domingo, 16 de octubre de 2011

Por un INDEC en cada escuela. Por Gonzalo Neidal

El estilo del secretario de comercio Guillermo Moreno se está difundiendo a ámbitos insospechados. Aunque no sólo sus modos sino también su concepto acerca de la labilidad de los números, la posibilidad de que ellos puedan despegarse de la realidad y cumplir un rol socialmente útil.
Claro: ¿de qué le sirve al país un INDEC que publique noticias desfavorables? ¿De qué le sirven los índices de precios que sólo cumplirían la función de irritar a la gente, desmoralizarla, hacerla pensar que su dinero cada vez vale menos?


Además, esos índices de precios tan elevados, sólo favorecen a los tenedores de bonos argentinos, prestamistas, usureros, que quieren lucrar a costa del estado. Menos mal que ya Néstor se había dado cuenta de esta iniquidad y comenzó a retocar las cifras a favor del pueblo y de los que menos tienen.

Ahora, algo similar está pasando en las escuelas. Algunas maestras se empeñan en poner números que traen problemas y crean conflicto social. Nos referimos a las bajas calificaciones que algunas docentes, despiadadamente, colocan a algunos alumnos. Es evidente que esas notas bajas no benefician al pueblo. De ninguna manera. Sólo traen conflicto social.

Así ocurrió hace un par de días con una maestra de la ciudad de Morteros, donde el padre de un alumno la tomó por el cuello y golpeó contra un armario en razón de que no estaba conforme con la calificación que le había colocado al niño.

Si en cada colegio tuviéramos un organismo que trabajara con los criterios del INDEC, estas cosas no pasarían. De ningún modo. Una suerte de comité evaluador podría calificar a los alumnos teniendo en cuenta distintos elementos, además del nivel de aprendizaje del educando. Por ejemplo, la ferocidad de los padres, la importancia que éstos le conceden a la opinión del docente. Incluso, ¿por qué no? la envergadura física de los papás del niño. Este dato es esencial pues de él se podrá extraer hasta dónde el docente podrá insistir con las malas calificaciones para el caso de que efectivamente fueran necesarias.

Las maestras nunca terminan de entender cuánto daño le hacen a los alumnos al ponerles malas calificaciones. El hecho de que en la totalidad de los casos ellas son justas y equitativas, es intrascendente. Hace falta mayor voluntad y mayor consciencia por parte de los docentes. Hace falta la convicción de saber que con una simple nota el docente puede llevar la felicidad a muchos hogares, además de evitar castigos para los niños, privaciones de paseos de fin de semana y rabietas innecesarias de los padres.

A veces, los docentes parecen no darse cuenta que con esas bajas calificaciones a sus alumnos están favoreciendo a las oscuras fuerzas de la reacción y poniendo una palo en la rueda del gobierno nacional y popular.

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