martes, 17 de abril de 2012

Río Cuarto o el bipartidismo al palo. Por Gonzalo Neidal

La disolución del poder electoral de Luis Juez en Córdoba es un tema digno para una monografía de los primeros años de Ciencias Políticas. La vertiginosa parábola del juecismo, nos muestra un veloz ascenso y luego una rápida caída. Esta situación parecía imposible hace un par de años.
 
La elección de ayer en Río Cuarto, la radiografía más reciente, nos muestra al juecismo raquítico, inane y, lo que es peor, sin poder definir una política electoral para tan importante ciudad como Río Cuarto, capital alterna de la provincia. Juez no pudo convencer ni a sus propios partidarios, a dirigentes con peso local histórico como Gumersindo Alonso ni tampoco al bravío Marcelino Gatica, que optó presentar una modesta lista que quedó triturada a la vera de la pelea central, entablada entre la UCR y el peronismo.
Completamente desdibujado, Luis Juez no supo qué hacer en Río Cuarto, careció de una propuesta propia y una falta de adaptación a la nueva realidad provincial, a saber: el radicalismo se ha recuperado a partir del triunfo en la ciudad de Córdoba y el juecismo, utilizado por muchos radicales para golpear al peronismo en elecciones anteriores, se ha visto abandonado por esos votantes prestados. Río Cuarto muestra la consolidación del bipartidismo. Y, en ese contexto, el juecismo carece de política.
Pero, a decir verdad, los problemas del juecismo para consolidar su presencia política en Córdoba, exceden largamente esta circunstancia electoral. Surgido del seno del peronismo local, con vínculos anteriores en el menemismo, su ruptura le aportó un aluvión de votantes del propio peronismo pero también gruesos contingentes radicales que veían en él la posibilidad de derrotar al PJ en Córdoba.
Juez siempre osciló entre proponer una alianza a los radicales -cosa que hizo y fracasó- y denunciar a la UCR a la par del peronismo como partidos completamente corrompidos que habían fatigado la paciencia popular.
La denuncia contra la corrupción fue el eje y casi el único programa del juecismo. El discurso monocorde encontró muchos oídos dispuestos, sobre todo en la capital provincial en 2007 pero luego de la ajustada derrota comenzó su padecimiento, que fue irregular. Renunció a participar en las elecciones para diputados nacionales en 2007, como protesta por el supuesto fraude electoral en su perjuicio y logró consagrarse senador nacional en 2009, en el marco de la oleada nacional contra el gobierno de Cristina. Pero en 2011 fue derrotado categóricamente como candidato a gobernador de Córdoba pese a que daba por descontado su triunfo.
A medida que previsiblemente se agotaba su discurso anticorrupción, el juecismo no pudo hacerse un espacio propio en Córdoba y, en el escenario nacional, deambuló por las inmediaciones de Lilita Carrió, Pino Solanas y Hermes Binner, sin omitir algunos coqueteos con el propio kirchnerismo.
Es que un partido político no puede construirse de la nada, con el mero enunciado de la corrupción ajena y la honradez propia. El dudoso activo de las bromas recurrentes, del chiste cordobés, convocaron el interés de los medios nacionales pero luego, al fracasar en las confrontaciones electorales, se tomó nota de que el estilo humorístico no era nada más que una mera estratagema distractiva ante la ausencia de propuestas de peso.
Esta elección en Río Cuarto ha puesto de manifiesto la indigencia ideológica y política del juecismo. Pese a sus aspiraciones de gobernar la provincia, no ha podido generar un candidato con posibilidades serias en la segunda ciudad de la provincia y ha padecido el desaire de los radicales más afines y de los personajes más prominentes de su propio partido.
Uno puede imaginarse a un Luis Juez solo, recorriendo los pasillos del Senado de la Nación y pensando qué chiste va a decir en el próximo programa de televisión al que lo inviten. Mientras tanto, el juecismo de Córdoba camina raudamente hacia su dispersión.


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