martes, 17 de abril de 2012

Ineficiencia y patriotismo. Por Daniel V. González

Finalmente y tal como se esperaba, Cristina Kirchner decidió estatizar YPF. El argumento central de esta expropiación ha sido la falta de inversión por parte de la empresa y el costo enorme que significa para el país la importación de combustibles para saciar sus necesidades energéticas.

Tras largos años de autoabastecimiento, Argentina nuevamente depende de las importaciones de combustibles para equilibrar su ecuación energética y esa reversión de la tendencia ocurrió durante los años del gobierno de los Kirchner, tal cual lo venían anticipando desde hace ya algún tiempo los expertos de diversos partidos.
El momento de la escasez llegó pero el gobierno, que en su momento desestimaba toda crítica y se mofaba de ella, ahora volvió sobre sus pasos y apuntó a la empresa Repsol como responsable de la baja producción y del importante aumento de la importación. Sin embargo, y en muchos sentidos, el fracaso de la política energética del gobierno es una consecuencia inevitable de sus propios actos.
En primer lugar, desde que se hicieron cargo del gobierno, primero Néstor y después Cristina tuvieron sobre sus respectivos escritorios un informe diario sobre la producción de hidrocarburos y de combustibles líquidos. Es increíble que la presidenta diga con tono de admiración y denuncia –como lo hizo en su discurso de ayer- que en 2011 hubo un crecimiento impresionante de las importaciones de combustible. Ese hecho es el resultado de un largo período de desaciertos.
Así, el fracaso completo y estrepitoso de la política energética del gobierno, queda  envuelto por la bandera patria, los cánticos de La Cámpora y las alusiones al General Mosconi e YPF.

Amnesia
En la historia de un país, un par de décadas es apenas un instante. Internet registra con montañas de registros el fervor privatista de los Kirchner al momento de la decisión de Menem, apoyada por el congreso y respaldada por el voto popular.
Pero, además de eso, unos pocos días antes de concluir su primer gobierno, Néstor Kirchner extendió los contratos de explotación a las compañías petroleras, cuando aún faltaban varios años para que vencieran. La prórroga se hizo por varias décadas, sin necesidad alguna.
Ya en el gobierno de la propia Cristina, a su consorte se le ocurrió que el grupo Petersen, liderado por la familia Eskenazi debía entrar como socio a la compañía y, para eso, elaboró un plan increíble y único en el planeta: la compra del 25% de las acciones, sin dinero. A pagar con utilidades futuras. Este hecho obligó a la empresa a distribuir utilidades por montos incompatibles con la inversión, a fines de proporcionar fondos al nuevo socio para que pague la parte que compró sin dinero.
Hace tan sólo 15 meses, en diciembre de 2010, la presidenta decía: "En realidad el management de YPF Argentina ha cambiado sustancialmente con la incorporación de un socio argentino". En esos momentos, YPF estaba en pleno proceso de descapitalización a partir de la distribución excesiva de utilidades. Pero, además, el director estatal de YPF, ponía su rúbrica aprobatoria en cada una de las resoluciones del directorio de la empresa, de toda índole.
Sin embargo, tanta evidencia confirmatoria de la responsabilidad oficial en el deterioro de la empresa, es completamente ignorada por la presidenta y su entorno de aplaudidores, que miran para otro lado al momento de dar explicaciones. Prefirieron hacer una voltereta ideologísta, hablar de los imperios, del interés nacional, de la Patria y, de ese modo, creen que su manifiesto fracaso puede ser transformado en un triunfo político, cualquiera sea el costo material inmediato.

Ineficiencia
¿Por qué habremos de pensar que si el gobierno kirchnerista no fue capaz de controlar mínimamente el creciente deterioro de YPF, a lo largo de los años, ahora va a estar en condiciones de cubrir todas las funciones inherentes a la producción, incluida la inversión de capital?
Se calcula que la YPF que ahora se estatiza ha consumido en estos años de Néstor y Cristina, 300.000 millones de dólares en existencias de gas y petróleo. El deterioro era creciente y evidente, sin embargo tanto Julio De Vido como Cristina Kirchner desestimaron esta situación hasta hace pocos meses.
En varias ocasiones anteriores, el país se encontró ante la disyuntiva de persistir en el intento estatal de producción o apelar a la inversión extranjera. El primero que intentó esta segunda vía fue Juan Domingo Perón, en las postrimerías de su segundo período presidencial. YPF no podía proveerle al país el petróleo que necesitaba. Sólo producía el 40% de los requerimientos. Fue en esas circunstancias que Perón apeló al capital extranjero, para horror de los izquierdistas (comunistas, socialistas) y de los radicales, cuya visión agraria les impedía percibir las demandas acuciantes de un país industrial.
Uno de los principales opositores a Perón en su intento de convocar al capital extranjero fue Arturo Frondizi. En un libro histórico, Petróleo y Política, reivindicó el papel del estado nacional en la explotación petrolífera y con vibrantes discursos fue el crítico más feroz a la política de concesión petrolera de Perón. Luego, cuando le tocó gobernar a partir de 1958, comprobó que su propuesta carecía de asidero y que, si Argentina quería lograr el autoabastecimiento petrolero, debía convocar la inversión extranjera, contradiciendo sus puntos de vista anteriores. Y lo hizo.
El propio Alfonsín también lo intentó cuando presentó el plan Houston en los EEUU, sin mayor éxito. El fallecido líder de la UCR llegó a aceptar que Illia se había equivocado al estatizar el petróleo tras el gobierno privatizador de Frondizi.
Lo demás, es historia reciente: Menem, abrumado por empresas públicas ineficientes y deficitarias, las privatizó y logró el autoabastecimiento energético, que ahora los Kirchner hicieron desaparecer, tras varios años de una política depredadora y despilfarradora de los recursos nacionales que ahora se dice valorar y defender.
Llega la hora del patriotismo, del himno nacional y de las banderas. Otras veces, esto mismo terminó en desastre.
¿Por qué ahora habría de terminar de otro modo?


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