lunes, 19 de enero de 2009

Una pedrada de Oliver Stone. Por Gonzalo Neidal

(Publicado en La Mañana de Córdoba. Lunes 19 de enero de 2009)

Oliver Stone se pasó de la raya al intentar un concepto breve y abarcador sobre Eva Perón.
Definió a Evita como “una mezcla de santa y prostituta”.
E inmediatamente encontró una respuesta contundente por parte de dirigentes y gremialistas peronistas, que se sintieron legítimamente indignados por la ligereza del director de cine norteamericano.

Probablemente, aunque sin fortuna al elegir las palabras, lo que Stone quiso explicitar en su osada y liviana definición, ha sido la vertiginosa trayectoria de Eva desde sus orígenes humildes y su paso por el espectáculo hasta su entronizamiento como abanderada de los humildes, sitial que ocupa en la iconografía peronista. Son las licencias que creen que pueden permitirse los algunos hombres famosos acá, en Sudamérica, designación indeterminada con la que suelen referirse a todo lo que queda de continente al sur del Río Bravo.
Habría que ver qué sucedería en los Estados Unidos si el propio Stone, o un cineasta extranjero, se refiriera de similar manera respecto de Jacqueline Bouvier, la esposa de John Kennedy o de cualquier otra primera dama destacada que haya transitado por un pasado diversificado y poco convencional antes de revestir como esposa presidencial.
De todos modos, no es como para que los dirigentes peronistas se rasguen las vestiduras y se sientan demasiado ofendidos. Dejando la moral de Evita a salvo, desde lo político hubiese sido más preocupante si la mirada de Stone sólo hubiera divisado una Evita estrictamente santa. Eso hubiera significado que ese torbellino llamado Eva Perón ya ha sido digerida y canonizada debidamente por la cultura del norte. Sería una Evita inofensiva, pacífica, despojada de rebeldía, con tonos de una beatitud que a todas luces le resultaban extraños. Una suerte de Madre Teresa de la política. Una Evita ajena al perfil reo que constituía uno de sus rasgos distintivos. En cierto modo, teniendo en cuenta de dónde proviene la calificación, lo de “santa” debería merecer más la indignación que el otro adjetivo.
Además, hay otra cuestión. Algunos de los peronistas que se han sentido ofendidos, se han salteado una ocasión también apta para una indignación similar. La tercera esposa de Perón también fue insultada con un calificativo similar, en presencia de su esposo, que a la sazón era el presidente de la Nación. En el famoso acto del 1ª de Mayo, frente al balcón de la Casa Rosada, la izquierda peronista entonó algunos cánticos que generaron la enérgica reacción de Perón, que los echó de la plaza, furioso. Los montoneros aludieron malamente a Isabel Perón y al propio Presidente, como presunto marido desairado.
Muchos de los expulsados de ese día hoy revisten como funcionarios y les resultará inaceptable la comparación entre Evita e Isabel.
Pero muchos de ellos tampoco terminan de digerir al propio Perón ante el cual anteponen la figura de Eva, a la que hacen depositaria del espíritu revolucionario del peronismo del cual su líder y creador, piensan, se había apartado en sus últimos años de vida.
A partir de esta experiencia, Stone debería darse cuenta de lo difícil que le resultará comprender los códigos y sentimientos políticos de este frondoso territorio sureño.
Quizá le convenga seguir probando con las guerras, crímenes y magnicidios de su propio país.
Tiene allí material de sobra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario