domingo, 15 de enero de 2012

El apoyo de Ramos a Menem. Por Daniel Vicente González

(Columna aparecida en Revista Noticias del 7 de enero de 2012)
Pasados más de 17 años desde su muerte, las ideas y la militancia política de Jorge Abelardo Ramos están volviendo a discutirse. Y eso es para celebrar: Ramos era un pensador brillante y un político audaz, que merece ser repasado y revisado por las nuevas generaciones que aspiren a entender la historia y la política de Argentina y América Latina.

Como ocurrió durante toda su vida, sus textos y sus acciones políticas desatan, también hoy, pasiones encontradas. Pero lo que resulta curioso es que su pensamiento haya comenzado a ser distorsionado tan tempranamente.
En la nota publicada por Noticias la semana pasada, se sugiere que Ramos enfrentó al gobierno de Carlos Menem: “Con el menemismo fue embajador en México, pero tuvo que abandonar el puesto cuando se opuso a la ocupación de Panamá por parte de los Estados Unidos (1989) para capturar al presidente Manuel Antonio Noriega acusado de narcotráfico. Este gesto molestó al gobierno nacional”. Más adelante se ratifica esta idea: “el matrimonio con Menem duró poco tiempo”. Y se insiste con que “el apoyo a Panamá  y su oposición a los Estados Unidos puso de relieve su dificultad para encajar en el proyecto del riojano”.
La realidad fue muy distinta: Jorge Abelardo Ramos apoyó a Carlos Menem y a su gobierno hasta el día en que murió, a comienzos de octubre de 1994. Su respaldo a Menem, entonces, no duró “poco tiempo” sino que se extendió todo lo posible: desde la elección interna en la que Menem enfrentó a Cafiero en 1988, hasta el final de los días de Ramos.
¿Por qué la pretensión de mostrarnos a un Ramos anti menemista cuando la realidad ha sido exactamente la inversa? Muy sencillo: muchos de los compañeros políticos de Ramos, entre los que se encuentra uno de sus hijos, Víctor, han adherido al gobierno de Cristina Kirchner y, por ese motivo, creen conveniente mostrarlo lejano, bien lejano de Carlos Menem.
Algunos de esos antiguos adherentes a Ramos, hoy cristinistas, sienten vergüenza por aquel pasado menemista pero lo aceptan y reconocen, aunque lo adjudican, siempre en privado, a una presunta decrepitud intelectual de Abelardo o bien a una simple circunstancia de necesidad material. Pero el intento revisionista es mucho más desopilante: intenta instalar la idea de que, en realidad, Ramos y Menem eran enemigos políticos.  
Nada más alejado de la realidad de los noventa. Ramos fue embajador de Menem entre octubre de 1989 y los primeros meses de 1992. Mal podría haberse peleado con él por el incidente de Panamá, ocurrido un par de meses después de su asunción en México, ya que permaneció durante dos años largos en su destino diplomático.
Pero lo más importante es que Jorge Abelardo Ramos apoyó con  convicción y sin mayores críticas la política de privatizaciones impulsada por Menem y Cavallo, lo que supuso un cambio importante en las posiciones de nacionalismo económico que tradicionalmente sostuvieron los movimientos políticos que lideró, siempre partidarios de una fuerte presencia del estado como empresario. Ramos sostenía que las empresas públicas, importantes en la posguerra, se habían transformado en una carga insoportable para el estado y que era preciso que pasaran a manos privadas.
Otro de los aspectos que más entusiasmó a Ramos de la política de Menem, fue la creación del MERCOSUR en marzo de 1991, cuando Cavallo era canciller. Veía ahí un hito importante en el proceso de unidad de América Latina; y no se equivocó.
Los ex abelardistas que hoy integran el gobierno de Cristina Kirchner no deberían sentir extremo pudor por este pasado de Ramos vinculado a Menem. Les debería bastar con recordar que su actual numen político, Néstor Kirchner, era en ese tiempo mucho más menemista que Ramos. 
Los antiguos partidarios de Ramos y, por lo que puede leerse en la nota de la semana pasada, también alguno de sus cinco hijos, intentan mostrarlo como un pintoresco editor de libros, un amante de las ideas y un intelectual atrevido.  Nada fastidiaba más a Ramos que lo vieran de ese modo. Él era, por sobre todo, un político. Y como todo político luchó, con suerte diversa, por el poder.
Quizá sea mejor que tanto empeño puesto en mostrarlo como antimenemista fuera volcado a explicar por qué Jorge Abelardo Ramos apoyó el gobierno de Carlos Menem, como efectivamente lo hizo hasta el día en que murió.



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