domingo, 23 de octubre de 2011

El dictamen de la voluntad del pueblo. Por Daniel V. González

(Publicada en Diario Alfil)
Tal como se preveía, tal como había preanunciado la elección interna de agosto, tal como decían los diversos encuestadores, el triunfo de Cristina Kirchner fue abrumador. Arrasador.
No deja lugar para interpretaciones intencionadas o caprichosas.


Ni para lecturas con malabares. Ni sospechas de trampa.

Los que no simpatizamos ni hemos votado a la presidenta reelegida no debemos buscar palabras que amortigüen la formidable victoria que obtuvo en toda la línea, en todo el país, con inequívoca mayoría de votos.

El rumbo del actual gobierno tiene el respaldo mayoritario del pueblo argentino y, muy especialmente, de los sectores más postergados. Los pobres han respaldado al gobierno por una mayoría aún más significativa que la que arrojan los guarismos totales.

Esta y no otra es la es la realidad que reflejan los comicios acerca de cuál es la voluntad mayoritaria de los argentinos en este momento del recuento globular que hacemos una vez cada cuatro años.

¿Quiénes y por qué votaron a Cristina?

La votaron millones y por diversos motivos.

La votaron muchos de los que tradicionalmente votan al peronismo pero también pusieron su voto no pocos de los que históricamente votan contra el peronismo.

Los sectores más postergados votaron en defensa de la indudable mejora económica obtenida durante todos estos años gracias a la especial situación de prosperidad que vive el país, al igual que toda la región y todos los países emergentes en razón de un clima internacional harto favorable.

Y es un voto inobjetable.

Razones para el voto
Esos mismos sectores votaron una y otra vez a Carlos Menem durante los años noventa y permitieron, además, que se modificara la Constitución Nacional para que él pudiera obtener un segundo mandato, al que efectivamente accedió gracias al voto de esos sectores.

Lejos estamos de descalificar esa decisión, tal como hizo Chacho Álvarez en 1995, con su famosa frase acerca del voto-licuadora. La mejora económica no es un motivo menor para decidir por quien votar. Es quizá, en los hechos, el motivo más importante por el cual los ciudadanos deciden su voto.

A ellos se han sumado también otras franjas, de la clase media, habitualmente antiperonistas pero que se sienten identificados con la política oficial de derechos humanos, con el relato kirchnerista acerca de las responsabilidades de los violentos setenta y que ven en Cristina Kirchner la reivindicación y la continuidad de sus luchas “contra la oligarquía y el imperialismo norteamericano”.

Todos ellos estiman que las objeciones que puedan hacerse al gobierno en razón de la corrupción, de la baja calidad institucional, de la persecución a la prensa libre, de las mentiras del INDEC, de la manipuación de la Justicia, son completamente secundarias y no atentan contra el avance general del país en los últimos años.

Ni Sergio Schoklender, ni Hebe de Bonafini, ni los fondos de Santa Cruz, ni los terrenos de El Calafate tienen alguna importancia al momento de votar. Argentina vive una prosperidad que no parece tener límites y que permite subsidiar una amplia gama de consumos populares tales como el transporte urbano, el gas, la energía, el agua, los combustibles líquidos y muchos más que conceden un descanso al bolsillo. Además, claro, las jubilaciones sin aportes y la asignación por hijo.

Todos deseamos que las ventajas de nuestra economía no tengan fin y, los que votaron por Cristina, piensan que es ella y ningún otro candidato quien asegura la continuidad de este escenario de abundancia y prosperidad.

El gobierno asegura la perpetuación de este momento de jolgorio y embriaguez. Una fiesta sin horizonte de crisis porque, se afirma, nada malo puede pasarnos con este modelo económico que sobrevive, incluso, a las crisis de los países poderosos.

Y, además, un grupo de intelectuales se ufana por haber conseguido la fórmula mágica para lograr un pueblo contento y por haber impuesto una versión de la historia donde los malos están en la cárcel, los poderosos bajo control y “los sobrevivientes de las heroicas luchas de los setenta”, compartiendo el gobierno.

Viven, sin lugar a dudas, en un Mundo Feliz.

Más voluntades
Pero el respaldo a algunos lineamientos centrales de la política oficial no se circunscribe a los votos por Cristina Kirchner. En efecto, el partido que resultó segundo, el Socialismo, comparte muchos de los puntos de vista del oficialismo. Los socialistas respaldaron con su voto en el parlamento la Ley de Medios, la estatización de Aerolíneas Argentinas y de las AFJP, entre otras iniciativas oficiales.

El oficialismo logró que el mismísimo Carlos Menem arriara sus banderas y se hiciera cristinista, en una muestra de cobardía política y oportunismo.

Asimismo, Alberto Rodríguez Saá dijo que él no se sentía parte de la oposición y que, además, en una hipotética segunda vuelta electoral, hubiera inclinado su voto hacia Cristina Kirchner.

Tal es el panorama político de la Argentina que recibe a CFK para un segundo mandato.

¿Qué sentido puede tener hacer advertencias sobre la fragilidad de la situación económica y social?

¿Quién puede escuchar hoy quejas sobre atentados a la libertad de prensa o sobre los bochornosos niveles de corrupción?

¿Quién puede elevar su voz para señalar que pese a la prosperidad, la cantidad de pobres aumenta y que carecen de una solución que los haga abandonar su condición para siempre?

No. Nada de eso es posible. Al menos hoy.

Argentina vive una fiesta.

Una amplia mayoría respalda al gobierno.

Como respaldó a Alfonsín en los ochenta.

Como apoyó a Menem en los noventa.

E incluso, como también dio su apoyo al golpe cívico militar en los setenta.

Es el sino de la voluntad popular en la Argentina, donde nada es para siempre.

Donde todo verdor, más tarde o más temprano, perece.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente! Y no olvidarse del inicio de la guerra de Malvinas... El entusiasmo gana a la inteligencia. María Ester.

Lucas Soruco dijo...

De algo nos podemos quedar tranquilos estimado... Y es que este modelo en algún momento no va a tener de donde robar para mantener tantos vagos... En síntesis... Lo bueno de CFK en el poder de nuevo es que LA BOMBA le va a estallar a ella. Y cuando eso suceda y salte mierda para todos lados quiero estar aquí para disfrutarlo.

Anónimo dijo...

Muy bueno !!!

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