miércoles, 26 de noviembre de 2008

Lo que quedó en claro de los anuncios de la Presidenta. Por Roberto Cachanosky

Como ya es característico en el gobierno de los Kirchner, el anuncio de medidas suele presentarse buscando un determinado objetivo, pero, cuando uno las analiza en detalle, resulta que el objetivo termina siendo otro totalmente diferente. Ejemplo, el pago al contado de la deuda al FMI fue presentado como una política de independencia nacional y de desendeudamiento. Este fue el objetivo declarado. ¿Cuál era el objetivo oculto? Quitarse el auditor de encima.

Las medidas anunciadas por Cristina Kirchner fueron presentadas como medidas que buscan preservar los puestos de trabajo, atraer inversiones y conquistar nuevos mercados. ¿Es así? Veamos las cuatro medidas anunciadas.
La primera tiene que ver con la creación de un ministerio de la Producción, para, de acuerdo a la presidente, "salir a la conquista de nuevos mercados". La afirmación luce un tanto curiosa cuando ha sido este mismo gobierno el que se encargó, mediante regulaciones absurdas, de que los productores perdieran el mercado de las carnes y lácteos. No se comprende muy bien cómo la presidente compatibiliza "salir a conquistar nuevos mercados" con las restricciones a las exportaciones de carnes o de lácteos, por no citar el caso del trigo y otros más, que impone el secretario Moreno.
Tampoco se entiende muy bien cómo compatibilizará la máquina de impedir de la burocracia estatal, ahora incrementada con un Ministerio de la Producción, con la capacidad de innovación y riesgo empresarial que caracteriza al proceso productivo. ¿Qué señales se impondrán en el mercado para producir? ¿Las del nuevo iluminado en el ministerio de la Producción o las del Secretario Moreno? Definir esta situación no es una cuestión menor porque el ministro de la Producción puede llegar a hacer el papelón del siglo si Moreno sigue imponiendo sus métodos. El mercado es un proceso de descubrimiento por el cual el empresario tiene que descubrir qué es negocio. Qué demanda la gente. ¿Acaso un funcionario público, que no arriesga su capital, puede saber mejor que el que lo arriesga qué es lo que demanda la gente y cómo hay que producirlo?
Tampoco es una cuestión menor recordar que para producir se requiere, entre otras cosas, de la señal de precios relativos. Estos no deben estar distorsionados, porque si los precios relativos están distorsionados, lo más probable es que quien tiene que producir no lo haga esperando a que se reacomoden o bien, si se lanza a producir, sufra las consecuencias de haber iniciado una actividad con precios distorsionados que luego, al sincerarse, se traducen en un negocio ruinoso. La maraña de subsidios, tarifas de servicios públicos manejadas políticamente, prohibiciones de exportación, regulaciones de toda clase y un tipo de cambio real que, a todas luces, ha sido devorado por una inflación que el gobierno se niega a reconocer, ha llegado a un punto de colapso que todos saben que es insostenible en el tiempo. Si bien la crisis externa le viene muy bien al gobierno para tratar de quitarse de encima la responsabilidad de la crisis interna, lo cierto es que el modelo era inviable aún sin crisis internacional. Finalizado el viento de cola, el modelo, simplemente, está muerto y todos están esperando el gran reacomodamiento de precios relativos. Cuál será el precio de la energía, el tipo de cambio, los salarios, etc. ¿Qué puede hacer un funcionario desde el pomposo nombre de Ministerio de la Producción frente a semejante lío de precios?
En lo que hace al blanqueo de los trabajadores en negro para empresas de hasta 10 personas, condonando las deudas, cabe preguntarse si alguien estará dispuesto a acogerse a esa medida y asumir un mayor costo impositivo, cuando los números hoy no le cierran. ¿O pensarán que la gente trabaja en negro por deporte? La carga tributaria es tan alta en Argentina que expulsa del mercado formal al grueso de la población. Claramente detrás de este supuesto beneficio impositivo existe una inconfesable necesidad de mayores recursos fiscales.
Curiosa es la propuesta de reducir los aportes patronales en un 50% el primer año y en un 75% el segundo año, por cada nuevo puesto de trabajo que se cree. Si a duras penas las empresas logran despedir la menor cantidad de empleados posible, sugerir que contraten más gente refleja el grado de desconexión con la realidad que tiene este gobierno.
Y, finalmente, la frutilla del postre. Anunciar una repatriación de capitales con reducciones importantes en las multas por no declarar esos fondos. Proponer que la gente traiga sus ahorros a la Argentina cuando el gobierno acaba de confiscar miles de millones de pesos a los que habían ahorrado para su jubilación en el sistema privado es casi una humorada. ¿Cuál es la tasa de rentabilidad que deben tener esos capitales para compensar no ya el riesgo país, sino el riesgo Kirchner de confiscación o los métodos Moreno de controles?
Es claro que ante el desmadre en que ha entrado la economía argentina algo tenían que anunciar. Detrás de esto hay una clara intención de buscar algo más de recursos fiscales vía el blanqueo de capitales o de los empleados del mercado informal.
Cristina Fernández dio su discurso, y en vez de aclararse el horizonte, se oscureció más, porque quedó en claro que no tienen la más mínima idea de cómo salir del embrollo en que metieron a la economía.

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