miércoles, 24 de noviembre de 2010

El gobierno quiere que el FMI le enseñe a sumar. Por Daniel V. González

En el canon progresista no hay batalla más decisiva que la que debe librarse cotidianamente –y casi siempre en forma verbal- contra el Fondo Monetario Internacional. Un buen progresista debe pronunciar cada día del año una suerte de rezo laico, bajo el modo de una maldición que condena al FMI y lo responsabiliza de todos los males nacionales acaecidos en los últimos cincuenta años. Si no lo hace, no es un buen progresista.

Es por eso que la cancelación anticipada de la deuda que el país sostenía con ese organismo de crédito, unos 10.000 millones de dólares, fue festejada como una jornada de liberación nacional, aunque luego tuviéramos que pedirle plata prestada a Hugo Chávez, que en un gran gesto de solidaridad latinoamericana nos cobró una tasa que era tres veces más cara que la que nos cobraba el vampiro imperialista.
El gobierno sabe que su discurso anti FMI no favorece para nada el acceso a los mercados de capitales por parte de Argentina. Y esto es algo en lo que el gobierno está interesado, por lo cual oscila entre dos posiciones: por un lado, alimenta a su tribuna con declaraciones cotidianas que muestran la independencia del país respecto del Fondo. Pero por el otro lado, como desea ser beneficiada con créditos provenientes de los bancos del mundo imperial, cada vez que puede muestra buena voluntad hacia el FMI, como diciendo: “entiéndanme muchachos, no puedo abrirle los brazos más de lo que lo hago”.
Por eso, después que la presidenta manifestó su voluntad de arreglar la deuda con el Club de París (algo que ya había anunciado hace dos años), aclaró que este arreglo se haría sin la intervención del FMI, como si esto fuera un hecho decisivo, fundamental o, siquiera, importante en ese tema, para el país. Inmediatamente se conoció que el Canciller Héctor Timerman estaba negociando en secreto con el Fondo. Y ahora, ya se hizo público un acercamiento y un pedido de asesoramiento al odiado FMI para que nos diga cómo debemos hacer la suma para que el índice de precios que el INDEC publica todos los meses, sea medianamente creíble y no motivo de risas, como sucede ahora.
El gobierno piensa que una simple consulta “técnica” como ésta no pone en juego la soberanía nacional ni significa una entrega del patrimonio nacional a la rapiña imperialista. Esto es lo que lo preocupa fundamentalmente pues es esa imagen de trinchera antiimperial la que se empeña en cuidar más que nada en el mundo, pues de esa imagen vive y es en esa imagen donde cifra sus mejores chances electorales, según piensa.
Y así llegamos a esta situación ridícula de tener que pedir auxilio al FMI para hacer algo que nuestras Universidades no sólo están en condiciones de realizar por sí mismas sino que ya lo han hecho. En efecto, hace algunos meses el gobierno decidió consultar a un grupo de universidades nacionales acerca del funcionamiento del INDEC y los índices de precios que ese organismo elabora. Las universidades estudiaron el problema y emitieron un severo dictamen, muy crítico hacia el gobierno.
Porque, como se sabe, el gobierno, considera una picardía nacionalista el hecho de calcular índices de precios que redondean la cuarta parte del que, con mayor pericia, calculan organismos provinciales e instituciones privadas. De ese modo, dicen, el país ahorra mucho dinero en intereses de los bonos que debían ajustarse por el índice de precios y que fueron a parar en gran parte a los Fondos de Jubilaciones y Pensiones, hoy en manos del gobierno.
De tal modo que el gobierno ahora se acerca a coquetear con el Fondo con un pretexto infantil: le pide que nos enseñe a sumar. No importa que nuestras universidades ya lo hayan hecho y hayan demostrado cómo se calcula un índice de precios con seriedad. No: el gobierno quiere que sea el FMI el que le diga que dos y dos son cuatro.
Es probable que lo que desee Cristina, en realidad, sea terminar con el bochorno de un organismo oficial que calcula índices de precios que nadie cree y que provocan risa en el país y en el mundo entero. Es probable también que el gobierno desee volver a poder colocar bonos el los mercados financieros internacionales, sobre todo teniendo en cuenta que el año que viene necesitará fondos frescos para la campaña electoral.
Pero, claro, tiene que pasar por la ventanilla del FMI. Y tiene que hacerlo con cierto disimulo. No vaya a ser que el progresismo sufra una decepción.

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