martes, 13 de diciembre de 2011

Tiempo de equilibrios. Por Gonzalo Neidal

“Peleamos por Córdoba, no por pelear”, tal fue una de las principales consignas de la campaña electoral de José Manuel de la Sota. ¿De quien prometía defender a Córdoba, incluso mediante la pelea? Principalmente, del gobierno nacional que, desde la crisis agraria, ha tratado a Córdoba con poco cariño, por decirlo de la manera más suave. 
Si bien Juan Schiaretti logró llegar sin mayores sobresaltos hasta el final de su mandato sosteniendo una actitud enérgica, y en consecuencia digna, hacia la Casa Rosada, el nuevo gobernador necesitará más del diálogo que del reiterado ceño fruncido de su antecesor.
Todo hace pensar que los años de vacas gordas han cesado y que 2012 será un año complejo. Este escenario hace que De la Sota dependa crecientemente de la buena voluntad del gobierno nacional, donde no cuenta con muchos fans.
Conociendo el estilo del gobierno nacional, es seguro que desde Buenos Aires se exigirán gestos al gobernador de Córdoba a cambio de no complicarle excesivamente su gobierno. Habrá que ver, entonces, hasta qué punto está dispuesto De la Sota a mostrarse amistoso y complaciente o cuáles son los límites que la defensa del mentado interés provincial le impone a su propio perfil político. Se anuncia ahí una pugna de equilibrios bastante compleja.
Al asumir, el gobernador de Córdoba ha manifestado sus deseos de que el gobierno nacional sea exitoso. Dijo que no imagina “una Nación próspera sin una Córdoba próspera”. Si quiso afirmar que el éxito de su gobierno depende del éxito del gobierno nacional o que ambos habitan el mismo barco, no es lo que se entiende. La prosperidad nacional no le garantiza a Córdoba su propia tranquilidad económica pues las circunstancias actuales, en cuya construcción De la Sota ha colaborado, son de gran fragilidad financiera y predispone a la Provincia a hacer buena letra con la Nación.
Aunque él no pueda decirlo, lo que más le conviene a De la Sota es un debilitamiento del poder de Cristina Kirchner. Y esto sólo puede provenir de un reacomodamiento de la economía que evidencie que la solidez de los años anteriores ha desaparecido. El consecuente debilitamiento político de la presidenta fortalecería a todos los gobernadores, que hoy están apretados en un puño del gobierno nacional.
Para decirlo de otro modo: el gobierno provincial, muy probablemente, se verá tironeado por dos fuerzas opuestas. Por un lado, la necesidad de asumir una actitud dócil y complaciente hacia la Nación para evitar ser sancionado por ésta. Por otro lado, si no desea que su perfil político se vea desdibujado, se verá compelido a arranques de firmeza y dignidad.
Y las dosis de una u otra actitud dependerán de lo que ocurra en la economía Argentina.





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