domingo, 15 de enero de 2012

Dios y la corrupción. Por Gonzalo Neidal

Uno de los más imbatibles flagelos que soportan todos los sistemas políticos, incluso la democracia, es la corrupción.
Sus causas son múltiples y variadas.

Una de ellas, por supuesto, es la ambición humana por bienes materiales. El poder, o la cercanía al poder, ofrece múltiples posibilidades de acceso al vil metal a cambio de favores políticos y económicos.
Hoy por hoy nadie piensa que los ingresos de políticos del alto rango se limitan a sus sueldos, por elevados que éstos fueren.
Desde que asumió la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff separó de su gabinete a cinco ministros que estaban sospechados y acusados de corrupción.
Hace pocos días, el Rey Juan Carlos de España, dijo que su yerno, acusado de corrupción, se enfrentará a los tribunales ordinarios pues la ley es pareja para todos.
La corrupción anida preferentemente en las cumbres del poder y es una verdadera maldición para todos los países. O casi todos.
Mientras más permanece un  gobierno en el poder, mayores son las posibilidades de que se cebe con la corrupción, que desmonte los mecanismos de control (o que los seduzca), que cree pasadizos secretos por donde circule el dinero non sancto.
Así pasó, lo están descubriendo ahora, con Mubarak en Egipto tras décadas y décadas de permanencia en el poder.
En el caso de la Argentina no hemos pasado de las sospechas. Hace pocos días, en un polémico reportaje que le realizara Víctor Hugo Morales, el filósofo kirchnerista José Pablo Feinmann llegó a aceptar la posibilidad de que la presidenta Cristina Kirchner esté quedándose con dinero extra. Pero lo justificó completamente pues dijo (citamos de memoria) de que en el futuro necesitará dinero para protegerse de la persecución de “la derecha” ya que está tocando “fuertes intereses”.
Pero, aunque pueda tener una justificación filosófica como la que proporciona, gratuitamente o no, Feinmann el gobierno nacional no se deja doblegar por esta invitación y se mantiene firme.
Y también lo hace la justicia argentina, verdadero ejemplo para las jóvenes generaciones.
No hace mucho, directivos de la empresa sueca Skanska confesaron, en su país de origen, que habían pagado coimas en la Argentina. Eso hería el buen nombre y honor de los funcionarios argentinos presuntamente implicados en el hecho. Nuestra justicia intervino y demostró a quienes pagaron coimas, que estaban equivocados, que en la Argentina ningún funcionario recibió nada.
Por eso, con el panorama de corrupción que existe en casi todo el planeta, vivir en un país en que ese tremendo vicio no exista, es una bendición de Dios, que de este modo ratifica su nacionalidad argentina.
No nos queda más que compadecer a los otros países en los que esta plaga ha logrado penetrar y causar estragos.
¡Que el Creador se apiade de ellos!


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