Scioli son botones de muestra de lo que decimos. Existe en Buenos Aires una disputa política entre Daniel Scioli, que tiene aspiraciones presidenciales para dentro de cuatro años, y su vicegobernador, muy identificado con Cristina Fernández. La Agrupación oficialista -y oficial- llamada La Cámpora, estaba dispuesta a complicarle la asunción a Scioli a fuerza de cánticos y gritos. Intentando defender su espacio político, el gobierno provincial, a través de su ministro de seguridad, seguramente instruido por Scioli, intentó impedir una avalancha de los muchachos que comanda el hijo de la presidenta. En el cumplimiento de las órdenes recibidas, los policías recibieron y prodigaron golpes, inevitables en este tipo de circunstancias.
Pues bien, los chicos de La Cámpora –que en general reciben jugosas retribuciones en su condición de empleados públicos, muchas veces sin tareas asignadas- están imponiéndole a Scioli que despida a los policías que los reprimieron, conformes a órdenes dadas por funcionarios del gobernador.
¡Todo un concepto de la autoridad y del poder! Los niños bien, conchabados en el estado, se toman revancha contra los trabajadores que intentaron cumplir las órdenes que recibieron por parte de sus autoridades legítimas.
Esta situación de injusticia e inequidad ocasionó algo obvio: que sus compañeros de la fuerza policial se solidarizaron con ellos y se acuartelaron, medida que algunas horas después, decidieron levantar.
La cuestión es si los policías deben pagar las desavenencias entre Daniel Scioli y su vicegobernador. Y si los chicos de La Cámpora pueden imponer sanciones a los policías porque cumplieron con su deber y no se dejaron patotear por los jóvenes idealistas, necesariamente light, de estos días.




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