sábado, 30 de marzo de 2013
Un Papa argentino ¿y peronista? Por Daniel V. González
Más
allá de todas las lecturas ecuménicas y macro religiosas que puedan hacerse
sobre la designación del argentino Jorge Bergoglio como Papa, tarea que
abandonamos a los especialistas en temas del Vaticano, es inevitable y casi
obligatorio que debamos mirar este hecho impactante en claves de la política
nacional.
Ya
al momento de la consagración de Benedicto XVI, los analistas políticos afines
al gobierno de Néstor Kirchner evaluaron que “Sólo la elección de Jorge Bergoglio
hubiera producido un cuadro más complicado (ya que) el foco de atención del
hipotético Papa Bergoglio hubiera sido la Argentina, así como el de Karol
Wojtyla fue Polonia, lo cual hubiera creado un serio problema de
gobernabilidad.” (Horacio Verbitsky
en Página 12, reproducido por www.agendapolitica.com).
La animosidad del gobierno para con Bergoglio es muy extensa
y conocida. Los enfrentamientos fueron permanentes. Néstor Kirchner y la actual
presidenta no participaron de las ceremonias protocolares en la Catedral,
negándose a concurrir incluso a los tedeum en ocasión de festividades patrias.
Es que el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina,
rechazaba el avance del gobierno sobre temas sensibles a la Iglesia tales como
el matrimonio entre personas del mismo sexo pero, además, formulaba severas
críticas a algunas actitudes del gobierno, que juzgaba soberbias, y cuestionaba
también a su política social.
Es
curioso: la presidenta, que se negaba a cruzar la Plaza de Mayo y la calle
Rivadavia para concurrir a la Catedral metropolitana, ahora deberá viajar 7.000 Km . para presenciar
la asunción como Papa, saludar y reverenciar a alguien a quien abominó como pastor
católico. Un castigo divino.
Conociendo
los insondables pasadizos por los que transita el pensamiento K, era bastante
previsible que reaccionaran tal como se ha visto ya en sus adherentes y algunos
referentes de segunda línea. Parecen pensar que la Iglesia tomó su decisión
pensando en la Argentina y en los detalles de su política doméstica. Muchos ya
estarán buscando documentación para comenzar a preparar una biografía no
autorizada del nuevo Papa y demostrar, ante los ojos del mundo, que es el eje
de una conspiración de oscuros poderes mundiales contra el gobierno nacional y
popular.
La
designación, por primera vez en la historia, de un Papa latinoamericano, ha
sido una sorpresa. Que, además, fuera argentino, causa en el país una conmoción
emocional impresionante. Es probable que esta mirada de la Iglesia hacia un
vasto territorio mayoritariamente católico sea una señal de reforzamiento de su
preocupación social y una apuesta hacia nuevas generaciones de fieles
católicos, en un territorio en el que el avance de nuevos credos ha ido minando
el arraigo aportado por los conquistadores del siglo XV.
Quienes
conocen de cerca a Bergoglio saben de sus simpatías por el peronismo clásico y
hablan incluso de una militancia juvenil en los sectores más ortodoxos de ese
movimiento. Como fuere, hay algo que está claro: no se trata de un Papa que
simpatice con el actual gobierno de la Argentina. Y este es un sentimiento al
que el gobierno prodiga una entusiasta reciprocidad.
En
el terreno provincial, no podemos sino imaginar la inmensa alegría que embarga
a la grey católica, especialmente a los jesuitas. Imaginamos que este fervor se
expresará en celebraciones plenas de algarabía y gozo en la propia congregación
y en su máxima expresión cultural: la Universidad Católica.
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