martes, 27 de diciembre de 2011

Steve Jobs y Fidel Castro. Por Gonzalo Neidal

El socialismo no pudo resolver el problema de la libertad.
Al revés: los regímenes sobrevivieron gracias a duras infracciones a ese derecho humano supremo.
El régimen de los hermanos Castro, tras 62 años en el poder, estaría a punto de resolver la remoción de las restricciones que desde 1959 impiden a los cubanos abandonar libremente la isla y regresar a ella cuando les plazca.

Resulta increíble que una medida tal pudiera sobrevivir tantos años. Tan inaceptable como la existencia de un muro que dividió en dos partes a Alemania y Europa durante treinta años.
Si tenemos en cuenta que hace pocos meses se habilitó la posibilidad de que los cubanos pudieran poseer emprendimientos comerciales, se entiende claramente la famosa frase que asegura que “el socialismo es el camino más largo para llegar al capitalismo”.
Con una economía que se cae a pedazos, con millones de cubanos deambulando sin trabajo productivo, con la ineficiencia completa en casi todos los niveles de la economía, los cambios implementados son una clara confesión de impotencia y fracaso.
Sin embargo, lo más sorprendente no es que los dirigentes cubanos estén dispuestos a conceder libertades elementales después de más de medio siglo de revolución. No. Lo increíble es que muchos de nuestros intelectuales en estos sesenta años se hayan refugiado en un silencio completo y no hayan sido capaces de elevar una crítica severa a un régimen que ha conculcado durante décadas libertades tan elementales como la de pensar distinto.
Muchos de nuestros intelectuales están cristalizados en sus pensamientos de hace medio siglo. No han movido una coma de sus convicciones políticas de los años sesenta. Y creen que atesoran un mérito inigualable.  Temen que sus amigos los acusen de traicionar los ideales de la juventud y se niegan a repensar aquello que a todas luces no salió como se pensaba en los sesenta.
Y eso no tiene otro nombre que cobardía.
Los más osados apenas atinan a explicar el derrumbe socialista por la presión de las grandes potencias. En el caso concreto de Cuba, el famoso bloqueo. Nuestros pensadores dicen dos o tres frases que demuestran su persistencia presuntamente “antiimperialista”, pagan la cuenta del bar y se van a dormir tranquilos con la convicción que aún vive en ellos el joven revolucionario de hace cuarenta o cincuenta años.
En realidad, en cierto sentido, el mundo socialista ha sido derrotado por la creatividad, el ingenio y la iniciativa de un sistema en el que la libertad ofrece frutos muy diversos. (Y también grandes iniquidades, por supuesto. Pero éstas no pudieron ser corregidas en modo alguno por ningún sistema).
El golpe de gracia para el caso de Cuba quizá se lo haya dado Steve Jobs y sus compañeros de profesión. La revolución en las comunicaciones ha quebrado la insularidad de Cuba mucho antes de que los hermanos Castro se hayan dignado a concederles a los cubanos, graciosamente, la libertad de entrar y salir de su propio país cuando les venga en ganas.


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