sábado, 5 de mayo de 2012
La solidez de la soja. Por Gonzalo Neidal
Ayer
un amigo me decía que mientras la soja supere los 500 dólares por tonelada,
todo seguirá viento en popa, sin problemas para el gobierno, sin complicaciones
de ninguna índole.
Esa
presunción implica la aceptación de que la soja, su precio, es la viga maestra
sobre la que se sostiene todo el modelo. Sin el formidable e inédito precio que
los productos de nuestras exportaciones sostienen desde 2002, con oscilaciones,
todo el programa económico se hubiera derrumbado. O para decirlo mejor: no
hubiera sido posible en ninguno de sus rasgos más característicos.
Ello
hubiera cambiado también “el relato” y tantas otras cosas.
Esa
situación excepcional de los precios de las materias primas (que simplificamos
adjudicando a la soja todo el mérito), fue la que permitió los famosos
superávits gemelos, en el comercio exterior y en el presupuesto. La soja fue la
gran solución para los problemas crónicos de la economía argentina.
Pero
hoy no está siendo suficiente. Y esto tiene algo que ver con la batalla contra
el campo, la de 2008.
En
efecto, aquella lucha asustó mucho a la entonces pareja presidencial. La
derrota en la Cámara de Senadores, según las crónicas, casi apresura una
renuncia de la presidenta. La posterior derrota electoral significó un severo
llamado de atención para las aspiraciones reeleccionistas y, entonces, comenzó
una era de gasto desenfrenado para recuperar y sostener el apoyo que el gobierno
había perdido tras su conflicto con el agro.
Y
son estas medidas imprudentes, ese gasto desmedido, lo que si bien por una
parte le permitieron recuperar el apoyo popular con amplitud, por otro lado han
creado una gran cantidad de tensiones económicas que, a lo largo del tiempo se
tornarán insostenibles. Aún con la soja a más de 500 dólares la tonelada.
Hay
quienes sostienen (creo que en broma) que el precio elevado de los productos de
exportación, más que una bendición resultan ser un problema para la economía.
Recuerdan la “enfermedad holandesa”, producida en el país de los tulipanes
cuando se descubrió petróleo en el Mar del Norte, hacia los años sesenta. La
abundancia de divisas revaloriza la moneda local hasta niveles perjudiciales
para el resto de las exportaciones, a la vez que crea otros problemas
adicionales de índole monetaria.
En
el caso de la Argentina, sin embargo, no ha sido tanto la abundancia de divisas
lo que ha ido creando la tensión cambiaria actual sino la inflación que se
desata en forma concomitante con el fervoroso aumento del gasto público a
partir de la crisis con el campo.
Sin
embargo, el desmanejo fiscal tuvo consecuencias inmediatas favorables al
gobierno pues ello y otros factores, le permitieron triunfar en la elección presidencial
de 2011 en forma holgada. Este hecho, a su vez, reforzó en el gobierno la
convicción de que la economía puede ser manejada por la política en forma
amplia y permanente. Ya lo han dicho y sugerido algunos funcionarios: con poder
político, las leyes de la economía quedan derogadas y las variables económicas pueden manipularse
indefinidamente.
Pero
volvamos al principio: la soja a 500 dólares, ¿otorga impunidad sine die a los
desmanejos económicos? ¿Se trata de un colchón lo suficientemente mullido para
soportar cualquier capricho del gobierno, cualquier desobediencia a las leyes
de la economía?
No
es seguro que esto pueda ocurrir. Al revés: no hay precio favorable que aguante
si los desmanejos económicos se reiteran y se acumulan. Ya asoman los problemas
en el balance comercial, al punto de que a toda costa el gobierno, con el
estilo Moreno, busca impedir las importaciones de un modo grotesco y torpe. Los
problemas del tipo de cambio son el pan de cada día para quienes quieren
exportar algo distinto a los commodities tradicionales.
La
soja no lo puede todo. También es preciso que quien gobierna aporte lo suyo.
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