domingo, 15 de enero de 2012

Extrema suceptibilidad. Por Gonzalo Neidal

Convengamos algo: no está bien que la Municipalidad –ni nadie, público o privado- pague los sueldos a destiempo. Parcial o totalmente. Lo correcto y deseable es que las retribuciones se depositen en tiempo y forma, sin dilaciones y en los plazos que marca la ley.
Eso está claro.

Suponemos que un Intendente recién asumido lo que menos desea es debutar en sociedad pagando los sueldos tardíamente, en tramos. Si quiere llevar a un extremo de énfasis su informe sobre las finanzas municipales, claro está que no hace falta utilizar el poder de convicción de un pago tardío. Creemos en su palabra.
Más aún: sospechábamos que la situación financiera era ésa y no otra.
Ahora bien, la reacción de los sindicalistas municipales del SUOEM y de algunos de los afiliados ha sido, a todas luces, desmedida. Para decirlo de un modo suave y moderado.
Ya lo hemos dicho: lo correcto es que el sueldo se abone a tiempo, sin dilaciones. Pero la inexistencia de fondos es lo que ha impedido al Intendente de Córdoba cumplir su deber de ese modo. Se trató de una situación de emergencia que, además, sólo se prolongaría por unos pocos días.
¿Acaso no puede haber un poco de tolerancia para una situación de falta de fondos que, además, preanuncia las dificultades que pueden llegar a sobrevenir?
¿Tan grave resulta cobrar una parte del sueldo un par de días más tarde de lo que corresponde?
Quienes nos movemos en el sector privado tenemos muy claro las dificultades cotidianas que existen en el comercio, los servicios y la producción, para cobrar en término y, en consecuencia, pagar en término. Si cada uno de nosotros tomáramos la ciudad y hostigáramos a los vecinos cada vez que tenemos alguna leve dificultad económica, la vida se volvería imposible.
A los empleados municipales y muy especialmente a sus dirigentes sindicales se les está yendo la mano. Los dirigentes temen que si no hacen escándalo por cualquier cosa, alguien los acuse de traidores y comience a crecer a partir de la presunta flojedad de carácter de quien no protesta. Entonces, ante cualquier pequeña dificultad, sobreviene el escándalo, la desproporción, el incendio. De este modo demuestran lo bravo que son.
Es un viejo tema: ellos piden lo que sea. Si el Intendente de turno no cumple, entonces paralizan la ciudad hasta que le concedan lo que han pedido.
Con sueldos privilegiados, muy superiores a los del sector privado para similares tareas, los municipales de Córdoba viven en un paraíso que no quieren resignar ni en medio milímetro. El resto de los vecinos, los que le pagan los sueldos, los padecen.
Las cuerdas que se tensan tanto, siempre terminan cortándose.
Es sólo cuestión de tiempo.


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