lunes, 5 de septiembre de 2011

Lección de economía. Por Gonzalo Neidal

(Nota aparecida en el diario Alfil, edición del 5 de setiembre de 2011)
De un modo imperceptible, sin grandes titulares ni conferencias de prensa (menos aún cadena nacional), Hebe de Bonafini nos ha dado una lección práctica de economía.

No sabemos si Amado Boudou dejó por un momento su guitarra para asesorarla o si Hebe tomó la decisión por su cuenta, sin el consejo del ministro ni de La Cámpora.
El tema es que, tras la defección de Sergio Schoklender, que se retiró a administrar su cuantioso patrimonio personal, la constructora de las Madres de Plaza de Mayo marchaba a la deriva. Cada dos por tres, los obreros que trabajaban para el emprendimiento para-oficial cortaban la Panamericana por falta de pago o bien concurrían los jueves a la Plaza de Mayo a increpar a Bonafini, que les respondía que gestionaran la deuda ante el administrador anterior, que ya no era más su hijo.


Así las cosas, algo había que hacer con las obras en curso. El descalabro que dejó Schoklender debía subsanarse, pues en caso contrario, los discursos de los jueves, se nutrirían de un público inusual y poco afecto a la señora de Bonafini.

Ante semejante panorama, Hebe tomó una decisión inesperada y, en cierto modo, a contramano de la filosofía económica imperante en el gobierno: decidió “privatizar” la construcción. Cedió una de sus obras más importantes a una constructora con antecedentes en el rubro, una Sociedad Anónima, propiedad de empresarios particulares, de viles capitalistas que buscan el lucro, que aspiran ¡ay! a llenarse los bolsillos con utilidades.

No ha de haber sido fácil para Hebe aceptar que el método Schoklender de construcción (que podríamos denominar “capitalismo de amigos”) no ha resultado eficaz. Queremos decir: no ha sido eficaz para sacar las obras adelante. Para el propio empresario, al contrario, todo indica que ha sido muy provechoso. Todo el barullo de cooperativas e improvisaciones diversas sólo pudieron mantenerse, se ha visto, sobre la base de generosos aportes oficiales que resultaron, para decirlo de un modo suave, despilfarrados.

Ahora que quedó en evidencia la ineficacia y liviandad del método “social” y “solidario” de construcción, ahora que las papas queman, hay que apelar a los denostados empresarios particulares. Los que laburan porque (¡horror!) aspiran a ganar dinero. Los que (¡otra vez horror!) “explotan” trabajadores, según la visión que Hebe y sus amigos tienen de la producción capitalista privada.

Lo de Hebe es, verdaderamente, una lección de economía “in vitro”, en pequeña escala. La eficiencia no puede ser burlada eternamente, aunque haya abundancia de recursos, como hay ahora. El alto costo de la chapucería siempre se paga y, aunque estemos holgados de fondos públicos para que acudan a salvar tanto desmanejo, siempre llega el momento de ajustar las cuentas y la producción.

Quien no haya vivido los noventa y no tenga claro qué fue lo que motivó las privatizaciones, tiene aquí una muestra clarísima de despilfarro de recursos públicos que, en algún momento debía ser corregida. Y Bonafini lo hizo aunque para ello debiera cargar con el dolor de pelearse con Sergio, a quien consideraba su hijo.

Gracias, Hebe.

Ah, y bienvenida al capitalismo.




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