miércoles, 11 de abril de 2012

Moreno vs. las leyes de la economía. Gonzalo Neidal

Es cuanto menos contradictorio que quienes se muestran partidarios de una fuerte participación del estado en la economía y que, para ello, abrevan en la teoría marxista, a la vez se muestren distraídos respecto del carácter determinante que los pensadores alemanes otorgaban a la estructura económica y a sus leyes.

Las obras económicas de Marx y los aportes de Engels apuntaron a realizar un formidable estudio fisiológico del capitalismo más avanzado de su época, el inglés. Pasan una detallada revista a las leyes de formación del capital, de circulación, de la ganancia, de la acumulación. La gran diferencia con los economistas clásicos ingleses consiste en la lectura predictiva: Marx y Engels piensan que el sistema marcha hacia una eclosión inevitable ya que (creen) las relaciones sociales de producción se constituirán en una valla insalvable y el modo de producción tornará hacia el socialismo. El estado, entonces, administrará la producción con racionalidad, evitando el despilfarro y la opresión capitalista.
Toda su obra exuda un fuerte determinismo. Su mirada sobre la Europa occidental anunciaba un surco por el que necesariamente debía transitar la sociedad, regida milimétricamente por leyes económicas ineluctables.
Un siglo y medio después de aquellos pronósticos, todos sabemos que la Historia fue más creativa que los pensadores y eligió caminos que eludieron el destino que el marxismo le tenía reservado.
Pero si hay algo que Marx y Engels compartían con los economistas clásicos era la convicción que la economía estaba regida por leyes, más o menos estrictas y difícil de manipular. Resulta risueño que la intelectualidad filo marxista de la Argentina, que masivamente apoya al gobierno de Cristina Kirchner, hayan abdicado de sus convicciones teleológicas de otro tiempo y ahora dirijan sus ojos hacia Guillermo Moreno, depositando en él sus grandes esperanzas transformadoras de la economía argentina.
Moreno ejerce de ministro de economía de facto. Porque es evidente que desde que partió Roberto Lavagna, el país carece de ministro del rubro. Es uno de los beneficios que nos concede la soja a 500 dólares la tonelada. Moreno piensa que la economía es susceptible de manipulación prolongada. Le faltan dólares y entonces pone a la Afip en las casas de cambio. Y restringe las importaciones de manera brutal. Entonces la comunidad internacional reacciona (incluidos nuestros vecinos y amigos) porque vulneramos las normas de la OMC. Pero decimos que eso no nos importa, que nosotros somos un país soberano y podemos hacer lo que queremos con nuestra economía. Si los industriales que quieren exportar se quejan del bajo nivel del tipo de cambio, les contestamos que son ineficientes, que no saben administrar sus propias empresas. Los que advertían sobre el problema energético que se avecinaba eran objeto de desmentidas llenas de suficiencia por parte de los funcionarios y de mofa por parte de los periodistas de 678. Ahora que el problema llegó, se culpa a las empresas, simulando asombro por el bajo nivel de inversión y producción.
Y así todo. Improvisación, parches, soluciones circunstanciales, explicaciones para el momento y enfrentamientos crecientes con todo el mundo.
Hay un único motivo que permite que alguien como Moreno pueda manejar la economía argentina: la soja a 500 dólares. Con ese formidable precio y la cantidad de recursos extra que significa para el estado y la economía, el gobierno pensó que puede hacer lo que venga en ganas.
Pero aún en la abundancia las leyes económicas rigen y demandan que se las observe, que no se las viole cotidianamente, que se las respete con cierto temor reverencial.
Moreno no cree en eso. Él piensa –lo dijo- que podríamos funcionar perfectamente sin reservas pues el gobierno tiene poder político suficiente como para darse ese lujo.
El gobierno continúa día a día improvisando sobre la marcha. A esta altura, no puede hacer otra cosa. Va alimentando las calderas del barco con las maderas de la cubierta.
Todo es de una gran fragilidad material y conceptual.
Sólo un milagro puede llevarnos a un buen puerto.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente sintesis

victor guerrero dijo...

excelente sintesis.

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