jueves, 5 de enero de 2012

De Ramoncito a Ramón. Por Gonzalo Neidal

Ya lo decía Maquiavelo: el Príncipe debe concentrar la mayor parte de las medidas impopulares en el comienzo de su gestión. La razón es muy simple: es en ese momento cuando cuenta con mayor predicamento y apoyo.

Pero quizá no sea ése el motivo por el cual el intendente de Córdoba, Ramón Mestre, se muestre duro y drástico al comienzo de su gobierno. Es muy probable que el origen de este perfil no provenga de los textos teóricos de la política sino de algún gen familiar.
En efecto, Ramón hijo ha tratado de aprovechar benéficamente la herencia política familiar proporcionada por Ramón padre. Los primeros afiches de su campaña electoral mostraban un par de ojos que uno no alcanzaba a distinguir si pertenecían al padre o al hijo. El juego con esa confusión, deliberado por cierto, intentaba traer a la memoria del electorado el recuerdo de los dos períodos de gestión de Ramón Bautista, que con el paso de los años comenzaron a prestigiarse ante las débiles administraciones que le sucedieron.
La promesa de firmeza con el gremio apuntó a cautivar la simpatía del hartazgo vecinal para con el SUOEM y Rubén Daniele. Su vocación de imponer orden iba también en ese sentido.
En sus primeros días de gestión, el intendente se ha empeñado en mostrarnos un municipio quebrado, sin recursos suficientes como para enfrentar prolijamente las obras y el ritmo de gastos que demanda una administración eficiente. Confesó el déficit y se apresuró a decir que, incluso, tiene dificultades para juntar el dinero de los sueldos. Al informar ese dato se sintió inmediatamente autorizado a aumentar los impuestos, medida que no cae simpática a los vecinos en ningún momento, y menos aún cuando la economía general comienza a aflojar.
Con este estilo bien severo, de brutal franqueza, o sea, bien mestrista, Ramoncito pasará rápidamente a convertirse en Ramón. Dejará de ser el muchacho que buscaba diversión en la zona del Chateau, tal como lo pintó el empresario Euclides Bugliotti, para convertirse en un intendente de mano dura y ceño fruncido, como su padre.
Quienes contamos ya con años suficientes como para haber visto las tres gestiones de Ramón padre, tenemos la obligación de advertirle a Ramón hijo los problemas que puede encerrar ese estilo. Al comienzo, recibirá grandes apoyos en razón de que los vecinos valoran la intención de “poner orden”, de “trabajar con seriedad” y de ser firmes y severos. Pero luego sobreviene la fatiga. Y todo aquello que era apoyado, pasa a ser fastidioso. El hombre de estado que era valorado por su dureza e intransigencia, pasa a ser visto como un tirano caprichoso, incapaz de conciliar. 
Por otra parte, el argumento de la crisis heredada, un clásico de los gobiernos que asumen, no debe ser utilizado de un modo abusivo. Pasados un par de meses, deja de ser eficaz y pasa a ser redundante y enojoso.
Cuando un vecino tiene un problema, sea de convivencia con líquidos cloacales o de espera prolongada de un colectivo que no llega, poco le importará que le digan que el anterior intendente dejó un municipio devastado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

El Municipio esta Funcionando, esperemos que piloteen bien en la tormenta, que ya parece se hizo permanente. Hay gente honorable en esta gestion! No ocurrio eso en otras gestiones. Hay otros mundos a parte del peronista Daniel!( K=frakaso)Nadie tiene la Verdad Absoluta,Todos tenemos un poquito de Razon.
Mabel

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