sábado, 5 de mayo de 2012
Un bobo llamado Perón. Por Gonzalo Neidal
Perón
cada vez figura menos en la iconografía oficial.
Y
es razonable que así sea.
Ahora
Cristina siente que los votos que tiene son propios y no votos inerciales
provenientes de que los pobres, sus hijos y sus nietos, votan el escudito del
PJ, cualquiera sea la elección, cualquiera sea el candidato.
Siente
que los votos que la pusieron en la presidencia no tienen nada que ver con Perón
sino con su propia gestión anterior y la de su marido muerto.
Y,
en cierto modo, es efectivamente así.
Dentro
de un par de años, hará 40 años que Perón murió. Apenas la población más vieja
del padrón tiene memoria de sus últimos años de gobierno y de sus discursos
postreros.
Del
peronismo de Perón es poco lo que va quedando en este gobierno excepto, claro
está, el discurso extemporáneo contra la oligarquía y el imperialismo y el no
menos anacrónico nacionalismo que siempre paga buenos dividendos pues forma
parte del espíritu argentino, aún más allá de sus resultados prácticos.
Pero
en este peronismo la columna vertebral no es el movimiento obrero sino La
Cámpora. O sea, los jóvenes de clase media impregnados de idelologismo de
izquierda.
Durante
los gobiernos de Perón, la economía era comandada por industriales como Miranda
o Gelbard o por profesionales altamente calificados como Gómez Morales. Ahora,
desde que se fue Lavagna, prácticamente ha desaparecido el cargo de Ministro de
Economía, que fue ejercido por Néstor Kirchner hasta su muerte, y luego por la
propia Cristina con el auxilio de De Vido y, ahora, de un pintoresco joven de
meteórica carrera, con temperamento e ideas de militante universitario.
Los
políticos y sindicalistas del peronismo “histórico” han quedado relegados. Sólo
hay lugar para aquellos que no discuten nada; para los que acatan y hacen
silencio. Incluso un peronista con personalidad propia como José Manuel de la
Sota, ha debido hacer gestos manifiestos de subordinación a fines de evitar que
se le complique la gobernabilidad de su provincia.
Claro
que no es común encontrar críticas a Perón dentro del elenco oficial aunque
Perón no es una persona grata para algunos de quienes gobiernan ni para “el
relato” cultural e histórico que se intenta imponer como versión de la historia
política del país.
En
primer lugar, Perón era un militar. Y, se sabe, los uniformes no pueden ser
incluidos en ninguna etapa del discurso. Salvo los militares que son como
Rattenbach, o sea lo que dicen que todos los demás militares son ineptos. O los
que son como Balza y que, en consecuencia, afirmen que todos los militares son delincuentes.
Perón,
se sabe, dijo que a los terroristas de ERP y Montoneros había que
“exterminarlos uno por uno, para bien de la República”. Claro que tenía sus
motivos: había sido elegido con el 64% de los votos y los terroristas mataron a
José Rucci 48 horas después de los comicios. Y, además, durante su gobierno tomaron
cuarteles y abatieron militares, policías y sindicalistas.
Esa
posición de Perón, muy severa, les resulta indigesta. Y ellos también tienen
buenos motivos. Pero de todos modos, nadie se atreve a meterse con Perón. La
excepción es José Pablo Feinmann, que cada vez que puede, lo ataca, mostrando
la animosidad que los intelectuales que rodean a Cristina tienen hacia el
fundador del peronismo.
En
una exposición realizada en la Feria del Libro de Buenos Aires, Fenmann expuso
con claridad sus ideas sobre el líder justicialista de otros tiempos. Dijo, por
ejemplo, que “Perón se creía
infinitamente superior a lo que era”. Y añadió que tras la muerte de Evita,
Perón perdió el rumbo y se dedicó a la “bobería”.
O sea, era un bobo. En el colmo de la osadía y la provocación irrespetuosa,
agregó una recomendación increíble y ciertamente reveladora: "¿Por
qué no te quedaste allá? Hubieses quedado como un mito, como el gran líder de
las luchas nacionales y populares. Pero no, volviste y te calzaste el traje de
militar." Esta visión fue
aplaudida por los muchachos de La Cámpora y expresa lo que muchos intelectuales
peronistas no se animan a decir.
Pero
es también una confesión retrasada de un deseo escondido que abrigaron siempre
en su corazón los hoy maduros y ancianos, jóvenes de los setenta. Todo estaba
bien con Cámpora presidente, ungido por los votos de Perón. El regreso del
líder, eje de la lucha política del peronismo desde su derrocamiento en 1955,
no hizo más que incomodar a la “juventud maravillosa”. Sobre todo, cuando
decidió enfrentarla con la promesa de “hacer tronar el escarmiento”.
El
sueño de aquellos años ha sido logrado. De aquel peronismo ya casi no queda
nada. El que hoy gobierna se legitima con un caudal de votos obtenidos por la
política de esta nueva versión, sin mayores alusiones al fundador del
movimiento. Los pobres, que históricamente votaron a Perón, ahora votan a
Cristina porque, como ayer, su política los beneficia en lo inmediato. Pero
esta vez en el gobierno no está un viejo “bobo” que debió quedarse a morir en
Madrid sino una mujer permeable a los devaneos presuntamente revolucionarios de
los intelectuales que abominaban de Perón en los setenta y que también lo
desprecian hoy.
La
Cámpora aplaude.
Los
políticos y sindicalistas del peronismo más clásico se subordinan y hacen
silencio.
Y
Perón está muerto. Bien muerto.
1 comentario:
Un breve comentario: JMDLS es un peronista con personalidad propia? Menemista en los 90, duhaldista en los comienzos del 2000, peronista federal hasta hace 2 años, ahora abyecto y sumiso aplaudidor cristinista. En lo único que ha sido coherente JMDLS es en el peinado siempre ridículo. Y también en el afán de enriquecerse a costa del erario público, por decirlo con elegancia.
En cuanto a los actores clásicos del peronismo (sindicatos, dirigentes políticos) tienen el mismo objetivo que el gobierno actual. Quizá sí, un relato demodé y menos emprolijado..
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