miércoles, 12 de octubre de 2011

La aventura de Colón. Por Gonzalo Neidal

En estos tiempos de corrección política es un milagro que haya sobrevivido una fecha tal como el 12 de Octubre, durante muchos años llamado Día de la Raza, que rememora la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras.
Con el paso de los años, ese hecho magnífico de la audacia y la intrepidez Europea ha entrado en el tobogán del desprestigio y la condena. No es nada para festejar, se nos dice. Es el comienzo de un genocidio, del exterminio sistemático de la población indígena, de los pueblos originarios. Nada más abominable que eso. Ese es el relato actual, que tiene sus cultores en el grueso del progresismo argentino, baluarte ideológico del gobierno nacional.

Han pasado más de 500 años y salvo en lugares muy focalizados de América, la inmensa mayoría somos el producto de la osadía de Colón y de su gente, de su ambición de llegar a las Indias por el camino largo, por el lado incorrecto, pues la vía habitual ofrecía peligros insalvables.

También somos el producto del buen ánimo que tenían los españoles para con nuestras indias, con quienes se cruzaron sin las prevenciones ni los rechazos que otros conquistadores, más rubios, ejercieron sobre los habitantes de los territorios que ocupaban.

Somos hijos de este mestizaje prodigioso al que luego se agregaron nuevas oleadas de españoles, italianos, alemanes, polacos, galeses, rusos y varios más. Muchos estamos orgullosos de la mezcla (el mentado “crisol de razas”) y otros parecen preferir que el cruce nunca hubiera ocurrido, que Colón naufragara en alta mar y que los incas nunca hubieran accedido a la rueda ni los aztecas a la lengua de Cervantes.

Preocuparnos por indemnizaciones históricas de hechos irreversibles resulta un tanto abstracto. Quizá sea mucho más razonable demostrar nuestro amor y compromiso con los indígenas de hoy, que padecen necesidades que, cada tanto nos hacen conocer con toda claridad.

No hace mucho, por ejemplo, el gobernador de Formosa Gildo Insfrán, reprimió una protesta de indígenas Qom y ocasionó dos muertos. Luego, una delegación de ellos vino hasta Buenos Aires y se instaló en la Av. 9 de Julio a la espera de ser recibido por alguien importante del gobierno. Lo único que lograron fue que los chicos de La Cámpora los intimaran a disolver la protesta.

Probablemente los funcionarios del gobierno nacional no podían escucharlos porque estaban muy ocupados en un simposio sobre la importancia de los pueblos originarios en el mundo globalizado.

Quien tenga dudas acerca de los beneficios que nos trajo el vínculo con Europa, no tiene más que concurrir media hora a la peatonal de Córdoba y mirar un rato a las mujeres que se pasean por ahí, testimonio evidente de que la aventura de Colón no ha sido en vano.

 

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