lunes, 12 de enero de 2009

Julio Cobos: de guitarrero a potro salvaje. Por Gonzalo Neidal


(Publicado en La Mañana de Córdoba - Lunes 12 de enero de 2009)

En El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde advierte que “la cosa más vulgar nos parece deliciosa si alguien nos la oculta”. Es el efecto natural de toda prohibición: estimular el deseo.
Pero los encargados de cubrir la inauguración del Festival de Doma y Folklore de Jesús María parecen ser gente un tanto más rudimentaria que el exquisito y sutil dramaturgo británico. Las cámara de Canal 7 se empecinaron en evitar un dato importante de la cobertura: las presencias del vicepresidente Julio Cobos y del gobernador de Córdoba Juan Schiaretti.

Es el Estilo K en estado puro.
Si los números del INDEC no coinciden con nuestros deseos, eso tiene fácil solución: los modificamos a nuestro favor.
Si el acercamiento entre Cobos y Schiaretti no nos gusta, si tampoco nos agrada que Cobos se anime a presentarse en un estadio lleno de gente que, además, lo aplaude, entonces lo censuramos.
Se trata de una solución muy sencilla. Y precaria.
En estos tiempos de comunicación instantánea y múltiple, resulta ingenuo pensar que la restricción a la difusión de la imagen de Cobos iba a pasar desapercibida. Inmediatamente comenzaron a circular mensajes de texto denunciando el hecho. Instantáneamente los diarios digitales informaron en Internet de la proscripción y, al otro día, la noticia ya estaba en los diarios de papel. Era inevitable que esto ocurriera.
Ahora bien, ¿el gobierno no calculó que su maniobra sería detectada inmediatamente y puesta en evidencia por el grueso de la prensa? De este modo logró dos cosas: primero, que todo el país se enterara de la presencia de Cobos y Schiaretti en Jesús María y, segundo, que todo el mundo comentara de la censura presidencial. Era inevitable que esto ocurriera.
Seguramente quizá hubiese sido más inteligente, de parte del gobierno, realizar una transmisión normal, con la cobertura obvia para estas situaciones, incluyendo la presencia de Cobos. El hecho hubiera pasado casi desapercibido e incluso algún cronista lo habría destacado como un acto de amplitud informativa. Pero no: hubo algo temperamental e instintivo que llevó al gobierno hacia la censura que, incluso, le resulta contraproducente. Algo del orden psicológico del alacrán que pica a la rana y se hunde con ella.
Es probable que haya habido una orden presidencial, que la Jefa de Estado haya hecho un alto en su convalecencia o bien se haya recuperado de su lipotimia y emitido una orden severa al respecto. También es probable que el de la orden haya sido su señor esposo. Incluso puede presumirse que el director del canal estatal, de motu proprio, haya querido mostrar su adhesión a la filosofía presidencial y haya decidido omitir a Cobos.
Veinte años atrás, cuando la TV por cable aún no existía, la totalidad de los canales importantes de Buenos Aires eran propiedad del estado nacional. Así fue, por ejemplo, durante todos los años del democrático gobierno de Raúl Alfonsín, quien no permitió que ni Mirta Legrand ni Tato Bores pudieran salir al aire. Luego vino Menem y los privatizó y tenemos la TV que tenemos, con sus aciertos y liviandades. Pero, al menos, con diversidad informativa. Pero, ¿alguien se imagina cómo sería la TV en la Argentina de hoy, con los Kirchner, si todos los canales fueran estatales?
Como sea, el resultado de la censura se vuelve contra sus ejecutores. Lo único que ha conseguido la Casa Rosada al suprimir al vicepresidente ha sido –si se nos permite la imagen festivalera- transformar a Julio Cobos de guitarrero en potro salvaje.

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