martes, 25 de noviembre de 2008

Pequeñas delicias del mundo global. Gonzalo Neidal

Ayer la bolsa subió más del 8% y, si se toma este indicador como un símbolo de la confianza de los empresarios hacia el futuro de los negocios en la Argentina, resulta alentador. Generalmente la bolsa responde a los estímulos de los buenos anuncios con un repunte en las cotizaciones de sus títulos y acciones.

¿Qué sucedió esta vez para que ocurriera la suba? ¿Habrá sido porque el INDEC publicó la tasa de crecimiento de la producción industrial? ¿Será porque la Presidenta se reunió con el primer mandatario mexicano? ¿O será porque en Estados Unidos hicieron conocer el lanzamiento de un plan de rescate para el Citicorp por unos 20.000 millones de dólares?
Las bolsas de Nueva York, Londres, París y Madrid estuvieron eufóricas. No sabemos cuánto durará el optimismo pero, mientras tanto, disfrutémoslo. El mundo global otra vez nos tira una mano. Esta vez, efímera e insustancial. Pero que repercutió en la bolsa local de un modo inmediato. Es que la globalización supone que la información sensible se conoce con diferencia de segundos en todo el mundo. Aparece la noticia de un salvataje al Citi y suben las bolsas de todo el mundo. No es para sorprenderse.
Sin embargo, el gobierno no parece haber tomado nota de esta singularidad de la época que transcurre. Ayer, en su reunión con su par mexicano, Cristina de Kirchner insistió en su visión demagógica de la crisis según la cual nosotros somos los pobres países que padecen los desmanejos económicos perpetrados en los países poderosos, especialmente los Estados Unidos.
La verdad es que habitamos el mundo global para bien y para mal.
No nos gusta la caída de la economía norteamericana a partir de la crisis de las hipotecas subprime pero estamos lejos de aceptar que la prosperidad previa a esta crisis también tuvo su origen en el norte. Como aquel personaje literario, una mujer, que elevaba un ruego al Creador: “Así como hiciste que María pudiera concebir sin pecar, haz que yo pueda pecar sin concebir”.
La globalización no puede ser tomada con beneficio de inventario, es cierto. Pero tampoco el discurso político debe transitar a tanta distancia de la verdad. Los mexicanos saben mucho de eso: el 80% de su comercio exterior lo realizan con los Estados Unidos, con el que integran el tratado de libre comercio denominado NAFTA.
Es muy conveniente desde la política el arrojar fuera de la responsabilidad de este gobierno la crisis económica que nos está llegando. Pero uno tiene la impresión de que la Presidenta efectivamente cree en eso que dice.
Y esto ya es más grave.
Una cosa es defenderse de la oposición utilizando argumentos propios de la sofisma política y de la lucha por el poder, donde –desde que Maquiavelo aconsejó a Lorenzo de Médici- todo vale, y otra muy distinta es creer que eso que se dice es la verdad que explica la economía de los últimos cinco años.
La presidenta además debería saber que, con crisis externa o no, con culpa estadounidense o no, cada vez que entramos en una zona de recesión económica, baja productiva y desempleo, a la gente no le importa demasiado quien es el culpable. En su razonable malhumor, la emprende contra los que gobiernan en ese momento.
Quizá sea injusto.
Pero así es la política.

1 comentario:

Javier Marín dijo...

Los Kirchner tienen más que una visión demagógica, actúan demagógicamente y de manera harto perniciosa para los intereses del país. Se rasgan las vestiduras denunciando cipayos mientras alegremente ven cómo YPF es reducida a escombros.

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