miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Meloneo o producción? Por Gonzalo Neidal


Nos vemos imposibilitados de eludir una frase que se ha transformado casi en un lugar común. Es que quizá, en el caso que nos toca comentar hoy, quepa como en ningún otro.
Se trata de la afirmación de Hegel en el sentido de que la Historia se repite dos veces. Marx refrendó la idea pero añadió –en el 18 Brumario de Luis Bonaparte- que efectivamente, la Historia se daba dos veces, pero la primera vez como tragedia (o sea, en serio) y la segunda como comedia (o sea, en farsa).
No parece un capricho del azar que alguien que se llama Juan Ignacio San Martín ocupe un lugar prominente en la ex Fábrica de Aviones (hoy FADEA). Todos sabemos el rol decisivo que cupo al Brigadier de ese exacto nombre y apellido allá por fines de los ‘40 y comienzo de los ’50 en la potenciación de ese inmenso polo productivo que fue sucesivamente IAME, Dinfia y AMC. Estrecho colaborador de Perón, se volcó a la fabricación de aviones y otros productos civiles, hasta que fue convocado en 1951 –tras un intento de sublevación en el Ejército- a hacerse cargo del Ministerio de Guerra.
Argentina había alcanzado en Córdoba la cúspide de la tecnología aeronáutica. Éramos el quinto o sexto país del mundo que había llegado a los desarrollos aeronáuticos más avanzados del momento: los aviones “a chorro”, las naves a reacción. Se vislumbraba un gran futuro para la Argentina en esa industria. Llegar a esos prototipos significaba la confluencia benéfica de ingenieros aeronáuticos (en su mayoría alemanes, de la Segunda Guerra), operarios de buena calificación, “clima” industrial (para la fabricación de piezas) y decisión política para emprender esa titánica tarea.
Pues bien: nada de eso ha quedado en pie. O muy poco. Nuestro vecino Brasil, en cambio, comenzó en 1969 con un pequeño galpón, equivalente al mítico garage en el que, según dicen todas las fábulas, comienzan los emprendedores. Con constancia y política libre de prejuicios, hoy poseen una industria formidable, que produce aviones y que se encuentra entre las cuatro o cinco más fuertes en su especialidad en todo el mundo.
¿Por qué nosotros no pudimos y ellos sí?
Si queremos ideologizar el tema, echémosle la culpa a la Revolución Libertadora de 1955. Y nos vayamos a dormir tranquilos. Pero antes, saquemos cuentas y veamos que desde entonces han transcurrido casi… ¡60 años! Hay algo más poderoso que nos impide concretar proyectos de largo aliento como es un emprendimiento de tal envergadura. Hay algo más presente y permanente, que atraviesa todas las generaciones y que nos lleva siempre a quedarnos en los proyectos.
Somos amantes del corto plazo. De las resoluciones instantáneas e inmediatas. Nada que suponga un esfuerzo de varias generaciones logra los apoyos necesarios para prevalecer. Nuestros horizontes son casi anuales, como los ciclos de una cosecha de cereales.
Por eso se llega a una situación simbólica como ésta en la que tenemos un Juan Ignacio San Martín que se ocupa del adoctrinamiento de los empleados de la Fábrica de Aviones y no de la producción.
No producimos aviones pero tenemos una férrea voluntad de preservar el discurso. El espíritu del otro Juan Ignacio San Martín se ha diluido pero nos queda una indeleble preocupación para que existan robustos monumentos que nos hagan recordar los tiempos gloriosos.
Somos expertos en hacer monumentos y en adoctrinar.
Pero no en fabricar aviones.
Los brasileños se acuerdan mucho menos que nosotros de sus hombres ilustres. Pero producen aeronaves.
No es que nosotros complementemos la producción con la memoria histórica. No: lo que hacemos es sustituir los hechos con un relato vibrante de los tiempos de gloria que ya se han ido. Un ejercicio ciertamente masturbatorio.
Este es el contexto en el que aparece la “capacitación” de los trabajadores de FADEA, con clara intencionalidad política, investigativa, propia de servicios de inteligencia que intenta identificar díscolos o gente “poco comprometida” con el proyecto en marcha. Un horror, aunque ahora se lo haga desde “la izquierda” y con presuntos objetivos “nacionales y populares”.
La situación de FADEA es lastimosa. Y no es culpa de este gobierno, únicamente. Carecemos de una política de estado. Una política acordada entre todos los partidos políticos y sostenida a lo largo del tiempo. Como ha hecho Brasil.
Si los chicos de La Cámpora quieren adoctrinar, no deberían apelar a nuestra propia historia, que ha sido una historia de fracaso en materia aeronáutica. Deberían mirar a Brasil, que tiene una fábrica eficiente y productiva. Y deberían hacerlo sin prejuicio ideológico alguno.
Decimos esto porque si abordamos la historia de Embraer podremos ver que, en un determinado momento, el estado brasileño no podía continuar con la producción de aviones pues necesitaba capitales que no poseía, conducción empresaria, marketing y otras cualidades empresarias que el estado, que había dado los primeros pasos en la industria, no estaba en condiciones de aportar.
En ese momento, año 1994, Brasil convocó a grupos empresarios locales y extranjeros y privatizó la empresa, reservándose una acción dorada para preservar el interés del país ante avances, errores o incoherencias de los grupos empresarios a cargo de la empresa.
Pero aquí, los grupos empresarios son considerados enemigos del país. Se considera un principio inviolable que las empresas sean públicas, sobre todo los grandes emprendimientos industriales. Y bien, ya sabemos en qué termina eso: ineficiencias y finalmente desastre empresario y económico.
Más que preocuparnos por hacer cuestionarios para espiar e intimidar obreros, habría que ver cómo podemos llegar, en décadas futuras, a producir aviones.


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