martes, 3 de abril de 2012

Malvinas y sus usos. Por Gonzalo Neidal

Hasta donde puede, hasta donde las circunstancias políticas se lo permiten, la presidenta pretende hacer con Malvinas lo que ella imputa al gobierno militar que declaró la guerra en 1982: una causa para sumar adhesiones y fortalecer su gobierno.

En tal faena, cae en inconsistencias y anacronismos que distorsionan la realidad histórica de aquellos años. ¡Cuan difícil le resulta explicar la formidable adhesión popular a la decisión de la Junta Militar que decidió la recuperación! Para los que vivimos la época, no hay ninguna duda que la toma de Malvinas fue uno de los acontecimientos que contó con mayor adhesión popular en la historia reciente. Millones de argentinos de distintos orígenes políticos se volcaron a las calles para manifestar su júbilo y su solidaridad ante lo que se consideró un acto de patriotismo indudable.
En todo el país los argentinos demostraron de mil formas su apoyo a las Fuerzas Armadas en guerra contra uno de los imperios coloniales más fuertes y sanguinarios de la historia moderna.
A la presidenta le resulta incomprensible que los mismos militares que combatieron a la guerrilla y, en muchos casos, lo hicieron quebrantando la ley, sean los mismos que hayan decidido quebrar su propio sistema de alianzas y simpatías políticas internacionales, tomar las islas y defenderlas con valentía ante el ataque británico.
Que la toma de Malvinas no fue una decisión del pueblo sólo puede afirmarse desde la voluntad de deformar la historia argentina reciente. En su inmensa mayoría los argentinos decidieron respaldar, sin mezquindades, a la Fuerzas Armadas en guerra. Como en ese momento explicó el intelectual y político Jorge Abelardo Ramos, con ese hecho, la Junta Militar quebraba su tradición antipopular, torcía su propia historia y se enfrentaba con los que hasta entonces eran sus aliados estratégicos.
Tras 150 años de negociaciones sin resultado, la ocupación significó un cambio sustancial en la discusión sobre la soberanía de las islas. Una reivindicación que se limitaba a la presentación rutinaria de notas protocolares en la ONU y que se reducía a la recordación escolar, tomó nueva fuerza y se replanteó en un nivel impensado.
La palabra presidencial, nutrida por el odio hacia los militares, intenta imponer la idea de que la determinación provino de la insensatez y de la voluntad de permanencia de un gobierno que se derrumbaba. Así se habría llegado a un conflicto en el que Argentina de ningún modo podría haber salido triunfante, según esta visión oficial. Cualquier recorrida por los diarios de la época desmienten estas afirmaciones.
Abundan los testimonios que dan cuenta de no sólo de la valentía de nuestros oficiales, suboficiales y soldados sino también de lo cerca que estuvo el país de salir victorioso en el conflicto.
El apoyo popular fue de tal magnitud que hizo al gobierno militar cambiar sus planes originales y desechar la posibilidad de una administración conjunta de las islas, mientras se avanzaba en la discusión de fondo. La gente volcada a las calles en forma masiva, determinó la continuidad del combate que terminó en derrota.
Y la derrota tiene sus consecuencias. Es probable que por un largo, largo tiempo y ahora con más razones que antes, los británicos se nieguen a hablar de soberanía, tal como lo vienen haciendo desde que ocuparon las islas en 1833. En tal sentido, nada ha cambiado.
Nada puede hacer ahora la presidenta, claro está, más que declararse pacifista y proponer la vía diplomática. Pero resulta curioso que, al mirar hacia atrás, se abjure de la vía militar decidida en 1982. Sobre todo para un gobierno que reivindica con cierta pasión la lucha armada de los grupos guerrilleros que, en gran parte fue ejercida contra gobiernos constitucionales.
Si en aquellos meses de conflicto puede decirse que Argentina se reencontró con América Latina, al recibir su apoyo y solidaridad, los torpes movimientos actuales de la presidenta pueden llegar a enfriar el apoyo de nuestros vecinos ante lo que, ellos entienden, se presenta como un destemplado ataque a los isleños.
Si ayer fue feriado nacional, si la presidenta encabezó un acto vindicatorio, si en todo el país se rindió homenaje a los combatientes de Malvinas, ha sido porque aquel 2 de Abril ha instalado una causa nacional cuya recordación estuvo restringida a los manuales escolares durante décadas.
Si la pasión por la Causa Malvinas hoy existe, ese hecho es inseparable del 2 de abril de 1982, de la ocupación militar de las islas, de la guerra y de la valentía de nuestros soldados.






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