miércoles, 5 de octubre de 2011

Volvé Rita, te necesitamos. Por Gonzalo Neidal

La conmoción causada por el desnudo en vivo y en directo de una de las protagonistas del programa de Marcelo Tinelli es sorprendente. Como si tuviéramos pocos Fernández, se nos apareció otra más.

La distancia entre los mínimos atuendos que lucen y la desnudez total es nimia. Lo de Cinthia Fernández ha sido una pequeña vuelta de tuerca sobre un espectáculo cotidiano, reiterado y, en consecuencia, tedioso.

Con el paso del tiempo y tras el fracaso de audiencia que obtuvo haciendo bailar a los niños, el programa se fue transformando en un concurso de osadías nudistas, peleas histéricas (actuadas y no) y un escaparate donde un puñado de jóvenes –principalmente mujeres- se exhiben, en un casting diario, para promocionar sus abundantes atributos en la búsqueda de ingresos y clientela del tipo que fuere.
Lejos estamos de rajarnos las vestiduras porque una gordita se empeñe en mostrar su cola por televisión. Después de todo, el terrible hecho ocurrió en un horario en que los menores no deben estar frente al televisor y los mayores que miran ese programa, seguramente no habían ido en búsqueda de “La donna e mobile” interpretada por Luciano Pavarotti o de una zamba de Leguizamón y Castilla.
Incluso quienes no miramos sistemáticamente el programa de Tinelli, hemos podido capturar en You Tube el tan comentado baile, desbordante de movimientos y carnes, y así sentirnos parte del mundo, al poder comentar el episodio en cualquier bar, en la peluquería o en el almacén del barrio, mientras compramos esa varillita de pan y ciento cincuenta gramos de mortadela, de la gruesa, por favor.
Si hay algo que objetar, no es de índole moral sino más bien vinculado al buen gusto.
Una cuestión de paladar, digamos.
Y eso me quedó bien claro cuando hice el siguiente ejercicio, que recomiendo.
Primer paso: mire usted de nuevo el video de la Fernández bailando sin ropa en lo de Tinelli.
Segundo paso: Mire usted la secuencia de Gilda, donde Rita Hayworth canta, impostando borrachera, “Put the blame on mame”. Ahí ella se despoja, apenas, de un largo guante pero no puede evitar que Glen Ford la despabile con la famosa bofetada.
Ahora que hizo las dos cosas, dígame la verdad: ¿No le dan ganas de partir el televisor de un hachazo cada vez que aparece la obvia y tosca desnudez de alguna gordita de Tinelli?

1 comentario:

S.G dijo...

Hace tiempo el buen gusto se ha perdido y paso a ser exclusividad de algunos a riesgo de ser tildados de moralista. Lejos estoy de pertenecer a ese grupo pero me gustaría pensar que la TV abierta puede ofrecer algo mas adecuado para darle a consumir a un publico vacío de educación y de cultura.Pero es solo un anhelo personal y ya bien sabemos que eso no reditúa a los intereses ni de empresarios ni de políticos.
El desnudo es como la palabra. No importa lo que se dice sino cómo se dice.
No importa cuanta ropa se saca sino cómo se lo hace.
No se, se me ocurre.
Excelente análisis.

Publicar un comentario