miércoles, 3 de octubre de 2012

El velo ideológico de la UNC. Por Gonzalo Neidal


 La desconexión entre las universidades y los problemas productivos de la sociedad que las nutre, la alberga y la financia ha sido hasta ahora un problema de difícil solución.

En nuestras universidades el énfasis principal parece estar puesto en los aspectos ideológicos. Lo más importante de todo es aparecer parados del lado correcto por entre las ideologías reinantes. Ser “progresista” es el comienzo de todo. A partir de allí se deriva el resto de las actitudes hacia la cultura, la ciencia y la técnica. El entredicho entre las actuales autoridades universitarias y funcionarios del gobierno provincial respecto de la instalación de la planta de la empresa Monsanto es reveladora de la actual distancia entre la universidad y los problemas reales de la sociedad.
Como se sabe, existen vecinos inquietos por las posibles alteraciones ambientales que puede traer consigo la instalación de la planta de tratamiento de semillas de Monsanto en la vecina localidad de Malvinas Argentinas. Está fresco en la memoria de todos el recuerdo del juicio, que tuvo lugar hace pocas semanas, a los responsables de la fumigación de campos en Barrio Ituzaingó Anexo, con grave perjuicio para la salud de varios habitantes de la zona.
De tal modo, uno de los aspectos objetados por quienes rechazan la instalación de la planta se refiere a la probable contaminación en perjuicio de los lugareños pues la empresa, en el tratamiento de las semillas manipula elementos de alta toxicidad. Esta objeción es razonable y alcanzaría también a cualquier acción humana que, por tratar con materiales peligrosos, pueda ocasionar daño a la salud de los habitantes. Vale para Monsanto, para la energía nuclear, para la energía eléctrica de cualquier origen, etcétera.
Pero la manipulación genética de las semillas es algo que existe desde hace muchos años y que ha permitido multiplicar varias veces la producción agraria en todo el mundo, proveyendo alimento al planeta entero, que es sin duda otra de las preocupaciones que desvela a quienes se movilizan contra la empresa Monsanto.

Más que ecología
Pero la preocupación de los manifestantes y críticos de Monsanto desborda los aspectos meramente ecológicos de la instalación de la planta, asunto que se solucionaría con un estricto control estatal sobre los aspectos técnicos de la manipulación de materiales peligrosos al momento del curado de las semillas.
Y aquí en donde entra la política. Un volante de convocatoria a la reciente movilización, por ejemplo, rechaza “el saqueo” a la vez que propone “la soberanía alimentaria”, sin explicar en qué consistiría, en este caso, tanto una cosa como la otra.
Por su parte, un diputado provincial socialista dijo que "particularmente con Monsanto hay una apuesta a beneficiar a los sectores más poderosos, a aquellos que están más vinculados al modelo agroexportador",  Una frase que, por supuesto, le concede status de progresista pues menciona a “los poderosos” y denuesta el odiado “modelo agroexportador”. De tal modo que la batalla contra Monsanto no es meramente por sus presuntos efectos contaminantes (que es algo que se puede someter a controles estrictos) sino porque favorece a “los poderosos” y beneficia a un determinado modelo productivo. Y esa es, para utilizar una imagen a tono con el agro, la verdadera madre del borrego.
Nuestra prosperidad de los últimos años se ha asentado indudablemente en nuestra capacidad de producción agraria. Estamos entre los primeros del mundo en materia de productividad de granos, gracias a que nuestros productores invirtieron, investigaron, desarrollaron nuevas técnicas e incorporaron semillas y agroquímicos esenciales. Nuestra producción no sería la que es, ni el país hubiera podido crecer estos años al ritmo en que lo hizo si no fuera por el impresionante aumento de la producción agraria, estimulada por los estimulantes precios del mercado mundial. Pero aunque esto sea evidente, siempre tendremos algún político progresista que desdeña el “modelo agroexportador”, que le da de comer a millones de argentinos y que, además, paga su dieta legislativa.

La Universidad
En medio del debate, uno podía abrigar razonables expectativas de recibir una luz esclarecedora desde la Universidad Nacional de Córdoba. Uno podía esperar un dictamen técnico abreviado, de gran nivel académico, que sumara incluso algún aporte propio, local, sobre algo que, como lo es la producción agraria, forma parte ineludible del perfil productivo de nuestra provincia y del país.
En reemplazo de eso, la UNC apenas se limitó a un breve comunicado impregnado de ideologismo y completamente distante del problema planteado. En su comunicado, primero emite un párrafo de circunstancia diciendo que hay que respetar la Constitución Nacional y las leyes que nos protegen de la contaminación. Muy comprometido y esforzado dictamen. Luego agrega un pedido de que se reglamente una Ley Nacional del año 1973 que trata de las semillas. Una inquietud loable, sin duda. ¿Tiene alguna propuesta la respecto la UNC?
Y finalmente, lo más importante y decisivo. La UNC dice que “por todo ello” (sic) se solidariza con la movilización y condena a la empresa Monsanto con un argumento científico decisivo: que en “todo el planeta” se movilizan contra ella, responsabilizándola de perjuicio ambiental (el comunicado dice “prejuicio”, todo un lapsus revelador).
Lo importante es que la UNC quede correctamente posicionada en lo político: contra De la Sota, que promueve la radicación, a favor de “la gente” y a favor de la protección del medio ambiente, algo que ningún progresista debe descuidar.
De química, de agronomía, de los efectos reales o potenciales de los tratamientos de la semilla sobre la salud humana, de los estudios existentes en el mundo entero sobre estos productos, del impacto económico del abandono de estas semillas y de los agroquímicos que combaten las malezas… nada. Ni una palabra.
Por una desconexión similar a ésta entre la Universidad y el mundo real, en Córdoba, hace casi un siglo, se hizo la Reforma Universitaria.


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