jueves, 27 de octubre de 2011

Al final, Clarín no impidió que Cristina triunfara. Por Gonzalo Neidal

Una de las lecciones de los comicios del domingo pasado ha sido ésta: finalmente los medios de prensa no resultan decisivos, ni siquiera importantes al dirimir quién debe gobernarnos.
Tanto esfuerzo por perseguir al Grupo Clarín, al que se le adjudica la falsa condición de monopolio, parece haber resultado ocioso. Clarín no horadó en lo más mínimo el predicamento oficial, que se extendió a todo el país y todos los sectores. Cristina Kirchner ganó ampliamente sin dejar lugar a segundas lecturas acerca del resultado comicial. ¿Se justifica, entonces, tanta persecución a un grupo periodístico? ¿Cuál es el motivo de tanta obsesión?


Conservo en mi poder un número de la revista Noticias de enero de 2008 en el que, conforme a su estilo habitual, la publicación denuncia un pacto entre el gobierno y el grupo Clarín. La revista manifestaba su indignación porque el diario de Ernestina de Noble era reiteradamente favorecido con primicias por parte del gobierno. En efecto, en ese momento el resto de la prensa bufaba porque Néstor Kirchner se había reunido con Roberto Lavagna en la Casa Rosada y le había concedido la primicia exclusiva a Clarín, que lo publicó con gran foto en la tapa de un diario de domingo, el de mayor tirada. Lavagna había ido a pedirle a NK su incorporación al PJ, pidiéndole un lugar de la conducción partidaria.

Clarín tenía, hasta ahí, una relación privilegiada con el gobierno. Pero en marzo vino el conflicto con el campo y Néstor se enfureció con el tratamiento que el grupo le daba a esa información. Y comenzó la guerra, que incluyó la persecución a los hijos adoptivos de la Sra. de Noble, el asunto de Papel Prensa y los diversos grados de agresión que todos conocemos.

Pues bien, el resultado electoral demuestra a las claras que la opinión de la prensa no tiene un peso decisivo sobre el resultado electoral. Ya lo había dicho antes el propio Perón: “En el ’46, cuando teníamos toda la prensa en contra, ganamos la presidencia; en el ’55, con toda la prensa a favor, nos sacaron del gobierno”.

La intolerancia está en la base misma del populismo. Según su dinámica de pensamiento, los que disienten de la opinión oficial, son poco menos que traidores a la patria. En esto, se parece mucho a los regímenes socialistas o autoritarios de derecha de cualquier país del mundo. No es una cuestión de relación de fuerzas, de temor a la derrota, no: el avance sobre la prensa es una suerte de impulso vital que se nutre de la intolerancia esencial en la que se asienta todo autoritarismo. El pensamiento único es su concepción irrenunciable.

La contrapartida de ese embate es una prensa adocenada, pusilánime, chupamedias. O, si se prefiere, militante.

Un buen y sintético ejemplo de ello ha sido la chapa que el Canal CN23 colocó al momento de informar los resultados favorables a la presidenta. Decía: “La tienen adentro”. Pretendía ser una burla maradoniana a los derrotados en los comicios.

Un gran ejemplo de periodismo militante y tolerancia ideológica.

Y, también, un interesante concepto sobre lo que el sexo significa.

Pero ese ya es otro tema.

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