viernes, 16 de septiembre de 2011

Unanimidad. Por Gonzalo Neidal

Parece que vamos camino a lograr la tan ansiada unidad nacional.
La cosa es así: desde que Cristina Kirchner ganó de forma abrumadora los comicios del 14 de agosto, cada día algún dirigente opositor se va dando cuenta de que, después de todo, la presidenta no está haciendo tan mal gobierno como se decía hace pocas semanas, durante la campaña electoral.
Unos se han llamado a silencio para pasar desapercibidos y ser tenidos en cuenta en el futuro cercano.
Otros han tenido gestos claros de acercamiento al oficialismo.


Es el poder de los votos. Que, en el caso de la política argentina actual, equivale casi a decir que es el poder del dinero.

Aunque no sólo del dinero, reconozcámoslo. También de la afinidad política.

Porque, por ejemplo, el dirigente agrario Eduardo Buzzi, lo sabíamos desde hace mucho, había quedado parado del lado incorrecto cuando se dio el conflicto entre el gobierno y el campo. Todos sus amigos y compañeros de militancia, incluso sus referentes, están del otro lado. En el bando del gobierno más que en el de Biolcati.

Algo similar pasa también con Hermes Binner, el socialista de Santa Fe. La disidencia central que puede plantear Binner a CFK es más bien de estilos. En los temas fundamentales, están de acuerdo. La visión de los derechos humanos, la estatización de las AFJP, la reestatización de Aerolíneas Argentinas, la Ley de Medios. Y así con el resto de los grandes temas. El socialismo, en cierto modo, se ha hecho peronista K.

De quien no esperábamos un giro similar era de Alberto Rodríguez Saá. Pero el puntano se ha encargado de ponerlo claro para quienes quieran escucharlo. Dijo que, en caso de tener que optar entre Cristina Kirchner y Eduardo Duhalde, votaría por la primera.

Una definición innecesaria pues todos sabemos que es seguro que Cristina ganará en la primera vuelta y por amplio margen. ¿Para qué lo dijo, entonces? Quizá para hacer oportunismo hacia los votantes de la presidenta, para que ellos se acuerden de esta voluntad cristinista del gobernador de San Luis.

Y también lo dijo para herir a Duhalde, con quien hasta hace poco compartía (y disputaba) lugares en el Peronismo Federal. En realidad, esto último es lo que más le interesaba: meter su dedo en la herida de Duhalde y mofarse de su desventura política, de su actual condición de derrotado.

¿Por qué tanta bronca contra Duhalde? Por algo ocurrido hace diez años, cuando el bonaerense dejó sin apoyo al Adolfo, en su brevísimo paso por la presidencia de la Nación.

Eso odio envenena la sangre de uno y otro hermano, y reclama alguna venganza, algo que les permita sentirse compensados por aquel desaire.

Y así con muchos más: Felipe Solá, Alberto Fernández, De Mendiguren. Es más: muchos legisladores que llegan al Congreso como opositores, rápidamente son seducidos por el oficialismo.

Nadie quiere ya ser oposición en la Argentina.

Todos están rendidos al poder de la soja.

Parece que no hay proyecto alternativo al que está vigente.

¿Surgirá alguna voz cuando esto se hunda? Seguro que sí.

La pregunta es: ¿dónde está ahora esa voz?

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