martes, 27 de diciembre de 2011

La inútil batalla contra la prensa. Por Gonzalo Neidal

No nos hagamos los distraídos: todo gobierno sueña con controlar a la prensa o, cuanto menos, influir en ella todo lo que se pueda.
Y cuando decimos todos, queremos decir eso: todos.
Pero este gobierno va camino a ganar el torneo mundial de pisoteo a la libertad de prensa. Y se equivoca.
Tengo a la vista una revista Noticias de enero de 2008 que tiene este título: “El pacto Kirchner-Clarín”. La nota central nos muestra el enojo de la revista con el gobierno pues en forma permanente le concedía primicias a ese diario, desairando a todos los demás.
A la sazón, la más reciente había sido la exclusiva de la reunión que habían mantenido en Olivos el entonces ex presidente (Cristina acababa de asumir su primera presidencia) y Roberto Lavagna, que había ido a rogar su incorporación a la conducción del Partido Justicialista, reconociendo así la primacía de los Kirchner.
En ese momento, Clarín y el gobierno kirchnerista eran muy pero muy amigos. Al punto que irritaban a Fontevecchia y a los demás medios que se quejaban de los privilegios informativos con que contaba el multimedios.
Clarín era la niña mimada del gobierno de los Kirchner. Incluso había obtenido la renovación de sus licencias. La fusión de Cablevisión con Multicanal había sido aprobada pocas semanas atrás.  
Dos meses después sobrevino la crisis. El enojo de Néstor se produjo porque él no estaba de acuerdo con el modo en que TN lo estaba informando. Y entonces el gobierno descubrió que probablemente Ernestina de Noble se había apropiado ilegalmente de sus hijos adoptivos, que Papel Prensa era una empresa obtenida de un modo fraudulento, que Clarín monopolizaba los medios de comunicación y carcomía la conciencia de los argentinos.
Y se sucedieron la Ley de Medios, el intento de privar a los legítimos propietarios de la empresa productora de papel de diarios y sucesivos ataques a periodistas y medios. Y ayer se sumó la intervención a Cablevisión, otra de las empresas integrantes del grupo. Claro que actuó la Justicia. Pero todos sabemos el grado de independencia que ella tiene en este país en este momento.
Lo que era promovido y aceptado de buena gana tornó en hostilidad a partir de que el entonces esposo de la presidenta se disgustó por el modo en que se presentaba la información. La prensa, se pretende, debe decir lo que el gobierno piensa que está bien. Si no, cualquier modo de silenciarla está bien.
El gobierno no carece de prensa adepta. En modo alguno. Ha creado un poderoso conglomerado de medios que incluye canales de TV, diarios, revistas, sitios en Internet, y un batallón de contratados que trabajan disciplinadamente en las redes sociales a favor del gobierno.
Pero derrotar a la prensa es una quimera.
Ya lo decía Wilde: nada es tan deseado como aquello que se nos prohíbe.
Y esto no es difícil de entender. Pero los gobiernos parecen impulsados por una fuerza mucho más poderosa que la razón.
Y con esto, se equivocan.
Siempre se equivocan al perseguir a la prensa.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario