jueves, 15 de diciembre de 2011

La columna vertebral. Por Gonzalo Neidal

Era impensable pero sucedió. Contra todos los pronósticos, Moyano tuvo fuertes palabras críticas para la presidenta y se animó a renunciar a todos los cargos que tenía en el Partido Justicialista.
 Con tono claramente desafiante en las tribunas del acto realizado ayer en el Club Huracán, sus partidarios proclamaban su convicción de que “Evita hay una sola”, frase que la Juventud Peronista de los setenta, afín a Montoneros, le cantaban a Isabel Perón para decirle que, pese a los votos obtenidos y pese a ser la esposa del líder muerto, no le reconocían liderazgo.
¿Qué pasó con la mentada “columna vertebral” del peronismo, tal como el propio Perón denominaba al movimiento obrero? Probablemente el 54% de votos obtenidos en los últimos comicios haya convencido a la presidenta de que no necesita de la CGT para gobernar pues tiene el apoyo de los jóvenes de La Cámpora y del “pueblo”, denominación genérica, indeterminada e indiscernible que probablemente alude a los pobres sin profesión fija, beneficiados por los planes del gobierno y a los desocupados, que con gran entusiasmo le brindan su apoyo por la muy valedera razón de los beneficios monetarios que mensualmente reciben por parte del gobierno.
Los trabajadores sindicalizados y muy especialmente los camioneros, son una suerte de aristocracia obrera. Poseen salarios muy superiores al promedio, un régimen laboral sumamente confortable, asistencia médica y beneficios de todo tipo, como turismo, colonias de vacaciones, etc. Además, sus dirigentes sindicales manejan las incontrolables cajas de las Obras Sociales y denotan un nivel de vida que, a todas luces, no se corresponde con sus sueldos declarados. Los trabajadores sindicalizados son una porción menor de la masa laboral en la Argentina, y la más privilegiada.
Su enfrentamiento con el gobierno tiene al menos dos aspectos. Uno económico: Moyano se resiste a la política de ajuste que plantea la presidenta y que necesariamente incluye una moderación en los aumentos salariales para el año que se inicia. La reiteración de porcentajes en la franja 30/35%, consolidará la inflación en altos niveles y complicará aún más al gobierno. Además, el sindicalismo aspira a la participación en las ganancias de las empresas, algo que la presidenta ha rechazado en público. La menor disposición de fondos por parte del gobierno, además, hace que los apoyos del gobierno a las Obras Sociales ya no tengan la fluidez anterior.
Por otra parte, también existe una dimensión política del conflicto: la presidenta no ha integrado al poder al sindicalismo. Ella confía en los muchachos de La Cámpora, gente de clase media recién llegados al peronismo, que además cultivan su versión “revolucionaria”, la de la Juventud Peronista, cuyos antepasados no se llevaban bien con los sindicalistas, a quienes acusaban de traidores y burócratas. El sindicalismo ha quedado relegado del poder peronista tal cual lo ha construido Cristina Kirchner.
Habrá que ver qué le sucede ahora a un movimiento como el peronismo, que ya roza los setenta años, cuando comiencen a manifestarse los problemas en su columna vertebral.


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