miércoles, 12 de octubre de 2011

Fastidios improcedentes. Por Gonzalo Neidal

Hay periodistas, políticos de la oposición y ciudadanos corrientes que uno encuentra en todo lugar, que están fastidiados por lo que llaman “la inoperancia de la oposición”, su “falta de propuestas” y la “carencia de acuerdos básicos”.
Ellos entienden que si la oposición hubiera tenido una actitud más conciliadora, más acuerdista, más fraternal, hubiera logrado establecer acuerdos mínimos para presentar un frente más o menos unido para enfrentar al gobierno con alguna posibilidad de éxito.


Tenemos una impresión contraria a esta forma de ver la política argentina de nuestros días. Pensamos, como marcan todas las encuestas, que el triunfo de Cristina Kirchner va a ser arrollador el próximo 23 de octubre y que este hecho es irreversible en las actuales circunstancias políticas y económicas nacionales.

El país vive condiciones excepcionales desde 2002, cuando los precios de las commodities de exportación se dispararon a las nubes. Ello ha servido de base para que la economía argentina creciera a tasas chinas durante largos años, excepto cuando recibimos el impacto de la crisis mundial.

Esta circunstancia ha permitido altos niveles de consumo y de subsidios a servicios básicos tales como el agua, el gas, los combustibles líquidos, la energía domiciliaria. Y contra esta abundancia de beneficios no hay discurso opositor que valga. Así de sencillo.

No es que la oposición haya errado el discurso. No.

No es que la oposición no haya tenido inteligencia para plantear una idea distinta y seductora. No.

Es probable que en la oposición haya un exceso de vedetismo, carencia de grandeza. Pero muchas veces la falta de acuerdo obedece a la existencia de posiciones diferentes que, en los puntos esenciales, resultan irreconciliables.

Hay grupos políticos, como el socialismo, que están más cerca del gobierno nacional que, por ejemplo, de Eduardo Duhalde. Su afinidad con el gobierno tiene su excepción más fuerte en las cuestiones de estilo más que en los contenidos políticos y económicos.

El propio candidato Alberto Rodríguez Saá ha manifestado con claridad que, en caso de una segunda vuelta, él votaría por Cristina.

Es cierto lo que decía Menem: en las circunstancias actuales, “a Cristina no hay con qué darle”. Claro que el riojano sacó la conclusión de que ello obliga a sumarse al proyecto, cosa que él hizo sin mayores pudores.

Vendrán otros tiempos, vendrán otras ideas, otros personajes, otras ambiciones. También otras esperanzas.

Pero en este momento, tal como están dadas las cosas, no hay forma de que la oposición, con cualquier actitud, pueda enfrentar al gobierno y su torrente electoral.

El pueblo argentino, en su mayoría tiene hoy esta ilusión.

Pero todos sabemos cuan efímeras son las mayorías políticas.





5 comentarios:

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