lunes, 23 de abril de 2012

La palabra prohibida. Por Gonzalo Neidal

Hay una palabra prohibida en la política argentina.
Esa palabra es “derecha”.

Todos los políticos se mantienen a prudente distancia de ella. Piensan que lo peor que podría pasarles es que alguien pueda decirles que son de derecha.
Derecha es, por ejemplo, pensar que las cuentas públicas deben ser equilibradas y que el estado no puede gastar indefinidamente por encima de lo que recauda.
Derecha es decir que la inflación es mala y que perjudica más a los más pobres porque los ricos siempre encuentran el modo de defenderse de ella.
Advertir que la emisión monetaria desmedida produce inflación, es de derecha.
También es de derecha pensar que en los setenta no hubo una lucha entre ángeles y demonios.
Derecha es también ponerse del lado de la policía contra los ladrones.
Es de derecha pretender que los criminales deben ser severamente sancionados por la justicia y que, si sus crímenes son graves, permanecer en prisión durante un largo tiempo para preservar a la sociedad de sus desmanes.
Es de derecha pensar que los alumnos deben esforzarse en sus estudios y respetar a los maestros y profesores.
También es de derecha pretender que la protesta social no hostilice a los no participan de ella ni amenace la libertad de los que no adhieren.
Es de derecha pensar que el estado en general administra con ineficiencia los bienes que se le confían, perjudicando a quienes dice proteger. Y también lo es no adherir al pensamiento de que todo lo público es bueno y todo lo privado es malo.
Es de derecha no militar a favor del aborto.
Asimismo es de derecha proclamar que, para producir más, es necesario invertir más, aunque esto haya sido proclamado incluso por Carlos Marx.
Pronunciarse a favor de una irrestricta libertad de prensa, es muy de derecha.
Por supuesto, pensar que el capital extranjero puede contribuir al crecimiento económico nacional, como ha ocurrido en tantos países, es un abominable pensamiento de derecha.
Aceptar que es legítimo el enriquecimiento de los que trabajan, invierten y producen, también es de derecha. En general, lo es pensar que no es pecado ganar mucho dinero, excepto que quien lo haga y ostente sea un prominente integrante del gobierno.
También es de derecha pensar que el único modo de salir de la pobreza no es otro que el trabajo, el esfuerzo personal y el sacrificio. Y que la dádiva sistemática sólo consigue que los pobres continúen siendo pobres.
Por supuesto: la palabra “orden” es de derecha. Como la palabra “eficiencia”. “Mercado” es una horrible palabra de derecha.
Privatizar, por supuesto, es de derecha.
Mostrar inquietud por el medio ambiente en el caso de la minería a cielo abierto, es de derecha.
En este tiempo, denunciar hechos de corrupción perpetrados por quienes gobiernan, es de derecha. Hace algunos años no era así.  
Tener una buena opinión de Alberdi, Sarmiento y Roca, es de derecha.
Leer a Vargas Llosa, es claramente de derecha.
Abominar de la intromisión del Poder Ejecutivo en los otros dos poderes, es de derecha.
Creer que la justicia ha abdicado de su independencia y está subordinada al poder ejecutivo, también es de derecha.
Mirar y disfrutar el programa televisivo de Jorge Lanata, es muy de derecha. Lo mismo que cambiar de canal cuando llega 6, 7, 8.
Decir que el gran secreto del programa económico vigente es el extraordinario precio de los commodities, es de derecha.
Criticar la falta de libertad en Cuba y Venezuela e insinuar que sus gobiernos han fracasado en lo económico, es de derecha.
Y, por supuesto, escribir todo esto será considerado, irremediablemente,   de derecha.


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