miércoles, 11 de abril de 2012

La misma piedra. Por Gonzalo Neidal


Dicen que el único modo de que los países no tropiecen dos veces con la misma piedra consiste en conocer a fondo su propia historia.

Pero eso es completamente falso pues la historia puede ser interpretada diversamente. Y también escrita de modos distintos. Y este hecho puede ser deliberado o inadvertido. Hay quienes echan luz sobre algunos fenómenos y quienes lo hacen sobre otros. Hay quienes les dan importancia a algunos hechos y quienes a otros distintos.
Ahora el gobierno se apresta a que el estado nacional desembarque nuevamente en YPF, que fue privatizada hace 20 años. Lo curioso es que esa privatización fue apoyada por muchos de los que hoy la cuestionan con severidad y se desviven por dar el paso inverso.
Hay que recordar que la privatización de YPF no sólo fue respaldada por el partido justicialista (que años antes se había opuesto fervorosamente a cualquier insinuación privatista del gobierno de Alfonsín), sino también que fue respaldada por la mayoría del pueblo argentino. El gobierno de Carlos Menem, privatizaciones incluidas, fue apoyado electoralmente en varias elecciones. Su gobierno contó con el apoyo popular al punto tal que Menem logró la modificación de la Constitución Nacional y también su propia reelección presidencial. Cuando se habla de estos años, a menudo se omite considerar ese pequeño detalle.
Y la privatización no nació de la cabeza de Menem como Minerva de la de Júpiter. Las privatizaciones en la Argentina fueron producto de largos años de fracaso, de déficit, de frustraciones, de pésimas administraciones, de desinversión, de ineficiencia. Las empresas públicas se habían vuelto una pesada carga para el estado y éste no pudo soportarlas por más tiempo. Demandaban fondos, inversión y buena administración, algo que en manos del estado –por los motivos que fueren- no habían logrado de ninguna manera y bajo ningún gobierno, sea militar, radical o peronista. Por eso se privatizaron, no porque a Menem le haya llegado un fax desde Washington ordenándole tomar esa medida.
Esta historia se ha olvidado completamente. O se la toma con beneficio de inventario. O se la lee de un modo distinto, habitualmente impregnado de ideología y resignando temas esenciales como eficiencia y déficit.
Ahora, la presidenta, que en su momento apoyó con fuerza la privatización (youtube está lleno de videos al respecto), intenta cubrir su propia falta de previsión apelando a un discurso demagógico y patriotero para hacer desembarcar nuevamente al estado en YPF.
Cuando todos los expertos en energía del país le señalaban los peligros de la desinversión, el gobierno los acusaba de mentirosos o cosas peores (Boudou llegó a decirles “hijos de puta”). Ahora, que la factura por importación de combustibles llega a los 10.000 millones de dólares, la culpa es atribuida a YPF.
Todos sabemos que la historia es muy distinta. Néstor quiso poner a su amigo Eskenazi como socio minoritario de la empresa. Le hizo comprar el 25% de la firma sin poner un peso. Lo pagaría con utilidades futuras. Para que el esforzado socio pudiera pagar sus acciones, la firma tuvo que distribuir dividendos por el 142% de sus utilidades durante 2008, 2009 y 2010. Eso supuso una fuerte descapitalización y una alocada apropiación privada del capital de la firma.
Ahora, la presidenta se hace la distraída y actúa como si ella no hubiera conocido el alocado arreglo comercial realizado por su marido, que no debe reconocer antecedentes en el mundo. Comprar parte de una empresa sin poner un peso es un negocio soñado, que el fallecido Néstor Kirchner inventó para beneficiar a un empresario amigo, para pensar lo más suave. Ahora el gobierno le comprará a Eskenazi su parte y el empresario embolsará miles de millones de dólares… ¡sin haber desembolsado un centavo! ¡Todo un modelo de empresario schumpeteriano!
La desinversión y descapitalización de YPF tiene ese origen. El gobierno no puede afectar desconocimiento pues los informes de producción estaban diariamente sobre el escritorio presidencial. Y ahora, ante el fracaso que tantas veces se anunció, ante las profecías cumplidas, el gobierno apela al patriotismo: el estado se hará cargo del petróleo y sacará la empresa adelante.
¿Pondrán a algunos muchachos de La Cámpora al frente de ella?
¿A Moreno, para que con un par de gritos y amenazas ponga la situación en caja?
En este terreno, el voluntarismo nos ha llevado a una situación incómoda.
Redoblar la apuesta, puede llevarnos al desastre.




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