jueves, 12 de julio de 2012

Peleas secundarias. Por Emeté de Riga


Los estudiantes secundarios se quejan.
Un grupo de ellos, alumnos del Carlos Pellegrini y del Nacional Buenos Aires, de la Capital Federal, han tomado sus respectivos establecimientos con reivindicaciones singulares.

Unos, quieren precios más baratos en las bebidas y viandas que expende su buffet y, además, cuestionan la calidad nutricional de los alimentos que allí venden. Piensan que la solución consiste en que el bar sea “institucional”, es decir, que no esté concesionado a terceros sino que sea el propio colegio el que lo tome a cargo.
Otros, tienen reclamos similares respecto de la cantina colegial (altos precios) y añaden la defensa de un portero que está en edad de jubilarse y que no quiere hacerlo.
Podría decirse que se trata de combates secundarios y que las tomas de los colegios resultan desproporcionadas en relación con el reclamo. Incluso podría añadirse que se trata de pretensiones un tanto frívolas.
Quizá corresponda que los alumnos reclamen en un nivel distinto por el alza de los precios. A la conducción económica, por ejemplo.
Es probable que los alumnos no se hayan percatado que, probablemente, en el Mercado Central de Buenos Aires, el precio del café con leche registre un precio mucho más moderado que en el centro de la ciudad más rica del país. Si lo advirtieran, padres y alumnos organizar, con Guillermo Moreno, un tour de compra en esa isla baratísima, tan promocionada por el secretario de comercio.
Por otro lado, en Tucumán, una provincia mucho más pobre que la privilegiada ciudad capital del país, otro grupo de alumnos secundarios realizó un reclamo distinto.
Apuntaron a la censura de que es objeto el programa político de Jorge Lanata. A viva voz, los alumnos hicieron saber a las autoridades del establecimiento educativo que ellos son partidarios del pluralismo ideológico y que les parece pésimo que un programa político sea censurado por el sólo hecho de tener un sesgo opositor.
Al parecer, los alumnos de los colegios porteños están estimulados por sus propios padres, gente progresista que ven con muy buenos ojos que, desde chiquitos, sus hijos sean bien combativos. Piensan, quizá, que la toma del colegio afianza su personalidad.
Reclamo por reclamo, parece mucho más sólido y sustancioso el de los alumnos norteños, que no tomaron ningún colegio. Ellos luchan por la libertad de expresión, no por los precios del buffet escolar.
Ambos, a su modo juguetón y pueril, tocan dos de los grandes temas de la Argentina de estos días: la libertad de expresión y la inflación.
Quien quiera oír, que oiga.


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